Madrid
Huelgas sin ley
Madrid sigue siendo el rompeolas de todas las Españas, para bien o para mal, y hace meses su boina contaminante (¡señora alcaldesa!) tiene un aire acre, desabrido y hostil. Los comercios cuentan menos monedas, las concentraciones y manifestaciones (vale que festivas) atoran el tráfico ya embotellado por las festividades; los trabajadores que necesitan el metro, en huelga insolidaria, han de amanecer dos horas antes para tener alguna oportunidad de llegar puntualmente a su oficina. Iberia (nunca mejor escrito) está en el aire y pese a las súplicas de la Ministra de Fomento el Aeropuerto de Barajas puede quedar en este pico turístico como el de Castellón de la Plana; Telemadrid emite el sueño eterno y la Sanidad pública de Madrid ya está peor que la catalana con pacientes curados sin alta ocupando camas, miles de operaciones retrasadas ad calendas graecas y el mérito de profesionales responsables de guardia extenuante ante pacientes oncológicos y enfermos de urgencia.
Lo peor es que los huelguistas o se dejan engañar o mienten. Sus lemas repetidos ad nauseam rezan que se niegan a la privatización de los hospitales públicos como si se los fueran a vender a Ruiz-Mateos hasta los cimientos. Ya funcionan desde años tres hospitales en Madrid con gestión privada, a satisfacción de sanitarios y usuarios y sin pérdida de un adarme de su condición pública. Los fanáticos del asambleísmo como mayéutica para alcanzar soluciones jalean las batas blancas asegurando que es un conflicto modélico porque es transversal y aúna desde el peón electricista que cambia las bombillas hasta el jefe de Neurocirugía. La misma pachanga que cuando aseguraron que el Hospital de la Princesa se convertiría en un geriátrico. El movimiento sanitario de Madrid está alimentado y tergiversado por CC OO y es por tanto una desestabilización política porque ni los sindicatos, ni el PSOE ni IU se van a quedar quietos viendo año tras año como la autonomía madrileña se convierte en un feudo del centro-derecha.
35 años esperando
Es demagogia sostener que los ciudadanos siempre tienen razón aunque estén cargados de razones, y la historia es un compendio de este aserto. Pero si a los jefes sindicales les planteáramos legislar como ilegal y prohibida la huelga general (como en Alemania) sacarían a sus piquetes a ponerle fuego al Constitucional, lo que sin víctimas de por medio no sería una catástrofe. La Constitución garantiza la huelga pero establece regularla mediante una ley que llevamos treinta y cinco años esperando, como si fuera la cuenta larga de los mayas. Felipe lo intentó en el cantil de su salida del poder pero dio marcha atrás ante el poder de los sindicatos. Aznar no metió la mano en ese avispero. Zapatero ni se enteró que faltaba la ley de huelgas. Y, crecidos, los sindicatos desdeñan las reclamaciones laborales porque se ven dictándole la política al Gobierno electo y exigiendo refrendar sus decisiones. La democracia sindical podría ser una extraña resurrección del comunismo y ya anda el bienaventurado Cayo Lara hablando de la toma del poder. Con Cándido Méndez y Fernández Toxo nos ahorramos las elecciones y parafraseando a Unamuno «que gobiernen ellos». Un amigo médico comentaba: «Mi hospital es un sindicato».
Hispanofobia
El 9 de enero de 2013 arribará a Buenos Aires la fragata escuela «Libertad», embargada en Ghana por la deuda argentina con un fondo de inversión riesgo. Argentina no ha pagado sino que ha alegado, con justicia, que no se pueden embargar los buques de guerra. Antonio Brufau ha sido distinguido por la globalizada agencia Platts como CEO del año entre doscientos colegas por su presidencia de Repsol. Brufau es algo más: durante la revolución en Túnez, envió el avión de la compañía a rescatar a sus técnicos y pese al enojo de los pilotos metió refugiados en el aparato hasta en los pasillos. No sé si conoce a los peronistas, a la presidenta Kirchner y a la mafia de «La Cámpora» que le hace el trabajo sucio, pero la han timado si creyó que con ellos podían hacerse negocios limpiamente y sin coimas (sobornos). Por el expolio peronista de Repsol, ha reclamado con éxito el arbitraje del Banco Mundial, y puede sentarse a esperar hasta que se enfríe el infierno porque Argentina es el país que más deudas acumula y jamás ha pagado ninguna. Y a nosotros menos. La señora Fernández desarrolla una hispanofobia extravagante. Llama «peladito» (calvo) a Luis de Guindos, sin venir a cuento, y prohíbe la importación de charcutería española que ya se acepta en EE UU jamón de contrabando. Sus infinitas terminales informativas se refocilan presentando una España arruinada. Lo intrigante es a qué viene esto cuando la población argentina (descienden de los blancos europeos) es predominantemente española e italiana. La presidenta Fernández debe tener ancestros noruegos.
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