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Emily Blunt casi se convierte en la ‘Britney Spears británica’
Cuando tenía solo 18 años los ejecutivos de un sello discográfico parecían estar convencidos de que daba el perfil para convertirse en una estrella juvenil a imagen y semejanza de la princesa del pop, Britney Spears.
La actriz Emily Blunt ha tardado varios años en hacer pública una anécdota de juventud sobre su fallida incursión en el mundo de la música, una historia que se remonta a cuando tenía solo 18 años y los ejecutivos de un sello discográfico parecían estar convencidos de que daba el perfil para convertirse en una estrella juvenil a imagen y semejanza de la princesa del pop, Britney Spears.
“Había alcanzado la mayoría de edad y me encontraba en un momento de mi vida en el que quería probar cosas diferentes. Me dije a mí misma: ‘Pues mi voz suena bastante bien, esto podría funcionar’. Cualquier cosa me valía antes que seguir estudiando. Llegué a firmar un contrato con una discográfica pero acabé retirándome porque tenía la impresión de que me querían convertir en la Britney Spears británica. Y ahí fue cuando me di cuenta de que ni sonaba como ella ni bailaba como ella, además de que eso no era lo mío”, confesó al diario Sydney Morning Herald.
Sin embargo, con el paso del tiempo la intérprete empezó a darse cuenta de que al menos sí tenía talento para la actuación y, a base de esfuerzo y confianza en sí misma, terminó consolidando su ahora privilegiado estatus en la industria del cine, hasta el punto de que ya incluso se ha marcado sus propias reglas a la hora de definir su agenda profesional de cara al futuro.
“Lo único que pediría ahora mismo es no tener que trabajar con mi marido [el también actor John Krasinski], porque seguramente acabaríamos interpretando a una pareja o un matrimonio. No quiero tener que hacer eso también en el plano interpretativo”, aseguraba recientemente a C Magazine.
Hace solo unos días, Emily generaba cierta polémica en el seno de Hollywood al acusar a varios estudios de la meca del cine de orientar todas sus películas a un segmento del público muy concreto: el de los adolescentes masculinos.
“A veces me da la impresión de que la gente solo hace largometrajes enfocados a los chicos de 14 años, que parecen ser los que más cine consumen. Se oye mucho en Los Ángeles lo de: ‘Hay que apelar a los chavales de 14 años’. Me resulta bastante curioso, porque quiero creer que buena parte de los espectadores no son adolescentes ni únicamente hombres”, explicaba a la misma revista.
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