Cataluña
El servicio secreto catalán
Detrás de los casos de espionaje están los intentos de la Generalitat de crear una red de espionaje propia similar al CNI
Artur Mas lo tenía decidido cuando ganó las elecciones catalanas a finales del año 2010: había que montar un servicio de inteligencia que trabajara para la Generalitat, una especie de CNI, pero catalán. Ya había asumido llevar adelante el reto independentista y algunos de sus asesores le habían recomendado crear una agencia de información que hiciera frente a las previsibles maniobras del Estado, cuyo brazo más alargado sería el Centro Nacional de Inteligencia que dirigía Félix Sanz Roldán.
Pocos días después de ganar esas elecciones, fichó a la persona encargada de llevar a cabo el proyecto, Xavier Martorell, un hombre leal a Convergència, con una experiencia en el mundo de la seguridad privada en el equipo de fútbol del Barcelona y en la concejalía de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de San Cugat.
Amparado en una dirección general llamada de Análisis y Prospectiva, su misión era obtener la máxima información sobre lo que ocurría en las alcantarillas del poder en Cataluña, los movimientos opositores a la independencia, las conspiraciones en contra del gobierno de CiU y las actuaciones del CNI en la comunidad.
Una tapadera, unos objetivos, un dispositivo y una forma de actuación bastante similar a la que había montado 30 años atrás un gobierno de Jordi Pujol. Entonces se creó, también dependiendo de Presidencia, el Servicio de Documentación y Estudios, que realizó trabajos de información buscando topos en los Mossos d'Esquadra, espiando a cargos de la oposición e incluso a dirigentes de Convergència que consideraban poco fiables .
Las labores secretas de este servicio salieron a la luz cuando fue descubierta la presencia de unos agentes operativos que actuaban cerca del presidente de la Generalitat y que llevaron a cabo acciones de espionaje cerca de políticos. Se les bautizó como «Mortadelos» y se descubrió que eran doce espías. El escándalo terminó con la disolución de la unidad y la desaparición del servicio.
Martorell se encontró nada más llegar al cargo con un límite que le pusieron especialistas en los temas de espionaje que asesoraban al gobierno de Mas, como Miquel Sellarés, que en estos momentos es presidente del Centro de Estudios Estratégicos de Cataluña. El hombre que creó los Mossos d'Esquadra y batalló en el asunto de los «Mortadelos», ha reconocido a este periodista todas estas maniobras y ha manifestado que él explicó con claridad en la Generalitat que no podían montar un servicio de inteligencia como el CNI porque era ilegal al ser una competencia del Estado. Sí era factible, les señaló, montar una dirección de Análisis y Prospectiva, siempre que no se cayera en el error de crear una unidad operativa con agentes de calle.
Según la opinión que expresó a las altas jerarquías de la Generalitat, todos los grandes bancos tienen un departamento de análisis es el que trabajan antiguos agentes de los servicios secretos, que llevan a cabo las misiones de inteligencia. Ese modelo era, según su opinión, el que debería llevar a cabo la Generalitat.
Martorell, sin embargo, actuó siguiendo su propio plan. Intentó montar la estructura de un CNI catalán y elaboró planes más ambiciosos de los que recomendaba Sellarés. Poco discreto, no tuvo reparos en contar a diversos allegados de su partido, Convergència, que detrás de su dirección general se escondía el nuevo servicio de inteligencia de Cataluña. Incluso les explicó que pensaba ponerse en contacto con los mandos del CNI para intentar mantener unas buenas relaciones.
El primer y grave problema procedió de los recortes presupuestarios que Artur Mas se vio obligado a ejecutar en cuanto ocupó su nuevo despacho. Era difícil de explicar la supresión de diversos capítulos de inversiones y, al mismo tiempo, proceder a un importante desembolso para montar un servicio de inteligencia o algo que se le pareciera.
Martorell no cejó en su empeño e intentó llevar a cabo las labores de espionaje para las que había sido contratado buscando soluciones alternativas. Una de ellas fue sustituir la creación de una unidad similar a la de los antiguos «Mortadelos» por la contratación de agencias de detectives. Y pensó en la mejor que había en esos momentos en Cataluña y que más dispuesta estaba a traspasar la línea que separa lo legal de lo ilegal: Método 3.
