Guerra

"Me metí debajo de la cama para esconderme": el relato de uno de los 23 rehenes tailandeses liberados por Hamás en Gaza

Wichian Temthong está de regreso en Tailandia y vive en una pequeña habitación en un barrio industrial al sur de Bangkok junto a su esposa Malai

Los rehenes tailandeses celebran su liberación tras estar retenidos por Hamás en Gaza
Los rehenes tailandeses celebran su liberación tras estar retenidos por Hamás en GazaTwitter

"¿Tengo suerte o mala suerte?" Wichian Temthong reflexionó sobre la pregunta. "Supongo que tengo suerte, porque todavía estoy aquí, todavía vivo". El trabajador agrícola de 37 años es uno de los 23 rehenes tailandeses que fueron liberados por Hamás el mes pasado. Ahora Wichian está de regreso en Tailandia y vive en una pequeña habitación en un suburbio industrial al sur de Bangkok con su esposa Malai.

Si bien él sobrevivió, tres jóvenes israelíes que conoció en cautiverio no lo hicieron. Los soldados israelíes los mataron a tiros por error.

Temthong había llegado a Israel sólo a finales de septiembre, obligado como tantos tailandeses desde el noreste pobre del país a buscar trabajo mejor remunerado en granjas israelíes. Después de nueve días lo trasladaron a un huerto de aguacates en el kibutz de Kfar Aza. El 7 de octubre, su primera mañana allí, se despertó con el sonido de los disparos.

Sus compañeros de trabajo tailandeses le aseguraron que era algo normal, pero cuando los disparos se intensificaron hacia el mediodía, decidieron encerrarse en uno de los edificios. Antes de que pudieran hacerlo, irrumpieron hombres armados, uno de ellos con una granada de mano. Empezaron a golpear a los tailandeses con las culatas de sus rifles.

"Me agaché así y grité 'Tailandia, Tailandia, Tailandia'", dijo, mostrando cómo se tapaba la cabeza con los brazos. "Pero seguían golpeándome. Todo lo que pude hacer fue mantener mi cara hacia abajo. Un tipo me pisoteó con los pies. Me metí debajo de la cama para esconderme. Intenté enviarle un mensaje de texto a mi esposa para decirle que me estaban llevando, pero me arrastraron por la pierna".

Temthong finalmente fue llevado a túneles profundos bajo Gaza, y permaneció allí durante 51 días. La suya fue una experiencia solitaria, porque era el único tailandés y no habla inglés, por lo que sólo podía comunicarse a través de dibujos y gestos con las manos.

Las condiciones eran sombrías. Los rehenes eran alimentados sólo una vez al día; a veces esto no era más que un trozo de pan y un dátil seco. "Cuando estaba angustiado, venían y me hablaban para calmarme, pero no podía entenderlos. La única manera de salir adelante era pensando en los rostros de mis hijos, mi esposa y mi madre.

"Cuando no había nada más que hacer, simplemente me sentaba contra la pared y meditaba. Seguía pensando en lo mismo una y otra vez, que era que tenía que sobrevivir", agregó . Recuerda a los otros rehenes que estaban con él en los túneles; tres jóvenes israelíes - Yotam, Sammy y Alon - que permanecieron en cautiverio después de su liberación, sólo para ser asesinados a tiros por nerviosos soldados israelíes cuando salían, agitando un paño blanco, el pasado viernes.

Acababa de ver las noticias, con sus fotografías, cuando llegamos a entrevistarlo. "Todos los días, mis amigos extranjeros y yo tratábamos de apoyarnos mutuamente. Nos dábamos la mano y chocamos los puños. Ellos me animaban abrazándome y dándome palmadas en el hombro. Pero sólo podíamos comunicarnos usando nuestras manos", explica el tailandés.

Descubrió que Yotam era baterista y que a Sammy le encantaba andar en motocicleta y trabajaba en una granja de pollos. Temthong intentó enseñarles algunas palabras tailandesas. Indicó que dos de los israelíes estuvieron con él en el túnel desde el primer día. El tercero se les unió el 9 de octubre.

Afirma que sus captores lo trataron con indulgencia, pero que en sus primeras semanas bajo tierra, dos de los israelíes fueron a veces golpeados con cables eléctricos. "Siempre teníamos hambre. Sólo podíamos beber agua a sorbos. Una botella grande tenía que durar de cuatro a cinco días, una embotelladora más pequeña, dos días", recalca.

Realmente Temthong sufrió por no poder lavarse. Se les permitía dormir de día, no de noche. Siempre estaban húmedos; nada se secaba en los túneles. Se mantuvo ocupado tratando de limpiar la sala de estar. Incluso ayudó a los guardias de Hamás a mover los escombros que entraron en el túnel después de que fuera alcanzado por una bomba.

Al cabo de un mes, los cuatro rehenes fueron trasladados a un nuevo túnel. "Sobre las siete de la tarde nos subieron. Pero en cuanto lo vi, mi corazón quiso volver corriendo al túnel. Se podían ver luces brillantes por todas partes debido a los combates aéreos. Escuché drones volando por todo el lugar y el sonido de disparos. Tuvimos que correr durante 20 minutos, tratando de evitar los drones", detalla Temthong.

El tailandés dice que sus captores lo alentaron a contar los días en un calendario e incluso le llevaron un reloj, porque seguía preguntándoles la hora. El final de su terrible experiencia llegó de repente. "Vinieron señalándome y diciendo 'tú, vete a casa, Tailandia'". Vio la luz del día por primera vez en 51 días, fue entregado a la Cruz Roja y conducido a través de la frontera con Egipto.

"En todo el tiempo que estuve allí nunca derramé una lágrima. Pero una vez que subí y vi a los otros dos tailandeses liberados, los abracé y lloré. Nos abrazamos en grupo y nos sentamos con lágrimas en los ojos, preguntándonos cómo podríamos haber sobrevivido. Cuando regresé a Tailandia me dieron un nuevo nombre. Me llamaron 'el superviviente' y 'Mr. Mucha Fortuna'", asegura.

Sin embargo, todavía necesita pagar la importante deuda que contrajo (alrededor de 6.000 euros) para cubrir el coste de su viaje a Israel. Nunca tuvo la oportunidad de ganar dinero allí.

Temthong confiesa que a veces tiene problemas para dormir y se despierta llamando a su madre. Pero afirma que regresaría a Israel sólo para tener la oportunidad de ganar y ahorrar un poco más.