Irán
Un respiro a 36 años de hostilidad
El asalto a la embajada de EE UU en Teherán en 1979 marcó la ruptura entre Occidente e Irán, uno de los grandes valedores del terrorismo internacional
Desconfianza, traición y hostilidad son las tres palabras que definen la relación entre Irán y Occidente en los últimos 36 años. Tres décadas en las que el programa nuclear del régimen de los ayatolás ha sido el centro de atención y preocupación no sólo de los países de Oriente Medio, sino de Europa y Estados Unidos. En estos años, son seis los puntos que mejor pueden describir las razones de un desencuentro que ahora parece llegar a su fin o, al menos, al principio de éste: la Revolución iraní, su patrocinio del terrorismo internacional, el descubrimiento de su programa nuclear, la llegada al poder de Ahmadineyad, el empeño de Obama por conseguir logros en política exterior y la elección de Rohani como presidente de Irán.
El detonante se produjo en 1979, cuando Ruhollah Jomeini consiguió que los iraníes salieran a las calles y provocaran la caída de sha Mohamed Reza Pahlevi, una pieza clave en el tablero de las relaciones internacionales para EE UU. El entonces presidente Jimmy Carter decidió romper las relaciones diplomáticas con la república islámica después de la crisis de los rehenes y más tarde, apoyó sin reparos a Irak en la guerra contra su vecino Irán, un conflicto que se prolongaría ocho años y en el que la implicación de Washington supuso para Teherán un imperdonable desafío. Los embargos por parte de Washington al régimen iraní comenzaron en 1987, a los que más tarde se sumarían otros países.
La tensión fue en aumento cuando George Bush enmarcó a Corea del Norte, Irak e Irán en 2002 bajo la denominación del «Eje del mal». Precisamente ese año, disidentes iraníes denunciaron públicamente los planes ocultos de los ayatolás en cuanto a su programa nuclear. En su manifiesto aseguraron que no sólo se estaba enriqueciendo uranio a marchas aceleradas, sino que desde 1984 se habían construido nuevas plantas nucleares así como reactores de agua pesada. Surgieron así por primera vez los nombres de Natanz y Arak, dos de las localizaciones clave en las actuales negociaciones. Ante esta denuncia, el entonces presidente de la república islámica, Mohammad Jatami, se comprometió a que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) realizara un inventario de todo su potencial nuclear, un control que nunca llegó a producirse, porque más allá de las palabras no existió un compromiso real por parte de Irán.
Sin embargo, la situación giró de manera drástica cuando el conservador Mahmud Ahmadineyad llegó a la presidencia de Irán en 2005. Su animadversión hacia Occidente fue «in crescendo» durante sus ocho años de mandato y el diálogo con EE UU se congeló. Una de sus primeras medidas fue romper la colaboración con la OIEA, lo que derivó en que el Consejo de Seguridad de la ONU impusiera las primeras sanciones contra la república islámica. Estas medidas, centradas en golpear a la economía iraní así como a sus sector petrolífero y financiero, consiguieron –eso sí, con el paso de los años– que Irán se replanteara la necesidad de sentarse frente a frente con sus enemigos acérrimos.
Otro de los factores clave a tener en cuenta fue la apuesta de Barack Obama por centrar sus esfuerzos en la política exterior. Atado de manos en los asuntos domésticos ante un Congreso republicano, el mandatario estadounidense decidió centrarse en históricos asuntos pendientes como Cuba e Irán. Y las elecciones iraníes se lo pusieron fácil. Rohani, considerado un reformista opuesto a Ahmadineyad allanó el camino. En 2013 comenzaron a desbloquearse las relaciones y los contactos se potenciaron, llegando a su clímax con el encuentro entre el jefe de la diplomacia de EE UU, John Kerry, y su homólogo iraní, Javaz Zarif. El fin de tres décadas de hostilidad había llegado.
«Jodahafez», que dios esté contigo
w Era la primera vez que un presidente de Estados Unidos hablaba con su homólogo iraní desde 1979. El 27 de septiembre de 2013, Rohani, quien había participado en la Asamblea General de la ONU, descolgó el teléfono para hablar con Obama. La conversación duró 15 minuntos y concluyó con un «que tengas un buen día», por parte del iraní, y «Jodahafez (Que Dios este contigo)», por parte de Obama.
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