Elecciones en Francia
La hora de gestionar el descontento
El récord de voto en blanco y de abstención desde 1969 son síntomas de una sociedad civil enfrentada a su clase política. Una gran parte del electorado que votó a Macron lo hizo por el «mal menor»
El récord de voto en blanco y de abstención desde 1969 son síntomas de una sociedad civil enfrentada a su clase política. Una gran parte del electorado que votó a Macron lo hizo por el «mal menor»
En un feudo de la derecha tradicional
«Hay que taparse la nariz antes de que gane una ultra»
Axel reside con sus padres en el distrito VII de París, un barrio tranquilo y burgués que tradicionalmente vota a la derecha francesa. Como sus vecinos, respaldó en la primera vuelta del 23 de abril al cabeza de lista de Los Republicanos, el conservador François Fillon, porque «era el candidato que mejor representa mis ideas políticas». Estudiante de Económicas de 18 años, Axel lamenta que «Alain Juppé [el alcalde de Burdeos] no hubiera sido el candidato conservador». Con él, asegura a LA RAZÓN, «habríamos superado a Le Pen en segunda vuelta». Axel, que no oculta sus simpatías con el programa económico de Macron, cree que su juventud le acerca a las nuevas generaciones. «Conoce muy bien nuestro tiempo y maneja mejor que los políticos tradicionales las redes sociales».
Junto a nosotros, Nathalie, la tía de Axel, reconoce que se sintió tentada a abstenerse «porque ninguno de los dos me convence». «Le Pen es una radical y Macron es demasiado joven», zanja esta funcionaria, que teme que el presidente «sea un continuador de algunas de las políticas fracasadas del [François] Hollande».
También apelaron al voto útil Mathieu, estudiante de Derecho de 25 años, y su amiga Marie. Ambos votaron al líder de En Marcha como «mal menor», reconocen. Él había apostado en la primera vuelta por el malogrado aspirante socialista, Benoît Hamon (6,3%), mientras que ella se abstuvo porque «no encontraba ningún candidato que la atrajera». Ahora, sin embargo, «la posibilidad de que Le Pen llegue al poder no me permitía mantenerme al margen». Como Mathieu, Marie piensa que «hay que taparse la nariz antes de permitir que la extrema derecha siga ganando posiciones» en el panorama político nacional. Y decimos nacional porque en París la líder ultra no superó el 5% de votos, lo que explica las grandes dificultades que encontramos para toparnos con un votante de extrema derecha que se reconozca como tal en la capital.
En un feudo de la izquierda radical
«No voy a apoyar con mi voto las políticas neoliberales»
La actividad bulle en el distrito XI parisino, entre la Plaza de la República y la de la Bastilla. Éste es el tradicional manifestódromo parisino y feudo del izquierdista Jean-Luc Mélenchon y su Francia Insumisa, que quedó en cuarta posición en la primera vuelta con el 19,5% de apoyo. Precisamente, el destino de los siete millones de votos insumisos cosechados en abril explican en gran parte el resultado electoral de anoche. Muchos han seguido la recomendación de la consulta electrónica de las bases, que decidieron abstenerse o votar en blanco ante la criticada equidistancia de su líder Mélenchon, que no pidió apoyar a Macron, algo que sí hizo en 2002 para el neogaullista Chirac con el fin de cerrar las puertas del Elíseo a Le Pen padre.
Nathalie, una profesora jubilada que durante años votaba al viejo Partido Comunista y que ahora opta por Francia Insumisa o el Frente de Izquierdas, hablaba ayer del sentido de su voto. «Mélenchon es el único que dice las cosas como son y propone alternativas», defiende. «El resto son más de lo mismo», asegura Nathalie a este periódico. «Claro que no quiero que gane Le Pen –admite–, pero tampoco voy a permitir con mi voto que Macron aplique las políticas neoliberales con las que no estoy de acuerdo», como la ley del trabajo, contra la que Nathalie se ha manifestado en estas mismas calles.
Mathieu, estudiante de Derecho, nos cuenta que tiene varios amigos que votaron por Mélenchon hace dos semanas y en esta ocasión lo han hecho por Le Pen. «No son fachas», justifica el joven. «Simplemente piensan que es necesario sacudir el sistema político francés para que realmente ocurra algo de verdad». «Yo –dice con tristeza– lo he hecho por Macron sin convencimiento alguno. No comparto sus ideas y no creo que nos traiga nada bueno», admite Mathieu, que añade: «Como [el ex primer ministro Manuel] Valls, creo que Macron es un político de derechas aunque no quiere reconocerlo», asegura.
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