Grupo Wagner

Más allá de Wagner, el imperio de Yevgueni Prigozhin en África

Operaciones valoradas en miles de millones de dólares y un extenso conglomerado de empresas con presencia en varias naciones africanas muestran que el Grupo Wagner no es sino la punta de lanza del imperio que ha creado el oligarca

Un peatón pasa junto a un mural que muestra el logotipo del mercenario ruso "Grupo Wagner"
Un peatón pasa junto a un mural que muestra el logotipo del mercenario ruso "Grupo Wagner".ANDREJ CUKICAgencia EFE

Rumores. Eso es prácticamente todo lo que discurre sobre el Grupo Wagner en África. Rumores que los periodistas y organismos internacionales diseccionan durante meses hasta desmentirlos o comprobar su veracidad. Se sabe con certeza que la compañía de mercenarios rusos cuenta con efectivos desplegados en Mali, Sudán, República Centroafricana y Libia; que podría mantener operaciones en República Democrática del Congo, Camerún, Madagascar y Burkina Faso; hay quienes aseguran incluso que su presencia se expande también hasta Zimbabue, Angola y Esuatini. Rumores confirmados y sin confirmar que pretenden mostrar la radiografía de un grupo mercenario cuya función en África va más allá de los conflictos bélicos que se le atribuyen.

Llegados a este punto, debe aclararse que el Grupo Wagner no deja de ser el brazo armado de un complejo sistema empresarial creado por el oligarca ruso Yevgueni Prigozhin, cuyas organizaciones y compañías se cuentan por decenas a lo largo del globo. No puede entenderse la influencia de sus mercenarios en África sin incluir también el resto de las empresas fundadas por Prigozhin.

Mercenarios a la carta

En países como Madagascar, Sudán o Angola, los mercenarios que pueda haber se limitan a ofrecer protección a las minas que allí se encuentran, sin interferir en los asuntos de Estado. En otras naciones, como podrían ser Mali o República Centroafricana, los gobiernos solicitan la ayuda de Wagner para afrontar sus problemas internos, mientras que el pago suele realizarse a través de concesiones mineras dentro de sus territorios y que se encargan de explotar otras empresas de Prigozhin. Los mercenarios sirven en este caso como punta de lanza para introducir a posteriori las empresas encargadas de exprimir la tierra. Recluidos en las zonas mineras o próximos a las zonas donde se desarrollan los combates, las pruebas de su presencia se resumen a fotografías, declaraciones de testigos y destellos donde aparecen para proteger a los jefes de Estado durante alguna celebración nacional.

Los gobiernos africanos que solicitan los servicios de Wagner para su propio beneficio escogen a los mercenarios por una multitud de causas: ya sea porque las misiones de cascos azules de Naciones Unidas no son todo lo efectivas que gustaría, porque los medios de la Unión Africana son insuficientes para hacer frente a las amenazas o por simple recelo al legado colonialista que dejó Europa tras su paso. Wagner se muestra así como un socio efectivo, fiable (siempre que se les pague) y dispuesto a hacer el trabajo sucio.

Durante la masacre en Moura (Mali), donde elementos del ejército maliense asesinaron a cerca de 500 personas, los supervivientes aseguraron que un grupo de “soldados blancos” se encontraban presentes en el momento de la matanza. En la masacre de Aigbado (República Centroafricana), mercenarios Wagner dispararon de forma indiscriminada contra la muchedumbre y prendieron fuego a diversas viviendas, acabando así con la vida de 65 civiles. En los asesinatos de Bongboto (República Centroafricana), 13 hombres desarmados fueron ejecutados por mercenarios Wagner con un disparo en la nuca y arrojados a la cuneta de una carretera. En un ambiente de violencia extrema, como suele ser la lucha antiterrorista o una guerra civil, el Grupo Wagner es la herramienta perfecta para cualquier gobernante africano de corte autoritario y que no tiene ningún inconveniente a la hora de masacrar a su propia población.

El jefe del grupo hasta la fecha, Yevgueni Prigozhin, se ha vanagloriado en diversas ocasiones de que siempre “paga en efectivo” a sus combatientes, mientras que ofrece a los gobiernos africanos la oportunidad de abonar sus servicios por medio de determinadas concesiones en el campo de las materias primas. En República Centroafricana, el investigador de Naciones Unidas Sorcha MacLeod determinó que el grupo mercenario estaba recibiendo su pago a través de concesiones mineras otorgadas a una subsidiaria del grupo que también opera en Madagascar. La organización All Eyes on Wagner concluyó además tras una extensa investigación llevada a cabo en 2023 que el gobierno de Bangui ha concedido al oligarca ruso los derechos de tala de un total de 187.000 hectáreas de bosques para la venta de madera y la producción de café.

