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La memoria del Holocausto según Jacobo Drachman: no olvidar

Con motivo del Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto visita en Madrid la exposición “Auschwitz. No hace mucho, no muy lejos”

Jacobo Drachman / Foto: Anuska Sandroni
Jacobo Drachman / Foto: Anuska Sandronilarazon

A Jacobo Drachman le quebraron la inocencia cuando tenía cinco años

A Jacobo Drachman le quebraron la inocencia cuando tenía cinco años. Nacido en 1935 en Lodz (Polonia), su vida se convirtió en un torbellino emocional cuando el 1 de septiembre de 1939 los nazis invadieron Polonia. Su ciudad, de mayoría judía, ya no era la que conocieron sus padres. Fueron perseguidos, represaliados y encarcelados, por dicho de forma amable, en “ghettos”. Esta semana, con motivo del Día de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, su testimonio es vital, para no olvidar y, sobre todo, para saber lo que pasó de primera mano, porque invitado por el Centro Sefarad Israel estuvo en la exposición de “Auschwitz. No hace mucho, no muy lejos”, cuyas visitas superan las 750.000 personas.

Jacobo, antes, Jacob, aprendió a una edad muy temprana a ser un pillo. En Auschwitz estuvo junto a su familia cuatro días, bastantes para saber lo que le esperaba. En 1944, fue enviado al campo de concentración más sofisticado de la Historia. Les dividieron por grupos, le separaron de su madre mientras a su padre le calificaron como “apto para trabajar”. Él era un menor, un desecho que había que eliminar cuando antes junto con ancianos y enfermos. Pero él, por instinto pensó que “algo no funcionaba” y abandonó la fila para agarrarse a la mano de su progenitor. Lo cuenta con acento sudamericano, porque desde que escapó de aquel infierno vive en Uruguay. “Cuatro días en Auschwitz nada más, en un minuto te quemaban . Algunos ni siquiera tuvieron tiempo para comer, llegaban en el tren, se desnudaban, entraban por la escalera al trabajo y no salían”. Cuando en la exposición ve la fotografía de uno de los profanaron su infancia comenta: “Tú, tú fuiste quien me separó de mi padre”, con voz callada. Volvamos a Auschwitz. En ese momento entendió que aquella tragedia solo había una opción, ser un superviviente. Cual pícaro español novelado en “Lazarillo de Tormes”, “yo agarraba el pan corriendo porque los grandes me lo querían quitar. Mi padre me hizo un cuchillo, que aún guardo, como la estrella de David que me cosieron. Le pregunté por qué y me dijo: Te lo doy para cortar, para comer y para defenderte de los judíos que te quieren quitar el pan. Salí corriendo, no los culpo, tenían hambre como yo”. De las personas que no sobrevivieron por el gas, el Zyclon B, un pesticida con cianuro, dice: “El gas mata más rápido, Nadie me creyó”. La historia de Jacobo no se acabó allí, fue trasladado a otro campo de concentración sin tanta atención mediática Stutthof, en Danzig, fue el último campo de concentración liberado. Pero ahí no acaba su historia. Fue a un tercer campo de concentración, en Dresden. Jacobo recuerda una historia. “Tenía ganas de vivir, era un atrevido, un buen ladrón. A las diez de la mañana ya salía a robar, porque la gente que no comía se moría. Pero tuve una pulmonía. En el barracón había dos capos: Carlo y Max. El primero era un buen muchacho, el segundo un sádico, un cínico un hijo de perra. Cuando veía que algunos prisioneros se iban a morir, él se sentaba a su lado fumando su pipa. Le encantaba verlos perecer. Abrí un día los ojos, cuando estaba enfermo y le vi, pero no me fallecí”.

¿Cómo sucedió el Holocausto? Drachman no se corta. Aparte de Hitler y las SS hubo la complicidad de muchos ciudadanos, entre ellos la población polaca, el país donde nació y cuyos algunos de los ciudadanos fueron cómplices. No quiere hablar de su país de origen. Tiene 83 años, recorrió Europa, sin encontrar ningún sitio donde asentarse y él y su familia en 1946 se fueron a Uruguay. Su testimonio es: su edad, está casado, tuvo dos hijos nueve nietos y seis bisnietos. Su lema es: “No olvidar, no perdonar, pero no odiar”.