Roma

Héroes contra la «porcata»

Un abogado jubilado consigue paralizar la ley electoral italiana que impide un claro ganador

SOLO ANTE LA LEY. Aldo Bozzi, de 79 años, es un abogado milanés jubilado que invirtió dinero y tiempo hasta que el Constitucional derogó la ley electoral
SOLO ANTE LA LEY. Aldo Bozzi, de 79 años, es un abogado milanés jubilado que invirtió dinero y tiempo hasta que el Constitucional derogó la ley electorallarazon

Un abogado jubilado consigue paralizar la ley electoral italiana que impide un claro ganador

Cuando las instituciones hacen aguas, emerge la figura de algunas personas, de individuos aislados capaces de cambiar las cosas con su valentía, sus ganas y su profundo sentido cívico. Aparecen de vez en cuando en Italia, de forma pública o anónima, en medio de la degradación de todo lo público. En escuelas asediadas por ratones y cuyos techos se caen, trabajan profesores honestos y enérgicos, docentes estupendos que se sobreponen a la miseria del lugar y de sus sueldos. También se percibe su presencia, cómo no, en la lucha contra la mafia, donde no han faltado los héroes en defensa de la legalidad. Han seguido adelante pese a que hacer bien su trabajo suponía, en muchas ocasiones, una condena a muerte o, en el mejor de los casos, el olvido por parte del Estado. La trayectoria de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino es paradigmática en este sentido.

Aldo Bozzi es uno de esos italianos excelentes, capaces de mejorar el curso de su país. El nombre seguro que no les dice nada, como le ocurría a la mayor parte de sus compatriotas hasta el pasado 4 de diciembre. Tal vez les suene algo más la «porcata» (cerdada), como se conoce a la polémica ley electoral vigente en Italia desde 2006. Este sistema es responsable en buena parte de la ingobernabilidad de las últimas legislaturas. En las elecciones del pasado febrero, por su culpa, ningún partido venció. Eso no volverá a pasar gracias a Bozzi, un abogado milanés de 79 años empecinado y admirable.

Bozzi estaba convencido de que la «porcata», bautizada así por su propio autor, el dirigente de la Liga Norte Roberto Calderoli, no era sólo una mala ley, sino que además atentaba contra la Constitución. Por eso se armó de razones y realizó un primer recurso a un tribunal de Milán pidiendo su abrogación. No le hicieron caso e incluso le condenaron a pagar los costes del proceso. El revés no le amedrentó: siguió adelante y apeló.

En segunda instancia tampoco le dieron la razón. Ya había gastado 7.500 euros de su bolsillo y dedicado una buena cantidad de tiempo al asunto, pero no desistió. Quemó el último cartucho, el del Tribunal Constitucional, que el pasado 4 de diciembre promulgó una sentencia a su favor que tumba la «porcata». El fallo consideró que iban contra la Carga Magna dos de las partes más polémicas de la ley: la falta de listas abiertas y el reparto del premio a la mayoría, de forma desigual en el Senado y en la Cámara de los Diputados.

Con su empeño, Bozzi logró que los partidos políticos por fin se pusieran a preparar una nueva normativa, algo que no habían hecho en los últimos ocho años, pese a que todos estaban de acuerdo en que había que acabar con la «porcata». Finalmente, esta semana, Matteo Renzi, secretario general de la principal formación izquierdista, el Partido Democrático (PD), y Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, acordaron los puntos principales de la naciente ley, la Italicum, inspirada en el sistema electoral español. A Renzi y a Berlusconi no les quedaba alternativa, pues les obligaba el fallo del Constitucional logrado gracias a la denuncia de Bozzi.

Este casi octogenario modesto y que se confiesa «de izquierdas» asegura que, pese a lo que le desagradaba la «porcata», nunca dejó de acudir a las urnas mientras ésta estuvo vigente. «La primera vez que voté con esta ley, en 2006, puse una nota diciendo que no me parecía correcta, pero que cumplía con mi deber cívico reservándome el derecho de actuar luego. En 2008 decidí hacer algo más y puse la primera denuncia. Al año siguiente se abrió la causa ordinaria, que llegó hasta la sentencia del Constitucional», recordaba en una entrevista en diciembre. No se atrevía a opinar sobre cuál sería la mejor ley electoral, pero sí decía que en cualquier caso debía «respetar la Constitución».

Hay en Italia otro hombre que también ha hecho de esta reforma una lucha personal. Su objetivo era alcanzar un sistema que permitiera que de las urnas no saliera otra vez un Parlamento tan complicado como el actual. En su caso no es alguien de fuera, como Bozzi, sino de dentro. Es el diputado del PD Roberto Giachetti, quien durante 196 días no probó bocado en protesta por el retraso en la reforma de la ley. Suspendió la huelga de hambre tras perder 30 kilogramos de peso el pasado 14 de diciembre, cuando por fin se entabló un diálogo para sacar adelante una normativa que sustituyera a la «porcata». «Lo he hecho porque me parecía insoportable el rito de la política de hablar sin hacer nada. La política es algo hermoso, para recuperar la confianza de los ciudadanos era necesario cambiar el paso», comentó el día que rompió el ayuno comiéndose un potito.