En cuanto a Mali, pese a que no existe ninguna evidencia consistente, los expertos consideran que es muy probable que Assimi Goita esté pagando a los mercenarios presentes en el país con concesiones para extraer el oro ubicado cerca de las bases Wagner en las localidades de Gao o de Ansongo. Que la presencia de mercenarios en ciertas naciones africanas viene vinculada al pago por medio de concesiones de explotación es más que evidente, aunque tampoco explicaría lo que verdaderamente supone la influencia de Prigozhin, con Wagner o sin él, en África.

Subsidiarias millonarias

La guerra en Ucrania y la morbosidad bélica que atrae hacia sí la compañía mercenaria ha apartado la mirada pública de lo que supone la mayor fuente de ingresos y poder del oligarca: Wagner no es más que una empresa dentro de un enorme conglomerado financiero y cuyas ramificaciones llevan, entre otras cosas, al alquiler de mercenarios. Debe tenerse en cuenta que, si Putin decidiera desintegrar su brazo armado o integrarlo en el ejército ruso tras los sucesos del 23 y 24 de julio, el resto de las empresas del oligarca no desaparecerían necesariamente del mapa, puesto que suponen una herramienta crucial para el desarrollo de las operaciones rusas en África.

Por ejemplo, una investigación llevada a cabo por The Africa Report demostró en enero de 2023 que Wagner había descargado en el puerto de Duala (Camerún) equipo de minería pesado, mientras que tres caravanas de camiones protegidas por mercenarios transportan cada semana materias primas desde Bangui (República Centroafricana) hasta Duala. Esto implicaría una enorme operación de minería valorada en cientos de millones de dólares.

Algo similar ocurre en Sudán, donde una investigación de la CNN determinó que el líder de la compañía había organizado en 2022 hasta 16 vuelos que salieron de Jartum y de Puerto Sudán en dirección a Rusia. Dichos vuelos habrían transportado al menos una tonelada de oro cada uno, valorándose la operación en un total de 988 millones de dólares a precio de mercado. Tal y como se ha comprobado tras el inicio de la tercera guerra civil sudanesa en abril de este año, el Grupo Wagner no se encuentra en Sudán con el objetivo de proteger al gobierno o cumplir con una misión de entrenamiento (dado que no se ha visto involucrado en los combates en curso), sino que su único interés radica en proteger las minas de Prigozhin al sur del país.

El propio Grupo Wagner también es más que un grupo mercenario. Tal y como quedó reflejado en un estudio del Global Initiative against Transnational Organized Crime (GI-TOC), “la compañía militar privada Wagner es el actor ruso con mayor influencia en África hoy en día, y sus actividades y la red de empresas fachada que la respaldan son una influencia maligna en el continente”. El mismo documento muestra una extensa variedad de empresas subsidiarias de Wagner y controladas por Prigozhin en el continente africano: Bois Rouge, Lobaye Invest, Sewa Security Forces y Midas Ressources en República Centroafricana; Kraomita Malagasy y Kraoma Mining en Madagascar; y Esnaad Engineering y Meroe Gold en Sudán, donde se piensa que esta última también ha comenzado sus operaciones en Mali.

Que Wagner (o Prigozhin) y Rusia (o Putin) no conforman necesariamente la misma entidad es algo que ha quedado patente durante la última semana. Aunque las operaciones del oligarca en África benefician al Kremlin en términos económicos y de influencia, no cabe duda, mientras los dictadores que contratan sus servicios armados venden a sus poblaciones la asociación con Wagner como si esta fuera una asociación directa con el Estado ruso; algo que no sería del todo cierto. El imperio de Prigozhin consiste en una entidad privada cuya expansión se ha vinculado, quizás en exceso, a Rusia, igual que la Compañía de las Indias Orientales se relacionó en su momento con el Imperio Británico sin que por ello dejara de ser una compañía privada y altamente militarizada.

Los rumores prosiguen hoy sin que la bruma se disipe del todo. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, anunció en una rueda de prensa en la mañana del 26 de junio que las operaciones de Wagner en Mali y República Centroafricana “continuarán”. Pero el discurso dado pocas horas después por Vladimir Putin, y donde se dejaba entrever la desintegración del Grupo Wagner o el destierro de sus integrantes a Bielorrusia, abre ahora la puerta a nuevas preguntas sobre el futuro de la organización en África.

Es pronto para llegar a la conclusión correcta, aunque no cabría duda de que una desintegración absoluta del grupo mercenario en África obligaría al Kremlin a rediseñar su estrategia en el continente, basada hasta ahora en una suerte de poder blando e indirecto, para interceder de forma mucho más abierta. Más de una década de secretos, medios de comunicación manipulados e hilos tirados en las sombras darían paso a una diplomacia institucionalizada que no llega a casar del todo con el modus operandi de Rusia en África. De la misma manera que habrá que ver qué ocurrirá con el complejo empresarial de Prigozhin: ¿Correrá la misma suerte que los proyectos del defenestrado Mijaíl Jodorkovski, siendo su imperio absorbido por el Estado, o le permitirá Putin mantenerlo como premio de consolación por su derrota?