Política

Proclamación de Felipe VI

Responsabilidad y prudencia

La Razón
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Si se preguntara a los españoles de hoy cuáles deben ser las cualidades de un buen gobernante, muchos señalarían la preparación, el sentido del deber, la prudencia y la responsabilidad. Pues bien, esas son las características que he observado a lo largo de los años en el Príncipe de Asturias, y actual Rey Felipe VI.

Un régimen político moderno necesita plena transparencia, y una de las grandes ventajas de nuestra Monarquía ha sido que la educación y la preparación del Heredero han estado sometidas, desde el primer momento, al escrutinio de la opinión pública. Don Felipe ha seguido un riguroso y completo plan de estudios: académico, internacional, militar, e institucional. Puedo recordar que uno de los últimos tramos de su formación institucional transcurrió en el Congreso, cuando yo lo presidía: el Príncipe asistió a las reuniones de la Mesa, la Junta de Portavoces, las Comisiones y el Pleno. Al final, le comenté que ya parecía acabada totalmente su formación para ser Rey y me respondió: «Los estudios, desde luego; pero la popularidad y la experiencia política del Rey Juan Carlos, ni se estudian ni se heredan; esos habrá que ganárselos».

El sentido del deber es la disposición permanente a cumplir aquello que corresponde al más alto servicio del Estado. Don Felipe ha sido educado en su familia en el sentido del deber. Don Juan Carlos y Doña Sofía saben del sufrimiento hasta del exilio. Y Don Felipe ha estado en todos los momentos decisivos al lado de su padre. Doy fe de que también en el ejercicio de sus funciones de representación nacional e internacional cumple ejemplar y minuciosamente los programas.

La prudencia política ha sido siempre la virtud por excelencia para los clásicos. Y para saber discernir se necesita formar el criterio tomando consejo. En el pensamiento español del siglo de Oro, la Teoría del Buen Consejo es capital. En el Ministerio de Defensa, tuve ocasión de comprobar cómo el Príncipe Felipe, tras estudiar los temas, preguntaba y pedía consejo de los expertos para llegar a la conclusión acertada y justa, incluso en detalles que podrían parecer menores como esperar el ascenso junto a los compañeros de promoción.

A ese saber recabar consejo, ponderar las opciones y tomar las decisiones se llama sentido de la responsabilidad. Saber que sólo uno es la causa final de los propios actos, por los que ha de responder. Esa es también la grandeza de la Monarquía (que algunos entienden frívolamente como irresponsabilidad) saber que, desde hoy, Felipe VI estará sometido al juicio de la Historia.