Política

Estados Unidos

Trump firma la paz con México

El presidente de EE UU y Enrique Peña Nieto anuncian un preacuerdo comercial que entierra el TLC de 1994. Ambos instan a Trudeau a sumarse a lo pactado o quedarse fuera.

Donald Trump speaks about trade at the Granite City Works steel coil warehouse in Granite City, Illinois, U.S., July 26, 2018. REUTERS/Joshua Roberts/File Photo
Donald Trump speaks about trade at the Granite City Works steel coil warehouse in Granite City, Illinois, U.S., July 26, 2018. REUTERS/Joshua Roberts/File Photolarazon

El presidente de EE UU y Enrique Peña Nieto anuncian un preacuerdo comercial que entierra el TLC de 1994. Ambos instan a Trudeau a sumarse a lo pactado o quedarse fuera.

Estados Unidos y México han alcanzado un pacto para sustituir partes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC o TLCAN en inglés) por un nuevo acuerdo comercial. Nada más arrancar el día Donald Trump anunció vía Twitter un «gran acuerdo». Minutos más tarde, salió en televisión para explicarlo. Lo acompañaba por vía telefónica el presidente de México, Enrique Peña Nieto, que aprovechó para agradecer la colaboración del equipo designado por el Gobierno mexicano entrante, e insistió en la importancia de que Canadá se sume a lo firmado.

También desde las redes sociales Nieto había explicado que habló durante el fin de semana «con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, sobre el estado de las negociaciones del TLCAN y el avance entre México y EE UU». «Le expresé la importancia de su reincorporación al proceso, con la finalidad de concluir una negociación trilateral esta misma semana», explicó.

Tanto Trump como Nieto son conscientes de que ningún tratado bilateral podría sustituir el TLC. Las industrias de los tres países están fuertemente interconectadas y resulta prácticamente imposible que una de las tres partes quede fuera. Las amenazas del presidente de EE UU, que citó las tarifas canadienses a los productos estadounidenses, formarían parte de una táctica pensada para forzar las conversaciones con el vecino del norte.

«El progreso entre México y Estados Unidos es un requisito necesario para cualquier acuerdo renovado del TLCAN», confirmó, por su parte, Adam Austen, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá. «Estamos en contacto frecuente con nuestros socios de negociación, y continuaremos trabajando para modernizar el NAFTA. Solo firmaremos un nuevo TLC que sea bueno para Canadá y bueno para la clase media. La firma de Canadá es necesaria».

Respecto a la letra del acuerdo, poco se supo excepto que uno de los puntos tendría que ver con los automóviles que se facturen en Norteamérica. Según adelantaron diversas fuentes, deberán incorporar, como mínimo, un 75% de componentes fabricados en EE UU y México. En la actualidad todo automóvil debe haber sido fabricado en Norteamérica en no menos del 62%. De lo contrario, se le aplicarán los aranceles correspondientes.

Pero la de ayer, y más allá de los avances en materia de automoción, fue también una ceremonia altamente simbólica. La primera novedad llegaba así con la nomenclatura. Según Trump, el NAFTA, que él mismo calificó del peor acuerdo comercial de la historia, tiene unas connotaciones muy negativas para muchas personas. De ahí que propusiera bautizarlo como Acuerdo Comercial EE UU-México.

El vicepresidente, Mike Pence, saludó inmediatamente el empeño de Trump por «lograr mejores acuerdos comerciales». «Después de un año de duras negociaciones», dijo, «Estados Unidos y México alcanzaron un acuerdo comercial justo y recíproco que fortalecerá las economías de ambos países». En su opinión, estamos ante «una victoria para los ganaderos, fabricantes y trabajadores de automóviles estadounidenses». Tras recalcar que las nuevas reglas no impedirán el comercio de productos agrícolas libres de impuestos, celebró la supresión de las «barreras no arancelarias» y, capítulo importante, y eterno caballo de batalla de los sindicatos estadounidenses, la implementación de «normas laborales más estrictas».

Robert E. Lighthizer, el hombre que lidera el equipo negociador de Estados Unidos, aseveró que el acuerdo equilibrará y modernizará la relación comercial entre ambos países, adaptándola a las necesidades del nuevo momento histórico. Subrayó que el acuerdo «protegerá la propiedad intelectual estadounidense y beneficiará a agricultores, ganaderos, trabajadores y empresarios de Norteamérica». Entre las disposiciones destacó nuevos comprobantes, para «incentivar la producción de piezas de automóviles en Estados Unidos» y unos «estándares laborales más estrictos y plenamente ejecutables de cualquier acuerdo comercial». Finalmente, elogió el empeño de la Casa Blanca liderada por el republicano Trump para renogociar y actualizar los acuerdos comerciales a nivel internacional, citando «un acuerdo con la Comisión Europea para terminar con los aranceles, aumentar las exportaciones de energía, reducir las barreras no arancelarias y abordar el comercio desleal», así como «enmiendas clave en el acuerdo comercial con Corea del Sur».

Lo que nadie hizo, ni Trump, ni Pence, ni Lighthizer, ni Peña Nieto, fue reconocer que el acuerdo comercial está todavía lejos de materializarse. Deberá ser refrendado por el Congreso de Estados Unidos, hay que contar con el cambio de Gobierno en México y, por supuesto, es esencial negociar con Canadá.

Al terminar su conferencia de prensa mutua con Peña Nieto, los periodistas preguntaron a Trump por John McCain, pero el presidente no quiso responder. Mientras, la revista «Qartz» informaba de que la bandera de EE UU no había sido arriada a media asta en la Casa Blanca en señal de respeto, sí lo fue en el Capitolio, y permanecería así hasta que terminaran los funerales por el senador de Arizona.