Guerra en Ucrania
Vacío de poder en Ucrania
Con Yanukovich huido y el silencio del Ejército, el Parlamento sienta las bases de la transición y nombra presidente interino a un hombre de Timoshenko
Tras el júbilo desatado en la jornada de grandes cambios políticos e institucionales que vivió Ucrania el sábado, coronada por el derrocamiento de Viktor Yanukovich en el Parlamento, el país se enfrenta ahora a un presente y un futuro inciertos. Lo más inmediato es llenar el vacío de poder, es decir, elegir un jefe de Estado y un nuevo Gobierno. La Rada Suprema aprobó, con el apoyo de 285 de los 339 diputados presentes en la sala, el nombramiento como presidente interino de Alexander Turchinov, del partido Batkivschina (Patria), mano derecha de la recién excarcelada Yulia Timoschenko. Turchinov dio de plazo hasta mañana para la formación de un Gobierno provisional de coalición que lidere el país hasta las elecciones del 25 de mayo. Por su parte, el nuevo ministro del Interior, Arsen Avakov, dio la orden de liberar a los 64 activistas detenidos durante los disturbios, al tiempo que anunció la apertura de una investigación para depurar responsabilidades entre los mandos policiales y los cargos políticos por la represión de los disturbios de las últimas semanas.
El grupo parlamentario del Partido de las Regiones, la formación de Yanukovich, responsabilizó ayer a su huido líder de la crisis que se cobró 82 víctimas mortales en Kiev. «Condenamos su huida y pusilanimidad. Toda la responsabilidad de la confrontación entre la gente recae sobre él y su entorno próximo», reza una declaración del grupo parlamentario, con la que de paso sus diputados se quieren exonerar de toda responsabilidad legal. «Estamos en el Parlamento para servir a Ucrania y su pueblo. Condenamos las órdenes criminales que afectaron a simples ciudadanos, soldados y oficiales. Ucrania ha sido engañada y saqueada, aunque esto no es nada comparado con el dolor de decenas de familias que perdieron a sus seres queridos a ambos lados de las barricadas», concluye la declaración del Partido de las Regiones, que cuenta con más de diez millones de electores, por lo que una vez desvinculado de Yanukovich podría jugar aún un papel en la nueva Ucrania.
La descalificación de su propio partido vino ayer a escenificar la defunción política definitiva del ex presidente, en paradero desconocido desde que el sábado en Jarkov (segunda ciudad del país) concediese una entrevista y se reuniese con Timoshenko a la salida de la cárcel.
Pero más allá de los nombramientos parlamentarios, son muchas las incógnitas que quedan por resolver. Entre ellas, quizá la más peliaguda sea el riesgo de fractura entre la mitad oriental (rusófila) y la mitad occidental (proeuropea). Mientras en Kiev el Parlamento aprobó ayer una ley para limitar el uso del ruso en organismos oficiales, en Sebastopol, ciudad en la península de Crimea que alberga la flota rusa en el mar Negro, unas 10.000 personas se concentraron para recibir como héroes a los antidisturbios enviados a la capital y para denunciar la «toma de poder por los fascistas». En Ucrania viven casi ocho millones de rusos y en amplias zonas de la mitad este el idioma del vecino es el de uso común. Otra incógnita práctica es el papel que jugarán hasta las elecciones los activistas de la extrema derecha, que capitalizan los llamados «grupos de autodefensa», que se encargan estos días de custodiar y gestionar edificios oficiales.
La economía es otra de las interrogantes. Ucrania atraviesa una delicada situación financiera y necesita ayuda exterior urgente, como reconoció ayer el propio Alexander Turchinov: «La situación en Ucrania, en particular la económica, es catastrófica. El anterior Gobierno arruinó la economía y en las arcas fiscales no hay dinero». Hace unos días, cuando se enconaron los disturbios, Rusia congeló el rescate acordado en diciembre con Yanukovich, que incluía la compra de 11.000 millones de euros en bonos del Estado. Con la caía del protegido del Kremlin, resulta harto improbable que Moscú retome los nuevos tramos de la ayuda prometida. «No comprendo cómo tras reconocer la legitimidad del presidente Yanukovich, mis colegas europeos pueden ir a Kiev y dirigirse al movimiento revolucionario-terrorista de Maidan para ayudarle», clamó Vladimir Lukin, el diplomático enviado por Rusia el viernes. Así que Ucrania mira ahora a Occidente buscando un balón de oxígeno económico, ya sea del FMI o de la UE, cuyos representantes tuvieron ayer palabras de buena voluntad, aunque tampoco son organismos que destaquen por su agilidad.
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