El director general de Análisis y Prospectiva conocía a Francisco Marco, el director de la agencia, pues les había encargado diversos trabajos en la etapa en que trabajaba en el club de fútbol Barcelona. Entre otros, el seguimiento del jugador Piqué cuando Guardiola, el entrenador, detectó que salía por la noche con más frecuencia de la debida y que coincidió con la etapa en que se hizo novio de la cantante Shakira.
Con el paso de los meses, su trabajo no convenció a los mandos de la Generalitat. Según palabras de Sellarés, «no se puede poner al frente de ciertas cosas a una persona que había fracasado en el Barça». Lo que no impide que especialistas como el propio Sellarés consideren que sigue haciendo falta una unidad para que evite la presencia de lo que él llama «quintacolumnistas», recordando un término de la Guerra Civil, dentro de los Mossos.
Por su propia naturaleza, el CNI no lleva a cabo nunca directamente ese trabajo. La razón principal es que todas sus intervenciones telefónicas son autorizadas por un juez del Tribunal Supremo, que puede tener manga ancha, pero nunca va a estampar su firma en una agresión de ese tipo contra un partido político legal.
Lo que el CNI está ejecutando desde hace tiempo es una investigación permanente sobre el tema de la independencia en Cataluña, como no podía ser de otra manera. Para ello utiliza a los agentes que tiene destinados en la División de Cataluña, que tras los atentados del 11-M se potenció de una manera considerable para hacer frente al terrorismo islamista.
Seguimiento a partidos
Estos agentes –en torno a los 30– obtienen información de las fuentes de que disponen en partidos o grupos sociales, de infiltrados en organizaciones y, si llega el caso, de personas cercanas al servicio que trabajan por su cuenta. Hay que recordar que hace 20 años, a raíz de las escuchas generalizadas que tuvieron lugar también en Cataluña –era la época de Javier de la Rosa y Mario Conde–, una agencia de detectives en la que trabajaba Mikel Lejarza, «El lobo», estuvo trabajando para el conde de Godó y todas las grabaciones que conseguía en ese trabajo se las pasaba al entonces Cesid, el anterior servicio de inteligencia español.
Los agentes tienen como primer objetivo recabar información sobre los movimientos que el gobierno catalán, CIU y ERC pretenden dar e informar al Gobierno de la Nación con la mayor antelación posible. El segundo sería crear los medios adecuados que permitan revertir la situación que se ha creado.
Para ello, la dirección del CNI ha puesto en marcha una campaña de influencia que pretende ayudar a crear un clima favorable en Cataluña para que no se produzca un proceso irreversible. Pretenden que la gente favorable a mantener el proyecto común salga del ostracismo, rompa el miedo y manifieste públicamente lo que hasta ahora solo se atreve a hacer en privado.
Apoyado por antiguos agentes que vivieron la transición política en Cataluña y ayudaron a convencer a personajes como Josep Tarradellas a que regresaran a España y confiara en los buenos deseos del nuevo gobierno, pretenden crear un grupo que ayude a calar en la sociedad catalana el mensaje de que «merece la pena vivir juntos».
Nadie se fía de nadie
El tema ha recuperado en Cataluña toda su actualidad a raíz del descubrimiento de una conversación entre la líder del PP local, Alicia Sánchez-Camacho, y la ex novia de Jordi Pujol hijo, María Victoria Álvarez, que fue grabada ilegalmente por Método 3 en el restaurante La Camarga. Este hecho ha puesto al descubierto que en Cataluña ha existido un espionaje generalizado a dirigentes políticos, empresarios y periodistas. Unas acciones a las que hay que sumar las que lleva a cabo el CNI para obtener información sobre el movimiento independentista. Desde hace más de un año, diversos políticos catalanes nacionalistas han adoptado la precaución de no mantener conversaciones comprometedoras desde los móviles. Pensaban que tras el órdago de la consulta soberanista, el CNI tendría pinchados sus teléfonos buscando información sobre sus posturas personales y las de sus compañeros. Lo que no imaginaban eran que fueran detectives privados los que les estuvieron escuchando.
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