Suecia

Suecia impone controles fronterizos temporales para frenar la ola de refugiados

El país nórdico, desbordado por las 190.000 solicitudes de asilo previstas para este año, reconsidera su generosa política de acogida.

La Policía sueca desaoja un campamento ilegal de gitanos en Malmö
La Policía sueca desaoja un campamento ilegal de gitanos en Malmölarazon

El país nórdico, desbordado por las 190.000 solicitudes de asilo previstas para este año, reconsidera su generosa política de acogida.

Desbordada por la llegada masiva de refugiados, Suecia restableció la medianoche del jueves los controles fronterizos con Alemania y Dinamarca. Con esta drástica medida, el país nórdico, según su primer ministro, el socialdemócrata Stefan Löfven, busca “restaurar el orden en nuestras fronteras”. Y es que en dos meses y medio, Suecia, el país de la UE que más desplazados per cápita recibe, ha registrado 80.000 solicitudes de asilo, equivalente a las cifras totales de 2014.

A instancias de la Dirección General de Migraciones, que prevé cerrar el año con la cifra récord de 190.000 solicitudes, el Gobierno rojiverde controlará su pasos fronterizos durante diez días, ampliables con toda seguridad a periodos de veinte. “Mi estimación es que diez días es muy poco tiempo y que [los controles] van a continuar mucho más], estimó ayer el director de Migraciones, Anders Danielsson. Desde Malta, donde participaba en una cumbre sobre inmigración entre líderes europeos y africanos, Löfven explicó que “cuando las autoridades nos dicen que están intranquilas por la seguridad y el orden en el país, entonces introducimos esas medidas. Es una cuestión de organización”.

Como ya han hecho en los últimos meses Francia o Alemania, las autoridades suecas se acogen a la cláusula de los Acuerdos de Schengen que permite restablecer los controles entre países europeos si existen serias amenazas “a la políticas nacionales o la seguridad interna”. Estocolmo ya recurrió a esta circunstancia tras los ataques terroristas de Anders Breivik en Noruega en 2011. Esta restricción a la libre circulación afectará a las 30.000 personas que cada día atraviesan en cocho o tren el puente de Oresund que une Dinamarca y Suecia. El trayecto llevará más tiempo debido a la petición de documentación que llevará a cabo la Policía de manera aleatoria. Asimismo, las compañías navieras que trasladan a pasajeros de Alemania a Suecia empezaron ayer a solicitar los papeles a sus viajeros. Como medida preventiva, el Estado federado de Schleswig-Holstein ya ha habilitado lugares para que puedan pasar la noche aquellos refugiados que se queden en tierra.

A partir de ahora, los desplazados deberán buscar otra ruta si su destino final es Noruega o Finlandia, solicitar asilo formalmente en Suecia o volver directamente a sus países de origen. Sin embargo, no todos los expertos están convencidos de que la medida contribuya a frenar la ola de asilados. “Paradójicamente, aquellos que no buscan asilo en Suecia y se dirigen a los otros dos países escandinavos se verán obligados a buscar otra ruta, por lo que existe el riego o la oportunidad de que lo soliciten en Suecia”, estima Robert Hard, director de la organización Defensores de los Derechos Civiles, en declaraciones al diario “Svenska Dagbladet”

Por su parte, los países vecinos muestran su comprensión con la repentina iniciativa sueca. “No creo que vayamos a reaccionar de forma inmediata al control de fronteras sueco. Pero seguimos la situación hora a hora”, declaró ayer la ministra de Integración danesa, Inger Støjberg. Mientras, la primera ministra noruega, la conservadora Erna Solberbg, aseguró al tabloide “Expressen” que “si esto significa controlar mejor a quienes llegan, entonces será para bien”.

Una situación insostenible

Ya hace diez días que el líder socialdemócrata tuvo que pedir ayuda a sus socios europeos tras constatar que la tradicional solidaridad sueca se encontraba al límite. “La situación actual no es sostenible. Suecia no puede acoger a más personas de la forma que solemos hacer, las autoridades y los municipios están en un momento límite”, explicó Löfven antes de lanzar una dura crítica a otros socios europeos más reticentes: “Suecia ha tenido durante mucho tiempo una gran responsabilidad injustificada en comparación con otros países de la UE, y ahora estamos bajo mucha presión”.

Con un 15% de población de origen extranjero, el país nórdico afronta la inmigración desde un doble frente. Por una parte, la llegada masiva de sirios, iraquíes, afganos o somalíes que huyen de la guerra comienza a ser inasumible para el generoso Estado del Bienestar sueco. La falta de viviendas para alojar a los refugiados ha obligado a las autoridades suecas a acondicionar barracones, antiguas cárceles y escuelas, además de construir campamentos de tiendas de campaña como solución provisional. Incluso una noche, 50 refugiados tuvieron que pasar una noche en la recepción del Departamento de Migraciones.

En segundo lugar, la situación está dando oxígeno al partido ultraderechista Demócratas Suecos, que no deja de crecer en las encuestas y se ha consolidado como la tercer fuerza del país escandinavo. Tanto para la izquierda en el poder como para la derecha en la oposición, la posibilidad de que los ultras se conviertan en el futuro árbitro político es una pesadilla que quieren evitar a toda costa. De ahí que en octubre alcanzaran un acuerdo para sustituir el permiso de residencia permanente por uno temporal de tres años. En medio de este clima, no dejan de aumentar los episodios xenófobos, como la veintena de ataques a centros de refugiados.