Casas reales

El otro amor imposible de Wallis Simpson

Según una nueva biografía la mujer que causó la abdicación de Eduardo VIII de Inglaterra estaba enamorada de un hombre casado.

De izqda. a dcha., Katherine Rogers, Wallis Simpson y Herman Rogers
De izqda. a dcha., Katherine Rogers, Wallis Simpson y Herman Rogerslarazon

Según una nueva biografía la mujer que causó la abdicación de Eduardo VIII de Inglaterra estaba enamorada de un hombre casado.

Denunciar al trono por amor es probablemente el mayor sacrificio que se puede esperar de una persona. Fue lo que hizo Eduardo VIII al ver que la encorsetada sociedad de la época se oponía a su matrimonio con la mujer de su vida, Wallis Simpson. La norteamericana se convirtió en la divorciada que provocaría una crisis constitucional y la consiguiente abdicación del rey británico. Sin embargo, la reciente biografía de Andrew Morton (también autor de la de Diana de Gales), «La historia de amor no contada de la duquesa de Windsor», algunos de cuyos extractos ha publicado el «Daily Mail», revela que ella trató de seducir a otro tan solo dos días antes de casarse con el monarca inglés.

Una rival ambiciosa

«Herman Rogers era un hombre atractivo, con cabello castaño y porte de atleta. Graduado en Yale y felizmente casado», lo describe Morton. Fueron él y su esposa Katherine quienes protegieron a Simpson cuando ésta huyó a Francia durante la crisis de la abdicación y quienes se mantuvieron a su lado ayudándola con los preparativos de su boda con el duque. Pero ella siempre quiso algo más y finalmente su oportunidad, según relata Morton, llegó cuando Katherine falleció de cáncer en 1949. Sin embargo, existía otra mujer que se convirtió en su rival: Lucy Wann, una viuda socialmente ambiciosa como Wallis que se acercó pronto a Rogers para conseguir que se casara con ella un año después de la muerte de Katherine.

Relata el biógrafo que la americana sufrió un profundo «shock» al recibir la noticia de su compromiso. En un telegrama dirigido a Rogers desde Estados Unidos, le suplicaba: «No hagas nada hasta que llegue. Firmado: Tu ángel de la guarda». El hecho de que su amor cayera en brazos de Wann provocó la ira de Wallis, que no solo le entregó como regalo de bodas una bolsa de paja («el regalo que un Windsor daría a una doncella», añade Norton), sino que el día de la boda, que se celebró en una villa cerca a Cannes, llegó vestida con un traje blanco para eclipsar a Wann. Además, durante un momento en que se quedaron solas, la duquesa cogió las manos de la recién casada y le dijo: «Te haré responsable si algo le sucede a Herman. Él es el único hombre que he amado». De hecho, la nuera de Wann aseguró a Morton que «ambas deseaban a Herman. Wallis se habría quedado con él y habría mandado al duque a irse de su lado», según recoge en su libro. Sin embargo, la duquesa permanecería casada con Eduardo VIII hasta el día de su muerte.