Geopolítica

Rusia juega con ventaja en África

La estrategia del Kremlin en África impulsa la demonización de Occidente a su favor

Níger.- El Kremlin afirma estar "preocupado" por la situación en Níger, más aún tras la reciente cumbre Rusia-África
Níger.- El Kremlin afirma estar "preocupado" por la situación en Níger, más aún tras la reciente cumbre Rusia-ÁfricaEuropa Press

Reconfigurando la célebre frase de Charles Baudelaire, podría decirse en lo que respecta a las relaciones entre Rusia y África que “el mejor truco que inventó el diablo fue convencer al mundo de que el diablo era otro”. Convencer a los africanos de que el diablo es Occidente, y Rusia una suerte de ángel salvador. Así podría resumirse la estrategia rusa en el continente, en una demonización de Europa con especial atención a Francia.

No cabe duda de que Europa ha participado de forma activa en la debacle africana, desde la esclavitud hasta las prácticas neocolonialistas realizadas en las últimas décadas (el apoyo a las dictaduras de Chad o el asesinato de Patrice Lumumba serían buenos ejemplos), como tampoco debería olvidarse que Europa es el continente con un mayor número de ayudas destinadas al desarrollo en África y su mayor socio comercial. Que los nacionales de Burkina Faso, Mali, Senegal o Níger sólo vean el lado oscuro de las relaciones entre África y Europa, dejando de lado estas ayudas y colaboraciones en el ámbito económico, es el objetivo que pretenden los agentes del Kremlin en el continente.

Que cada uno de los golpes de Estado ocurridos en el Sahel en los últimos dos años hayan llevado a una ruptura de las relaciones de los países afectados con Francia no es casualidad. Que los días que triunfaron los asaltos al poder en Burkina Faso y Níger se registraran ataques contra embajadas y consulados franceses, así y como quemas de banderas galas, tampoco es casualidad, como no lo sería que los manifestantes a favor de los gobiernos militares enarbolen de un momento a otro enseñas rusas que nadie sabe exactamente de dónde han salido. Ha llegado así el momento de aceptar que el frente de batalla contra Rusia, inmersos como nos encontramos en un escenario bélico de cuarta generación, sale de las líneas ucranianas para convertirse en una realidad en África.

Amigos, pupilos, hermanos

Desde Moscú juegan con ventaja. Tal y como dijo el presidente de Guinea Bissau, Sissoco Embaló, en su encuentro con Vladimir Putin durante la II Cumbre Rusia-África en este mes de julio, “estamos directamente conectados con Rusia […]. No sólo somos amigos, somos hermanos. Nunca olvidaremos el apoyo que nos dio el pueblo soviético en nuestra lucha por la independencia. Hoy hemos venido aquí como un pueblo independiente, pero lo somos gracias a vosotros. Y no lo olvidaremos”. El mandatario guineano se refiere así al apoyo ofrecido por la Unión Soviética a un puñado de naciones africanas que tuvieron que acceder a la independencia a través de la lucha armada. En países como Guinea Bissau, Angola, Mozambique y Cabo Verde, la ayuda de Rusia y Cuba fue fundamental: primero, para librarse del yugo portugués y, segundo, para instaurar a continuación gobiernos de corte comunista.

De la misma manera que Rusia participó de forma activa en la formación de conocidos líderes africanos. Al 165º Centro de Formación para Personal Militar Extranjero en Simferópol, Crimea, acudieron Agostino Neto (futuro presidente de Angola), Amilcar Cabral (revolucionario de Guinea Bissau), Sam Nujoma (futuro presidente de Namibia) y Oliver Tambo (cofundador del Congreso Nacional Africano, el partido político que gobierna en Sudáfrica desde que Mandela ganó sus primeras elecciones). Estas son las referencia que hace Sissoco Embaló y de las que también se aprovecha Rusia para señalar al demonio en Europa.

La estrategia rusa triunfa especialmente en naciones afectadas por el yihadismo desde la década pasada. Níger, Mali o Burkina Faso han visto cómo la amenaza yihadista no sólo se ha mantenido, sino que ha crecido pese a la presencia de los ejércitos europeos sobre el terreno. Los nacionales de dichos países, que ven a Europa como una imponente máquina militar (no olvidemos que los europeos conquistaron el continente en pocas décadas durante el siglo XIX), no alcanzan a comprender cómo es posible que no consigan derrotar a los yihadistas tras una década en sus países. Algo no les huele bien, aunque tampoco puede criticársele a un ser humano que se harte de sufrir. Y nacen los rumores. Se buscan culpables. Se dice que los franceses financian a los yihadistas. Que la CIA utiliza al yihadismo para controlar la región. Que la muerte de Gadafi, que en definitiva encendió la mecha terrorista, formaba parte de un plan ideado por la OTAN para hundir a los africanos.

Los rumores tampoco nacen necesariamente de actores rusos. El discurso antieuropeo es tan antiguo en África como la propia presencia europea en el continente. Rusia no hace en ocasiones sino beneficiarse de ello. Es cierto que existen grupos de presión financiados por el Kremlin, como es el caso de Yerewolo en Mali, donde nacionales malienses abogaban desde hace años por un cambio de partenariado en favor de Rusia. Igual que las campañas de propaganda rusa funcionan a toda máquina en República Centroafricana o Madagascar (donde Rusia apoyó a siete candidatos diferentes durante las elecciones de 2018). Pero también cabe a señalar un aspecto poco considerado por Europa, que pretende achacar cada acto en África a un interés externo al continente. Las naciones africanas ya son independientes, igual que sus habitantes y sus intereses; no sería lo mismo decir que una pugna de poder entre nacionales nigerinos beneficia a Rusia, que afirmar que el golpe de Estado en Níger es obra de Rusia.

Europa debe comprender este último aspecto, porque lo primero que solicita el africano por su parte es respeto. Decir que los actos africanos responden en exclusiva a los hilos rusos deniega la independencia de las naciones y termina por humillarlas. Y Rusia, a sabiendas de ello, también juega con los sentimientos europeos y se achaca más influencia de la que realmente posee en un continente que no está interesado en la victoria de Occidente o de Rusia en el conflicto global, sino en la huida de esa miseria inaguantable que atenaza sus sueños de libertad.