Elecciones en Estados Unidos

Un debate vicepresidencial en tablas mantiene la incógnita

Kaine se esforzó en asegurar el voto hispano y Pence el de la clase media

Los candidatos a la Vicepresidencia de EE.UU., el republicano Mike Pence (d) y el demócrata Tim Kaine (i), participan en el único debate
Los candidatos a la Vicepresidencia de EE.UU., el republicano Mike Pence (d) y el demócrata Tim Kaine (i), participan en el único debatelarazon

El republicano Mike Kaine se esforzó en asegurar el voto hispano y el demócrata Tim Pence el de la clase media

Hace cuatro años el vicepresidente Biden se enfrentó en un debate electoral con el republicano Ryan. A pesar de la fama de martillo de Obama que Ryan se había labrado en el legislativo, lo cierto es que un Biden más que sobrado lo pulverizó. Fue un claro triunfo de la experiencia y la ironía sobre una juventud más voluntariosa que sólida. Nada parecido han contemplado los que hayan asistido al debate vicepresidencial sostenido entre el demócrata Tim Kaine y el republicano Mike Pence. Kaine comenzó el enfrentamiento refiriéndose a su pasado como misionero y abogado de derechos civiles antes de dedicarse a la política e insistiendo en las posibilidades de hacer la vida de los norteamericanos mejor. Por su parte, Pence insistió en que Estados Unidos es más débil internacionalmente y en que sufre demasiados impuestos y regulaciones.

El primer segmento estuvo relacionado con la fiabilidad de los contendientes por la presidencia. Para Kaine, resultó obvio que Hillary Clinton cuenta con un elenco de servicios al país que contrasta poderosamente con el Trump que insulta a los mexicanos y que sostuvo que Obama no había nacido en Estados Unidos. Si la segunda referencia era un guiño al electorado negro, la primera fue un nada oculto intento de asegurarse el voto hispano. De hecho, la mención a Trump como alguien que ha acusado a los mexicanos de ser violadores y delincuentes la repetiría Kaine más de media docena de veces en el curso del encuentro. Pence respondió señalando que Hillary está desarrollando una campaña de insultos y que es responsable de la poco envidiable situación que existe en Oriente Medio. A diferencia de ella, Trump es un personaje que ha creado millares de puestos de trabajo y que resulta mucho más fiable que alguien que mantiene una fundación como la de los Clinton. Los golpes de Pence - que mantuvo una frialdad proverbial incluso en los momentos acalorados del enfrentamiento – provocaron reacciones continuas de un Kaine que no dejaba de interrumpirlo y que tuvo que ser amonestado en más de una ocasión para la moderadora.

El segundo segmento fue iniciado por un Pence que indicó cómo en su etapa de gobernador de Indiana había conseguido bajar los impuestos y dejar un superávit a diferencia de un Kaine que cuando cumplió con la misma función en Virginia había elevado los impuestos y dejado al estado con déficit. Fue sólo el prólogo para señalar cómo Hillary iría en la misma línea de impuestos elevados y regulaciones excesivas. Kaine arguyó que el plan económico de Hillary incluiría la inversión, el gasto en educación, la subida del salario mínimo y la liberación de las cargas fiscales excesivas para la clase media. A su juicio, un programa mucho más sensato que el de un Trump empeñado en bajar impuestos a los ricos lo que, según Kaine, habría causado la crisis económica de 2008. Kaine intentó remachar su posición señalando que Trump no enseñaba sus declaraciones fiscales y que se jactaba de haber aprovechado las exenciones fiscales a lo que Pence respondió: “Yo también lo hago. ¿Usted no?”.

Ni el tercer segmento relacionado con las pensiones ni el cuarto dedicado a las tensiones raciales tuvieron tampoco un claro ganador. En teoría, Kaine debería haberse impuesto en ambos, pero Pence apeló a la existencia de su tío que es policía en Chicago y a una defensa de las fuerzas policiales que tenía difícil réplica. De hecho, cuando señaló que había policías negros que también habían disparado contra gente de su raza o que no era tolerable buscar oportunidades para denigrar a la policía acusándola de parcialidad contrapesó cualquier argumento de Kaine.

El demócrata intentó aprovechar el segmento de la inmigración acusando a Trump de querer crear una fuerza de seguridad destinada a la deportación y repitió de nuevo las referencias a los insultos lanzados por Trump contra los mexicanos. Pence logró, sin embargo, neutralizarlo al señalar que ya existe una agencia encargada de las deportaciones y que, significativamente, apoya electoralmente a Trump.

Tampoco pudo imponerse Kaine al abordar la cuestión del terrorismo. Pence insistió en que Estados Unidos es ahora una nación más expuesta que hace unos años y aunque es discutible que semejante afirmación se corresponda con la realidad no es menos cierto que millones de norteamericanos así lo sienten. Ni siquiera pudo aprovechar Kaine la baza de Rusia porque Pence acusó a Obama y a Clinton de practicar una política de blandura hacia Putin. La afirmación se corresponde también dudosamente con la realidad, pero es compartida igualmente por millones de ciudadanos. Incluso Pence supo deslizar en el debate la cuestión de los donativos que gobiernos extranjeros realizan en favor de la Fundación Clinton y que, presuntamente, influirían en su política exterior. Bien es verdad que señaló que los treinta y tres mil emails que Clinton emitió desde su correo privado eran una amenaza mucho peor para la seguridad de Estados Unidos que el dinero recibido por la Fundación Clinton.

El penúltimo segmento estuvo dedicado a la manera en que las creencias espirituales influían en su política. Kaine volvió a referirse a su educación con los jesuitas y a su pasado misionero para señalar que el único aspecto en que había tenido problemas de conciencia era en relación con la aplicación de la pena de muerte en su etapa de gobernador de Virginia. Seguramente, era sincero, pero abrió la puerta para que Pence, tras señalar su conversión en su primer año en la universidad, señalara que para él resultaba especialmente importante la santidad de la vida y que por eso mismo rechazaba una posición como la de Hillary no sólo pro-abortista sino partidaria de pagar los abortos con fondos públicos. Kaine – que citó de nuevo a los mexicanos - argumentó que no podía permitirse que determinadas creencias marcaran la política a lo que Pence repuso que la sociedad debe defender a vulnerables, enfermos, minusválidos y no-nacidos.

Finalmente, en la conclusión dedicada a cómo unificar América. Kaine volvió a apelar al pasado político de Hillary Clinton mientras que Pence insistió en la necesidad de una dirección que reconstruyera la fuerza militar y la economía nacionales.

Más allá de las interrupciones de Kaine, nada tuvo el debate de emocionante. Posiblemente, Kaine haya reforzado el peso demócrata entre los hispanos – algo esencial en un estado como Florida – , pero es difícil creer que haya podido hacerse con el de los pro-vida, los creyentes conservadores o buena parte de la clase media cuyas posiciones representó mejor Pence. Ni siquiera logró hacer valer un carisma que, ciertamente, posee. Nada que ver con el Biden de hace cuatro años o, en otras palabras, las espadas siguen en alto.