Conciliación
«Libertad para Meriam y para Asia»
Terrible, indignante, increíble e inadmisible en pleno siglo XXI. Es todo lo que que me vino a la cabeza cuando conocí el caso de la doctora Mariam Ishaq Ibrahim a quien la Justicia de Sudán ha condenado a morir en la horca por ser cristiana tras ser denunciada por sus hermanos y no querer renunciar a su religión.
¿En qué sociedad vivimos en la que, todavía en algunos lugares, se puede condenar y ejecutar a una mujer de 27 años, con un hijo de dos años y embarazada cuando fue sentenciada y encarcelada solo por el hecho de profesar la religión que ha elegido? ¿Qué tipo de justicia existe en ciertos lugares en los que se prohíbe cambiar de religión y en el caso de que se haga la condena es la pena de muerte?
Escribo estas líneas para que no olvidemos a Mariam y otras mujeres como Asia Bibi también condenada a muerte en Pakistán acusada de blasfemia que, por querer ser libres en sus creencias religiosas esperan su ejecución, condenadas por quienes, atentando contra el derecho internacional de libertad religiosa y de pensamiento y contra el derecho a la vida, el derecho más fundamental del ser humano, malinterpretan, radicalizan y utilizan en su propio interés la religión.
Este fin de semana su marido pedía ayuda, desesperado, a la comunidad internacional para que Mariam, que ha dado hoy a luz a una preciosa niña, sea liberada. Mientras tanto espera, junto a su hijo de dos años y a su niña con tan sólo unas horas de vida, que también están recluidos con ella, a que la condena se cumpla no antes de dos años, que es el plazo que han marcado quienes la sentenciaron para cumplir la condena a muerte, en la horca, tras recibir cien latigazos por adulterio, el otro delito que se le imputa ya que el tribunal no reconoce su matrimonio por el rito cristiano. La cuenta atrás, con su alumbramiento, ya ha comenzado.
Desde aquí quiero sumarme, como presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso y como presidenta nacional de AFAMMER a estas denuncias y reivindicaciones para pedir la absolución y libertad de Mariam, para que pueda vivir felizmente con su marido y sus hijos y para hacer un llamamiento a la comunidad internacional para que, nunca, en nombre de ninguna religión mal entendida e interpretada desde los posicionamientos más fundamentalistas se pueda quitar la vida a nadie, porque el derecho a la vida es el mayor y más sagrado de los derechos humanos.
No dejemos que Mariam, ni Asia, ni tantas otras mujeres que luchan por su libertad caigan en el olvido. Pidamos todos los días que a nivel internacional se ejerza toda la presión posible para que estas mujeres, víctimas del islamismo radical, queden libres y vivan en paz y no mueran a manos de quienes atentan contra los derechos más fundamentales del ser humano.
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