África

El último paciente de ébola recibe el alta en el Congo y comienza la cuenta atrás de la esperanza

Empieza el período de 42 días sin nuevos casos que la OMS exige para declarar el brote erradicado, mientras los equipos sanitarios mantienen la vigilancia extrema

RDCongo.- La OMS confirma un brote de ébola en RDC tras registrar 15 muertes y 28 casos
RDCongo.- La OMS confirma un brote de ébola en RDC tras registrar 15 muertes y 28 casosEuropa Press

Buenas noticias desde República Democrática del Congo (RDC). El último paciente de ébola en la provincia congoleña de Kasaï fue dado de alta este domingo. Su salida da comienzo a la cuenta atrás que, si se completa con éxito, concluirá con el anuncio oficial de que el último brote de ébola en RDC ha sido erradicado. Desde el alta de este domingo, deben cumplirse 42 días sin nuevos casos. No más, ni menos. Y no se trata de un número escogido al azar. En resumen, el periodo máximo de incubación del virus del ébola se estima en 21 días, y la Organización Mundial de la Salud exige dos ciclos completos (21x2=42) con las gráficas a cero antes de declarar un brote como terminado. Y la lógica tras los números es doble. Primero, porque ofrece un margen de seguridad frente a contagios que pudieron pasar inadvertidos en los últimos días y semanas. Segundo, mantiene a los equipos sanitarios en alerta hasta que el peligro haya pasado realmente. Todavía no es momento de bajar la guardia.

Las próximas seis semanas se caracterizarán por la habitual búsqueda de pacientes febriles, el rastreo de posibles contactos, pruebas, entierros seguros en los casos dudosos…. Todo ello, con la vista puesta en esa cuenta atrás que este lunes ha avanzado un paso: quedan 41 días.

Las cifras más fiables a las que se refieren las autoridades congoleñas determinan que este último brote tuvo 64 casos totales, de los cuales 53 fueron confirmados por laboratorio y los otros 11 fueron clasificados como probables. 43 personas fallecieron y 19 recibieron el alta; y el último contagio se registró el 25 de septiembre. La variante implicada en este último brote es el Zaire ebolavirus, la misma que ha protagonizado los episodios más severos en África central y occidental en las últimas décadas. Además, el epicentro de la enfermedad tuvo lugar en la provincia congoleña de Kasaï, en una región de accesos remotos y aldeas dispersas, lo que añadió una carga de dificultad (ya habitual en estos casos) a los equipos médicos encargados de combatir el brote.

Para tomar perspectiva conviene recordar que República Democrática del Congo y el ébola comparten historia desde el origen de la enfermedad. Fue en 1976, en la localidad congoleña de Yambuku, cuando se identificó por primera vez la enfermedad en humanos, y fue precisamente bautizada con el nombre de un río cercano para evitar estigmatizar a la aldea. El río Ébola. Desde aquel primer brote hasta hoy, el país africano ha registrado un total de 16 episodios, contando el actual.

El capítulo más mortífero de los registrados fue el ocurrido entre 2018 y 2020 en las provincias de Kivu Norte, Kivu Sur e Ituri. Se registraron 3.481 casos y 2.299 muertes durante casi dos años, en una zona donde deben añadirse las dinámicas generadas por violencia armada, los desplazamientos periódicos de la población civil y los ataques directos a centros de tratamiento por parte de algunos de los grupos armados que operan en la región. Detalles todos ellos que dificultan en sobremanera el seguimiento de la enfermedad y las formas de combatirla. El brote de 2018-2020 fue el segundo peor del mundo tras el ocurrido en África Occidental entre 2014 y 2016, y empujó a la comunidad internacional a declarar la emergencia de salud pública a nivel internacional.

De aquella experiencia quedaron cicatrices, sí, pero también una nueva arquitectura de respuesta que hoy explica por qué la curva se aplanó a tiempo en Kasaï. Los equipos están mejor entrenados y pueden sostenerse en cadenas de frío estables para vacunas, entre otras mejorías en la respuesta al temido virus.

Claro que nada de esto elimina el riesgo. El virus puede persistir durante meses en algunos fluidos de supervivientes y la cercanía de la población local con los animales garantiza que habrá un nuevo brote antes o después. Lo que ha cambiado, según parece, es la letalidad y la expansión de la enfermedad. Donde antes se temía por la vida de miles, o millones en potencia, hoy “solo” hay que lamentar medio centenar de muertes. Por eso es tan importante la imagen del domingo. Porque es el resultado del aprendizaje acumulado en los últimos años. Y da pie a la esperanza de que la próxima vez morirán menos, y menos. Paso a paso.