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Rossano Ferrerti: «Puse mi corte de pelo a mil dólares para dar prestigio a mis peluquerías»

Rossano Ferrerti: «Puse mi corte de pelo a mil dólares para dar prestigio a mis peluquerías»
Rossano Ferrerti: «Puse mi corte de pelo a mil dólares para dar prestigio a mis peluquerías»larazon

Creador del «Método Ferretti», es dueño de un imperio de salones de belleza que se extiende por medio mundo

Lo llaman «el corte de pelo invisible», nada mejor para calmar el pánico de las mujeres ante la silla del peluquero. En los noventa, Rossano Ferretti creó el método que lleva su nombre y revolucionó la industria de la belleza con su idea de seguir la caída natural del pelo y adaptar cada corte al estilo de la persona. Ahora Salma Hayek, Kate Middleton, Lady Gaga y Linda Evangelista se anotan en su lista de espera –de hasta tres meses– para un corte con el maestro italiano.

–Es uno de los estilistas más reconocidos del mundo y también uno de los más caros...

–Creo que nuestro trabajo es de los menos apreciados. Cuando en 2008 puse mi corte de pelo a 1.000 dólares lo hice por darle prestigio a la peluquería a nivel mundial. Todo los periódicos hablaron del precio y cuando las mujeres más famosas se pusieron en contacto conmigo todos me decían: «Madre mía, lo que pueden permitirse esas chicas». Pero yo nunca lo hice por el dinero, sino para colocar al peluquero en otro nivel. Cuando entras a una tienda y te compras un bolso de Louis Vuitton, te gastas 15.000 o hasta 60.000 euros y te parece que están bien empleados. Pero vas a la peluquería, te cuesta 100 y piensas que es caro. Por eso he luchado toda mi vida para que se valore al peluquero.

–Cuenta con casi una veintena de salones alrededor del mundo. ¿Tiene nuevos planes de expansión?

–Mi sueño era estar en Nueva York a los cincuenta años y lo he conseguido. He montado, creo, la mejor peluquería del planeta. Abrimos salones en París, Bombay, Nueva Delhi, Nueva York, Los Ángeles, Maldivas... Y ahora inauguraremos algo sensacional en Londres, además del salón que ya tenemos. Cuando lo ves, te enamoras. Quieres comer ahí, tener sexo ahí, dormir ahí. Es «el lugar», es sexy. Mi lema es «La mujer sexy en un ambiente sexy». Sólo trabajamos en los mejores hoteles del mundo y en lugares especiales. Hemos firmado un acuerdo con Dubai y Abu Dhabi, donde vamos a montar un spa de hiperlujo. Voy a abrir además en The Peninsula Hotel de Shanghái y en el Faena de Miami, y tenemos un proyecto en el Hotel de París en Montecarlo.

–¿Cuál es la clave del éxito?

–El amor por la armonía de la belleza. Para mí, todo es armónico. En segundo lugar, la pasión que pongo en todo lo que hago, desde cómo cocino hasta cómo diseño una peluquería o trabajo un corte de pelo. Tercero: fuerza y coraje. Además, yo tenía la obsesión de hacer vivir a la mujer la experiencia completa en la peluquería. Quiero que esté feliz no sólo tras cortarse el pelo, sino que lo esté durante el proceso.

–Suele decir que ninguna clienta suya ha quedado insatisfecha jamás. ¿Cómo lo consigue?

–Tiene que ver con la interpretación de la belleza. Es algo muy íntimo y personal que hay que saber descubrir en cada persona. El gran trabajo de un peluquero, maquillador o estilista es pasar tiempo con la persona con la que va a tratar, debe encontrarle el punto a cada una. No es solamente una cuestión del corte, sino de armonía. La gente dice: «Mira qué buen corte has hecho». Yo digo: «Mira qué guapa la mujer a la que acabo de cortar».

–¿Cómo hace para poder estar presente en todas las peluquerías que tiene?

–La presencia es el método. Mis equipos están formados con ese método. Les llevo a Palma durante un mínimo de seis meses para que aprendan el corte Rossano Ferretti. Y luego van al lugar en el que trabajarán, para que vean lo que es estar allí. Hay que tener esa inteligencia y al mismo tiempo ser humildes. Mis colaboradores son mi vida, sin ellos, ¿a dónde voy? Es algo bastante más fuerte que yo, mucho más amplio que una sola persona con éxito. Merece ser transmitido a las próximas generaciones.

–Posee clientas de muy alto perfil, ¿son muy exigentes?

–Las que no me conocen, sí. Quien conoce menos el mundo de la belleza es más difícil de complacer; pero quien ya te conoce entra mucho más confiado. El mundo de la belleza está creciendo y se requiere una cierta educación. Hace poco me fui a Taipei con 450 peluqueros y allí no he hecho más que educarlos. He visto todas las mejores revistas del mundo y mi labor ha sido educarles en ese concepto de belleza. Ése es uno de los puntos fuertes de mi trabajo.

–¿Quiénes son sus clientas más fieles?

–La gente se hace adicta a nosotros. Hace poco tiempo vino una conocida a cortarse el pelo conmigo y le gustó, incluso se emocionó. Yo le advertí que le iba a crear un problema. Ahora me manda correos preguntándome dónde estoy porque quiere que le corte de nuevo. «Ves», le dije, «te he creado adicción». Esto pasa porque no hay nada más terapéutico para una mujer que sentirse guapa y bien. Cuando te levantas por la mañana y te sientes guapa con tu pelo el día empieza de otra manera. Es maravilloso.

–¿Cómo ve el futuro del sector?

–Va a ser muy complicado si no empezamos a educar sobre una cultura de la peluquería. Y si no educamos a las nuevas generaciones de manera correcta. Nadie quiere ser peluquero, los jóvenes quieren ser chefs o participar en «Gran hermano». La gente sueña con lo que ve. Quien trabaja en este oficio es porque proviene de familias sin altos ingresos o que ha heredado la profesión de sus padres. El gran trabajo que hay que hacer es contribuir al desarrollo de esta profesión y dar valor a la peluquería, de ahí el precio de mi corte. Cuando el peluquero lucha por el precio y no por el servicio la peluquería carece de futuro, se hacen la guerra los propios profesionales que han salido en los últimos diez años y sólo hay un par que funcionen bien.

–¿Cree que el sector ha evolucionado en los últimos años?

–La gente no vive la crisis como una posibilidad de reinventarse. Tuve una charla con cincuenta amigos en el Hotel Santo Mauro: contamos lo que somos, de dónde venimos y a dónde vamos para darles una motivación. Salieron de allí dándome abrazos y las gracias y yo les dije: «Sí, pero, dónde estaréis dentro de seis meses?». Están en el mismo lugar. Nadie ha invertido y muy pocos son los que se han movido. Carecen de visión de futuro. El peluquero no quiere invertir en su imagen, en su educación, en su cultura, no es un lector habitual. Hay profesionales estupendos, pero también muchos que viven como asalariados y éste es un trabajo para apasionados de la belleza.