Berlín

Merkel impulsa la Gran Coalición europea

El auge populista obliga a los partidos tradicionales a defender los logros de la UE

Merkel impulsa la Gran Coalición europea
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Llevar hasta Bruselas la fórmula que existe y que funciona en Berlín. Ésta es la propuesta de la canciller alemana, Angela Merkel, quien en una entrevista concedida ayer al periódico «Leipziger Volkszeitung» se mostró confiada en lograr una «propuesta consensuada» entre la Gran Coalición que lidera para la formación de la nueva Comisión Europea (CE). Con la seguridad que supone tener las encuestas a su favor, la canciller aseguró que si tras meses de duras negociaciones, fueron capaces de crear una coalición sólida entre su partido y los socialdemócratas que les permitió equilibrar el presupuesto alemán o llevar a cabo importantes reformas en las pensiones o en política energética, también, según sus palabras, «lograremos ponernos de acuerdo para la composición de la futura CE» y no sólo, continúa la canciller, en lo que se refiere a la designación de los diferentes cargos, «sino a la atención de las futuras tareas que tendrá que asumir la Comisión». La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y sus hermanos bávaros de la CSU respaldan, como el resto de las formaciones del Partido Popular Europeo (PPE), al luxemburgués Jean-Claude Junker, aunque en Alemania la imagen de la canciller ha sido la utilizada para atraer al elector.

Diferencias aparte, todo apunta a que Merkel intentará llevar hasta Bruselas el grueso de sus políticas por mucho que el FMI haya exigido a Berlín que adopte más medidas para fortalecer su crecimiento y el de la eurozona. De hecho, durante los últimos días Merkel ha manifestado que no tiene por qué haber un «automatismo» entre los resultados de las próximas europeas y la propuesta que los líderes de los Veintiocho acaben presentando para el nuevo presidente de la Comisión. Algo que no ha gustado al candidato del Partido de los Socialistas Europeos (PSE), Martin Schulz, quien considera que no proponer al aspirante del partido más votado sería poco democrático.

Pero la cooperación entre los dos grandes partidos no se limitará a Bruselas. La previsible subida de los partidos antieuropeos en las elecciones europeas obligará a socialistas y populares a unir fuerzas en la Eurocámara. Capitalizando el descontento de la población tras cinco años de crisis económica y desempleo, los partidos populistas aspiran a dar la campanada en las urnas para combatir a la UE desde dentro. Con victorias previsibles en Reino Unido, Francia, Países Bajos o Dinamarca, los partidos eurófobos tienen en común su odio al extranjero, el rechazo al euro y la exigencia de renacionalizar políticas comunitarias. Víctimas de una enorme crisis de confianza, los partidos tradicionales no han sabido hacer frente al discurso populista. Por el contrario, su respuesta ha sido o bien ignorarlo o bien asumir parte de su agenda para volver a seducir al electorado perdido.

Esta dialéctica de europeístas frente euroescépticos está centrando una campaña electoral que debía haber sido la más politizada de la historia de la UE. La primera en la que los principales partidos (populares, socialistas, liberales, ecologistas e izquierdistas) han presentado un candidato para presidir la Comisión Europea. Por primera vez los electores han podido poner cara a los programas políticos para elegir al futuro jefe del Ejecutivo comunitario. La campaña que iba a enfrentar a derecha e izquierda se ha convertido en una muy distinta entre proeuropeos y antieuropeos. Una polarización que ha usurpado el debate político a los 390 millones de electores. El PPE y el PSE a duras penas han podido mostrar las diferencias programáticas que les separan.

El peso del euro y Schengen

El Parlamento fragmentado que dibujan las encuestas, con un 25% de diputados eurófobos y ultraderechistas, forzará a populares y socialistas a pactar para proteger logros de la UE como la libre circulación o el euro. Para ello contarán con liberales y ecologistas. Elina Viilup, investigadora principal del CIDOB, explica a LA RAZÓN que «en un Parlamento Europeo consecuentemente fragmentado, la lógica ideológica disminuirá, y podrán llegar a dominar dinámicas pro y antiintegración». Viilup alerta, sin embargo, de que la mayor presencia eurófoba en la Eurocámara «puede obligar a las principales fuerzas a posicionarse más a la derecha en inmigración y fronteras, así como a tener una visión mas critica sobre una mayor integración en la UE».

Durante la pasada legislatura, el PPE y el PSE votaron juntos en un 70% de las ocasiones. Sin embargo, este «cordón sanitario» contra los que abogan por menos Europa no puede ocultar que la Unión Europea es cada vez menos bipartidista. Socialistas y populares han pasado de controlar el 68% de la Eurocámara en 1989 al 56% que, según los sondeos, sumarán tras el 25-M.