Las correcciones
No se puede pedir a Israel un alto el fuego
Una tregua solo serviría para que Hamás vuelva a rearmarse como ocurrió en 2009, 2012, 2014 y 2021
Israel no tiene el solo el derecho a autodefenderse sino que tiene la obligación de hacerlo. La primera función de un Estado es garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En consecuencia si reconocemos el derecho de Israel a existir debemos también reconocer su derecho a defenderse de los terroristas de Hamás y de la Yihad Islámica. La barbarie del 7 de octubre ha hecho que la coexistencia entre el Estado de Israel y el autogobierno de Hamás en Gaza sea una quimera. Las Fuerzas de Defensa de Israel se enfrentan ahora a «una unificación de arenas» con la incursión terrestre en Gaza, el recrudecimiento de los combates contra Hizbulá en Líbano, en el Monte de Hermón y las Granjas de Cheba, y el intercambio de disparos en la vecina Cisjordania. Desde un primer momento, los israelíes fueron conscientes de que esta guerra no se limita a reestablecer la seguridad de su frontera sur sino que es una guerra por su supervivencia. La debilidad de Israel con Hamás sería aprovechada por sus enemigos regionales.
A estas alturas, pedir un alto el fuego sólo contribuiría a dar una ventaja militar a Hamás que mantiene secuestrados a 230 ciudadanos israelíes, decenas de ellos ancianos y niños. El ex enviado de Estados Unidos a Oriente Medio, Dennis Ross, publicó el pasado fin de semana un artículo en «The New York Times», en el que afirma que una tregua es contraproducente. Ross que ha dedicado 35 años de su vida profesional a encontrar una solución pacífica al conflicto cree que «poner fin a la guerra ahora significaría que Hamás ganaría». Supondría -argumenta- que su infraestructura militar siguiese activa, su liderazgo intacto y su control político de Gaza, indiscutible. Es lo que ha ocurrido tras los conflictos armados de 2009, 2012, 2014 y 2021. Si se acuerda un cese de las hostilidades, Hamás aprovechará este tiempo para recomponerse y rearmarse. Hasta ahora Israel había descartado el desalojo de Hamás de la Franja de Gaza por el temor a que lo que surgiese después fuera peor y por la complejidad estratégica de la batalla teniendo en cuenta la densidad del enclave y la telaraña de túneles. Si la Franja de Gaza tiene una superficie de unos 370 kilómetros cuadrados se estima que por debajo hay 500 kilómetros de galerías construidas. Sin embargo, las matanzas del 7 de octubre han convencido a los israelíes de que Hamás ya representa la peor amenaza a la que pueden enfrentarse. Después de cada guerra, la organización yihadista no se ha preocupado por construir un Estado del bienestar con hospitales y escuelas sino a ampliar su red de túneles. «La franja seguirá empobrecida, y la próxima ronda de guerra será inevitable, manteniendo tanto a los civiles gazatíes como a gran parte del resto de Oriente Próximo como rehenes de los objetivos de Hamás», concluía Ross.
Otra cuestión es la conveniencia de «pausas humanitarias» para permitir la entrada de ayuda humanitaria que alivie la situación de la población civil en Gaza. Con ninguno de los israelíes con los que he hablado me ha dicho que el objetivo es matar a civiles. Sí, en cambio, hemos visto a los líderes de Hamás alardeando públicamente del asalto a los kibutzs y asegurando que es una táctica que se estudiará en las academias militares. Este tipo de afirmaciones son las que separan la civilización de la barbarie, incluso en los tiempos de guerra.
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