Terrorismo yihadista
La ciberguerra contra el Estado Islámico compromete sus comunicaciones
Sistemas como el «Growler» estadounidense impiden que los líderes del califato den órdenes a sus milicianos en Oriente Medio y Occidente
Una de las ventajas con las que contaba el Daesh (Estado Islámico) para desarrollar su siniestra estrategia criminal, en especial en Occidente, era la relativa facilidad con la que los mal llamados «lobos solitarios» –en realidad, «actores solitarios» y ahora rebautizados por la propia banda yihadista como «soldados secretos del califato»– podían interactuar fácilmente con sus responsables en Siria, Irak y la propia Europa. Las investigaciones realizadas después de los atentados perpetrados en el Viejo Continente han permitido demostrar, tal y como adelantó LA RAZÓN, que estos individuos responden a una pautas y a unas cadencias de actuación marcadas por sus líderes.
Lo mismo ocurre con las células de dos o más terroristas, pero en este caso es relativamente lógico que ajusten sus actividades a órdenes concretas y a los planes que los «comandos de información» han obtenido sobre determinados objetivos.
Sin embargo, ¿alguien se ha preguntado sobre las razones por las que el Estado Islámico no ha cometido en Europa atentados de importancia durante la época estival, cuando ya se había fijado objetivos como la Eurocopa de Fútbol, el Tour de Francia o el Encuentro Mundial de la Juventud, que se celebró en Polonia? No ha sido, desde luego, por falta de ganas de los terroristas, sino por otras razones, que demuestran que en una guerra subversiva como la que libramos contra un «ejército» terrorista hay que utilizar todos los métodos de combate, en especial los de carácter electrónico.
Con Estados Unidos al frente y determinados buques de guerra, entre ellos portaaviones que se relevan en tan importante misión, la coalición internacional ha lanzado contra el Estado Islámico una auténtica ciberguerra que, en algunos momentos, ha dejado a la banda yihadista literalmente ciega, muda y sorda. No es que las unidades del Daesh que luchan sobre el terreno en Siria e Irak no pudieran comunicarse entre ellas y con el mando central, que también, sino que las células y los «soldados secretos del califato» no podían ponerse en contacto con sus responsables. Y si lo hacían, la posibilidad de que fueran detectados era grandísima.
Los yihadistas, en las últimas publicaciones que han difundido en internet, han incluido severas normas de obligado cumplimiento para asegurarse las comunicaciones, tanto en los ordenadores como en los dispositivos de tipo Iphone. Son conscientes de que es una batalla que están perdiendo y quieren encontrar una solución, hasta ahora, al menos, sin resultados positivos. Expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN atribuyen, entre otras razones, al bloqueo de las interactuaciones la situación complicada que atraviesa el Daesh. Recuerdan, sin embargo, que no se pueden lanzar las campanas al vuelo y que para cometer un atentado terrorista muchas veces basta la propia voluntad del criminal de cometerlo.
En cualquier caso, subrayan que en la guerra (subversiva, en este caso) de nuestros tiempos, las ondas son tan importantes como los explosivos o las armas de fuego. Sin comunicaciones fluidas por radio, los datos que suministran los radares, las localizaciones gracias a los satélites y, sobre todo, sin la «inteligencia electrónica», un ejército está sordo, mudo y ciego; y, lo que es más terrible para unos fanáticos como los yihadistas, carece de capacidad para localizar al enemigo.
Según medios especializados, uno de los sistemas que se utilizan para inhabilitar las comunicaciones del EI es el llamado «Growler», diseñado en un principio para cegar sistemas de defensa aérea provocando la confusión, el desorden, la desorientación; en definitiva, el miedo y el caos. Normalmente, estos aparatos van instalados en los aviones EA-18G, que están equipados de unas cápsulas en las que se aloja el «Growler» («Gruñón»). Según la Prensa norteamericana, el comando cibernétic de Estados Unidos ha recibido la orden de interrumpir la capacidad del Daesh para divulgar su mensaje, atraer nuevos reclutas, enviar consignas e, incluso, poder pagar las «nóminas». Una tarea que parece estar dando resultados sobresalientes al haber conseguido comprometer las comunicaciones de los líderes islamistas con sus milicianos en Oriente Medio y en Occidente.
✕
Accede a tu cuenta para comentar