Unión Europea
La hora del europeísmo
En los doce meses transcurridos desde el referéndum del Brexit, se han producido ya importantes sucesos, que avalan los perversos efectos que muchos pronosticaban para la sociedad y la economía británica. El euro se ha revalorizado respecto de la libra esterlina; la tasa de inflación interanual en el Reino Unido ha subido hasta el 2,9%; el salario mínimo se ha reducido en un 3,5% y el índice de la bolsa londinense ha crecido por debajo de las principales bolsas del resto del mundo.
En el ámbito político, el catastrófico resultado del partido conservador en las últimas elecciones británicas celebradas el pasado 8 de junio, contrasta poderosamente con los obtenidos por el europeísta Macron en Francia y los previsibles de la canciller Merkel en Alemania el próximo mes de septiembre. Ello permite definir un escenario negociador claramente asimétrico en beneficio de Bruselas y en perjuicio de Londres. De una parte se encuentran 27 países que han sido capaces de aunar sus diferentes intereses y posiciones negociadoras en un documento negociador común. En el otro nos encontramos con una debilitada Theresa May que ha perdido la mayoría parlamentaria y que será acosada tanto por el partido laborista como por las diversas tendencias de su propio partido.
Respecto del calendario negociador el plazo lo determina la Unión Europea, de acuerdo con el Artírculo 50 de la UE, puesto que es a ella a quien le corresponde ampliar o no el plazo de dos años. La presión de ese control europeo del calendario ya se ha puesto de manifiesto al constatar que la negociación se ha iniciado en las fechas previstas, a pesar de que oficialmente todavía no se ha configurado la nueva mayoría parlamentaria en Westminster.
En cuanto a la agenda, la posición comunitaria ha sido claramente definida por el Consejo Europeo del 29 de abril en sus orientaciones para la negociación. En este documento se establece una negociación por fases, al tiempo que se reafirma el principio de que «nada está acordado hasta que todo esté acordado» lo que implica la imposibilidad de llegar a acuerdos parciales o por temas. De semejante situación se pueden extraer algunas conclusiones preliminares. La primera es que el período negociador estará dominado por la incertidumbre, generada por los inevitables vaivenes de las negociaciones y alimentada por la presión noticiosa de los medios de comunicación, ya que resultará imposible desarrollar una negociación a puerta cerrada. Ello promoverá los movimientos financieros especulativos, mantendrá en una situación de precariedad jurídica a los ciudadanos y trabajadores residentes en ambas partes y dificultará las estrategias comerciales e inversoras recíprocas con un horizonte a medio plazo.
En segundo lugar y a pesar de las declaraciones políticas, la cooperación judicial, policial y de defensa entre el Reino Unido y la UE se deteriorará progresivamente a medida que se acerque el momento de la salida final, afectando a la seguridad interior de ambas partes, incluyendo la lucha contra el terrorismo, la criminalidad organizada y la piratería, pero también al proceso de control de los flujos de poblaciones desplazadas.
Finalmente, durante el proceso negociador tanto el Reino Unido como la Unión Europea deberán abrir nuevas áreas de expansión comercial y financiera que compensen, al menos parcialmente, las pérdidas derivadas del Brexit. En este contexto, la ratificación del Acuerdo Económico y Comercial Global con Canadá y un futuro acuerdo con México, adquieren una importancia económica poco discutible.
En resumen, un año después del Brexit hemos entrado ya en la etapa negociadora que será el principio del fin de una historia común entre el Reino Unido y la Unión Europea.
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