Historia
Esplendor y decadencia del islam
«Nadie nos ha dicho que la vida sea fácil, pero ser feliz es una cuestión de voluntad»
Hay viernes en los que resulta difícil escribir porque mi ánimo está por los suelos después del sufrimiento y el horror que pudimos contemplar anteayer con el doble atentado en Cataluña.
Hay viernes en los que resulta difícil escribir porque mi ánimo está por los suelos después del sufrimiento y el horror que pudimos contemplar anteayer con el doble atentado en Cataluña en un lugar muy bello, donde la gente paseaba plácidamente y feliz disfrutando de las maravillosas Ramblas o del atardecer de Cambrils. No hay peor animal en contra de los de su propia especie que el ser humano. Los atentados islamistas están dirigidos hacia nosotros, para destrozar Occidente, aniquilar a los cristianos y lo que significa nuestra forma de vida que tanto desprecian. Está claro que, aunque ellos crean lo contrario, estamos viviendo la mayor decadencia del islam. Un fanático es aquel al que solo le queda una idea en su vida y por ella mata y llega hasta su propia inmolación.
¿Dónde quedó ese mundo esplendoroso, culto y refinado que vivió 900 años en nuestro país? En el Califato de Córdoba, ciudad que extendía la cultura por toda Europa, tolerante, convivían árabes, judíos y cristianos de forma magnífica, de igual manera que en el reino nazarí, que nos dejó esa magnífica Alhambra en Granada. Eran personas pacíficas y respetuosas. Un hermano de Boabdil, el último rey nazarí, se casó con una gallega y jamás la obligaron a convertirse al islamismo. Esta mañana escribí un tuit en el que comentaba por qué no salían indignados a protestar en manifestación los miles de musulmanes que hay en España diciendo «basta YA» a este reguero de sangre absurdo y sin sentido. Quiero ver a la madre de cada detenido diciendo que su hijo es un ignorante que no ha entendido el Corán. Quiero verles decir que sienten repugnancia por estos individuos. Solo he visto algo muy institucional y de cortesía de la Comisión Islámica de España, que condena «cualquier forma de atentado». No he leído ni escuchado hasta el momento a Emiratos Árabes, Qatar, Indonesia, Pakistán o algún país musulmán condenar de forma radical a estos bestias. Y por ese tuit del que me reafirmo he recibido insultos de bastantes españoles y eso si que es impresentable e incomprensible.
Ayer también viví la belleza máxima en una tarde de toros en la plaza de Málaga. Una tarde que nunca olvidaré porque fue la máxima hermosura ofrecida por el maestro de maestros Enrique Ponce y un quinto toro de Juan Pedro Domecq de nombre Jaraiz. Hubo una «comunión», un ensimismamiento entre toro y torero que ponía la piel de gallina. Sentíamos que los dos estaban disfrutando. El toro noble, que entraba suavecito porque el maestro le daba su espacio con todo un repertorio de naturales, derechazos, cambios de mano, molinetes... En una lidia que parecía un ballet en el que los dos flotaban. Enrique Ponce en algunos momentos me recordaba a una escultura de Mariano Benlliure, su paisano de Valencia. Fue una actuación memorable en la que un público entregado pidió el indulto de ese toro bravo y noble. Nunca había asistido a un indulto y es algo difícil de explicar por lo que emociona. El diestro lo fue llevando hasta la puerta del toril y allí tiró el estoque de matar y le acarició la cabeza, desapareciendo Jaraiz por el mismo lugar que había entrado a la plaza. Momento de una mística y belleza total que a cualquier persona con sensibilidad habría emocionado hasta las lágrimas, como me ocurrió a mí.
En Marbella el verano sigue llenándonos de preciosos días de playa con noches fresquitas que invitan a largas y conversadas charlas de sobremesa. Reconozco que aquí no puedo ser más feliz. Tengo tiempo para dedicar a mis amigos, a la lectura, al «dolce farniente», y esto es lo que yo espero del verano, llenarme de paz, sol y alegría para enfrentar los días grises del invierno en los que a veces nos superan las responsabilidades y el trabajo. Nadie nos ha dicho que la vida sea fácil, pero ser feliz es una cuestión de voluntad, de querer serlo...
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