Defensa

Las operaciones del bombardero B-21 Raider con un solo piloto apuntan a capacidades avanzadas de inteligencia artificial

La Fuerza Aérea de EE. UU. perfila ya la tripulación de su nuevo bombardero B-21 Raider, una aeronave con una inteligencia artificial tan avanzada que fue concebida desde el principio para volar sin nadie a bordo

La primera fotografía del bombardero B-21 Raider en pleno vuelo
La primera fotografía del bombardero B-21 Raider en pleno vueloJonathan Case, Northrop Grumman

La llegada del bombardero furtivo B-21 Raider representa mucho más que una simple renovación de material para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Se trata de un cambio profundo en la doctrina de combate aéreo de Washington, una apuesta decidida por la interconexión, la inteligencia artificial y la máxima flexibilidad para asegurar la hegemonía militar en un escenario global cada vez más complejo. Este avión no es solo una nueva arma, sino la piedra angular de una nueva forma de entender la guerra. Esta modernización responde a una creciente preocupación en el Pentágono, donde análisis recientes concluyen que Estados Unidos necesita más bombarderos para hacer frente a los desafíos futuros.

Esta concepción de adaptabilidad ha estado presente desde el primer día. Un informe del Inspector General del Departamento de Defensa estadounidense, que data de 2015, ya establecía como requisito fundamental que el bombardero estuviera diseñado para ejecutar tanto operaciones tripuladas como no tripuladas. Esta capacidad dual demuestra que el B-21 fue ideado desde su origen como una plataforma versátil, capaz de amoldarse a las exigencias del campo de batalla moderno. Esta visión de futuro no se limita al dominio aéreo, ya que se están desarrollando plataformas autónomas en otros ámbitos, como el submarino inteligente 'Tiburón Fantasma' para operaciones navales no tripuladas.

En este sentido, la reciente propuesta del Comando de Ataque Global de la Fuerza Aérea de que la aeronave opere con solo dos tripulantes —un piloto y un oficial de sistemas de armas— no hace más que confirmar el extraordinario nivel de automatización que se espera de ella. Aunque la decisión no es definitiva, la mera consideración de esta posibilidad subraya el papel central que la tecnología autónoma desempeñará en las misiones futuras.

Un nodo estratégico para el campo de batalla del futuro

Por ello, el rol del Raider va mucho más allá de la simple capacidad de ataque. El avión está llamado a ser una pieza multifuncional indispensable, asumiendo tareas de la gestión del campo de batalla, la guerra electrónica y la creación de redes de comunicación avanzadas. Tal y como ha publicado el medio especializado The War Zone, sus potentes sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento lo convierten en un centro neurálgico diseñado para penetrar y operar en los entornos más hostiles.

Asimismo, el B-21 no operará en solitario, sino que funcionará como el eje de un complejo sistema de ataque de largo alcance. Su integración con otros activos estratégicos será crucial, destacando su sinergia con el nuevo misil de crucero con capacidad nuclear AGM-181 LRSO. Juntos, formarán la vanguardia de la disuasión y la capacidad de ataque profundo de Estados Unidos durante las próximas décadas. Además del LRSO, se espera que el B-21 sea compatible con armamento de última generación, como el nuevo misil hipersónico que Estados Unidos está desarrollando para garantizar la superioridad en ataques de precisión.

Actualmente, el programa avanza a buen ritmo bajo el impulso de la administración Trump. La Fuerza Aérea ya ha recibido los dos primeros prototipos de preproducción, que se encuentran en la Base Aérea de Edwards, en California, para iniciar una exhaustiva fase de pruebas. A estos aparatos se sumarán otros cuatro bombarderos que ya están en construcción, con el objetivo de disponer de una flota de al menos un centenar de unidades y que el avión entre en servicio antes de que termine la presente década.