Ankara
La tragedia minera desata la cólera contra Erdogan
Del dolor por la muerte de al menos 274 mineros a la rabia y la indignación por su situación laboral y la respuestas del Gobierno. Ése ha sido el camino que recorrió Turquía en una triste jornada en la que se han esfumado las esperanzas de rescatar con vida a los 120 trabajadores que seguían dentro de la excavación en Soma, en el extremo occidental del país. Al fuego que aún ardía dentro de la mina, después de una explosión, unas palabras del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, avivaron las llamas de la indignación por lo sucedido.
En lugar de expresar sin tapujos su pésame, pena y solidaridad por la tragedia, el primer ministro redujo la importancia de lo sucedido. Aseguró que «estas cosas pasan todo el tiempo», a lo que agregó una larga lista con los principales accidentes mineros sucedidos en todo el mundo en el último siglo y medio. Erdogan recordó que entre 1942 y 2010, unos 900 mineros murieron en Turquía en una serie de accidentes, siendo el mayor el ocurrido en 1992, que causó 263 fallecidos. Como si eso fuera a tranquilizar a los afectados y sus familiares. A lo largo del día, miles de personas en todo el país salieron a la calle en las principales ciudades turcas para expresar su malestar e indignación con las autoridades.
La ira de la gente en Soma obligó al propio Erdogan, quien suele ser recibido con entusiasmo por sus seguidores en cualquier parte del país eurasiático, a esconderse en un supermercado. Las fuerzas del orden hicieron uso de gases lacrimógenos y cañones de agua a presión para dispersar a los manifestantes en ciudades como Estambul, Ankara y Esmirna. En Soma, la ciudad del siniestro, donde Erdogan ofreció una rueda de prensa, la muchedumbre lanzó gritos e insultos contra el primer ministro, al que llamaron «asesino» y «ladrón». «Haremos lo posible en lo material y lo espiritual. Rezan por ellos en todos los cursos coránicos y serán recordados en el sermón del viernes», respondió el líder del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Además, prometió una «investigación legal para clarificar las circunstancias» del accidente, aunque se negó a adjudicar responsabilidades concretas y describió lo sucedido como un accidente «fortuito».
En la tarde de ayer todavía había un centenar de personas atrapada en el interior de la mina, por lo que el número de muertos parecía situarse con cierta seguridad cerca de los 350. Con ello, el accidente de Soma entrará en la historia como el incidente más trágico de la minería turca.
El sindicato turco de mineros calificó el incidente como una «masacre programada» y destacó que la empresa gestora de la mina emplea a numerosos trabajadores temporales para rebajar los costes laborales. La confederación de sindicatos turco TÜRK-IS ha convocado una huelga general para hoy en todo el país. En lugar de trabajar, los empleados turcos deberían permanecer en silencio en memoria de los fallecidos, dijo el sindicato.
Los 35 sindicatos que componen la confederación calificaron lo sucedido como el «asesinato» más grande cometido en un puesto de trabajo en la historia de Turquía. La minería es el sector industrial con más accidentes en Turquía, con un 10% de todos los siniestros. La empresa gestora, Soma Komur, opera la mina desde hace treinta años y es el principal productor turco de carbón, con una explotación anual de unas 5,5 millones de toneladas, lo que equivale al 7% de la producción nacional anual.
La compañía minera aseguró ayer en un escueto comunicado que el accidente de Soma sucedió a pesar de haberse cumplido las medidas más altas de seguridad y unos constantes controles. Soma Komur también anunció una investigación de lo sucedido, pero sus principales responsables no salieron a dar la cara en público. Las implicaciones políticas de lo sucedido en la mina de Soma y las posteriores protestas no están muy claras todavía. La reacción inicial de Erdogan y la represión de las fuerzas del orden hacen pensar que el Gobierno podría salir mal parado de este incidente. Sin embargo, la historia más reciente de Turquía demuestra que poco o nada parece afectar a la alta popularidad del AKP y de su controvertido líder, al que sus críticos acusan de ser poco dialogante e incluso autoritario.
La gran ola de protestas sociales que sacudió al país durante dos meses el año pasado y que pareció incendiar el país no afectó a la popularidad del primero ministro, que ha apostado por un discurso polarizador para garantizarse la fidelidad de los suyos.
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