Moscú

La propaganda del putinismo en Sochi

El presidente ruso se vuelca en el éxito de los polémicos Juegos de Invierno que han creado un agujero financiero

CON EL ÚLTIMO DICTADOR DE EUROPA Putin practicó todos los deportes en Sochi incluso con su aliado el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenko
CON EL ÚLTIMO DICTADOR DE EUROPA Putin practicó todos los deportes en Sochi incluso con su aliado el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenkolarazon

Dentro de exactamente un mes arrancarán en Sochi los Juegos Olímpicos de Invierno, los primeros que organiza Rusia en su historia y un empeño del presidente Vladimir Putin, quien se implicó de forma muy directa en la candidatura y hasta participó personalmente en la exposición final al Comité Olímpico. De Putin fue la rocambolesca idea de llevar la sede a una ciudad balneario a orillas del mar Negro, con el resultado de que la organización lleva meses teniendo que producir toneladas de nieve por si al final falla la meteorología, algo no descartable en latitudes tan meridionales. El presidente no ha escatimado en gastos. Ha habido que construir las infraestructuras casi desde cero y los de Sochi se han acabado convirtiendo en los JJ OO más caros de la historia: han costado 38.000 millones de euros que, pese al tamaño de la economía rusa, están ya creando un verdadero agujero en las finanzas del país. Pero el éxito de la fiesta olímpica depende también de los invitados, los participantes, y por desgracia para Putin las mayores potencias del mundo en deportes de invierno son países occidentales cuya relación con Rusia se ha tensado en los últimos dos años, desde su regreso a la Presidencia. EE UU, Alemania, Canadá y los países nórdicos presentarán las delegaciones más numerosas, tanto de deportistas como de aficionados y periodistas. De esos países, y no de China, Venezuela o Bielorrusia, los socios más cercanos de Rusia, depende buena parte del prestigio y éxito organizativo de los Juegos. Putin no quiere verse en su gran cita flanqueado en el palco por autoridades de segunda, embajadores en vez de presidentes. También preocupa la imagen de gradas medio vacías de aficionados, algo que, por cierto, es un problema estructural del deporte ruso. Por eso, con la intención de suavizar la relación con Occidente, el presidente lleva a cabo desde hace casi un mes una campaña de relaciones públicas. En ella se enmarca la amnistía que concedió a las Pussy Riot y a los activistas de Greenpeace detenidos en el Ártico, casos mediáticos pero una medida más simbólica que práctica, pues las primeras estaban a sólo tres meses de finalizar su desmesurada condena de dos años y los segundos ya había obtenido la libertad condicional. Pero la medida estrella de esta campaña pre olímpica de Putin fue el indulto a su otrora enemigo número uno, el antiguo oligarca Mijail Jodorkovski, tras ocho años en prisión. Le excarceló, sí, pero también le metió a renglón seguido en un avión al extranjero sin billete de vuelta, con un proceso pendiente en Rusia, para disuadirle de regresar y asegurarse de que no se erige en una amenaza a su poder. Por último, el presidente Putin provocó hace unos días una polémica prohibición de manifestarse en la ciudad de Sochi durante los Juegos. Utilizando una expresión rusa, se trata de medidas «cosméticas», pequeñas concesiones a Occidente para esconder debajo de la alfombra algunos de los problemas de fondo del país, como el ahogamiento de cualquier oposición de relieve y la limitación de la libertad de expresión.