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Kiko y Makoke harán juntos un programa
La pareja negocia un espacio en el que cada tarde podrían dar rienda suelta a sus peleas maritales ante las cámaras tal y como lo hacen en casa
La pareja negocia un espacio en el que cada tarde podrían dar rienda suelta a sus peleas maritales ante las cámaras tal y como lo hacen en casa.
Me lo confirman sus protagonistas al reaparecer socialmente y con salero, efecto del ambiente flamenco que nos rodeaba, tras el temido abandono de «Sálvame» después de ocho años de brillante protagonismo en revoltoso trío con Belén Esteban –cada tarde más rotunda y contundente, todo un carácter– y Mila Ximénez, que también es la contundencia con faldas a la que Jorge Javier Vázquez saca más partido que la «grasiosa» Paz Padilla, que esta espléndida como chacha de «La que se avecina», o una Carlota Corredera enigmática que nunca se sabe si va o vuelve, gallega a fin de cuentas. Y bien que lo proclama. Ante una Makoke con su hijo, Javier Tudela, embobado con su novia, la bellísima y dulce Marina, el que fuera presidente merengue, Ramón Calderón, lució una facha todavía imponente. Fue de los hombres más admirados de aquel Madrid en decadencia, ya sin fiestas ni lucidos saraos. Por eso se agradeció la doble convocatoria –o todo o nada, así es el calendario madrileño– de estrenar «Billy Elliot», un musical contestario sin el plumerío brillante que exige el género siempre con finales felices. Parece imprescindible en cuanto produce Broadway y luego exporta al mundo como nosotros las naranjas o el aceite de oliva, todo tan «made in Spain».
Entramos a matar con el dúo, ella de generoso escote. «Se dice, comenta y rumorea que vais a empezar un programa juntos.» Respondió Kiko Matamoros y remató la rubia ya casi cincuentona mientras hacía repaso familiar. «Este Teatro Alfil fue de mi tío, lo tuvo durante bastantes años», contaba nostálgica oliendo un clavel tan rojo como el rojo clavel de Rocío Jurado. El veterano local cambia de nombre y de Alfil casi bombonera se convierte en diaria muestra del buen flamenco, nada que ver con lo más turístico de Torres Bermejas o el histórico Corral de la Morería, que mantiene vivo el «arsa y toma». Harán dos funciones diarias de una hora, a las siete y a las ocho y media, me anticipan a ritmo de palmas casi jaleando a Makoke y Kiko, que desvela las intenciones laborales del matrimonio.
–Estamos en eso de juntarnos televisivamente. A ver qué pasa. Depende de las condiciones, en qué circunstancias...
–El caché es lo menos primordial si, como dicen, Makoke ha heredado 20 millones y múltiples propiedades inmobiliarias de una tía...
–Son inventos, no hay nada de eso. Si fuera así, aquí íbamos a estar.
–En plena negociación aseguran que con Antena 3.
–(Él no daba pistas, pero a ella le gusta la posibilidad). La liaríamos cada tarde y podríamos pelearnos ante las cámaras tal en casa.
Kiko conoce más el medio y por eso es el que negocia. La vi ilusionada por lo que sus enemigos la llaman «obsesiva de los focos», pero ya disfruto pensando en el mucho juego que darán a dúo, en el que la complicidad marital será otro aliciente en un país tan pendiente del corazón como del problema catalán o de los siniestros de Galicia. «Miña terra nai». Todos estamos también asombrados por el numerito de las portadas hecho a espaldas de Eugenia Martínez de Irujo. Y cavilan quién la traicionó: si fue su ex buscando la actualidad ya perdida o la que se ponía de largo ya con 18 recién cumplidos.
Sorprende esta maniobra cuando hace solo dos semanas, a punto de aniversario, aún la publicaron con la cara pixelada, señalaban o denunciaban. Los amigos de la parte más afectada, los que sacaron su cara bonita hasta ahora escondida casi con burka, aseguran que la madre evitó y rechazó posar conjuntamente, aunque, conociendo el carisma de la duquesita de Montoro, cuesta creerlo porque ahora es pura calidez enrabietada. Su madre le llamaba «mi ratona» como ahora hace ella con Tana. Es «leitmotiv» permanente esperando nuevas secuencias y hasta alguna exclusiva de la ya mayor de edad, que no tardó nada en dejarse retratar dando la cara. Está en su derecho, pero «los sabuesos» del corazón no olvidaremos cómo su señor padre nos casi aporreaba cuando íbamos en pos de esa criatura de físico muy Rivera y sentimientos Alba, con su prestigio preservado por Carlos Huéscar, nuevo jefe de la casa, cuyo palacio más importante, tras Liria y el salmantino Monterrey, el de las Las Dueñas sevillano, donde maduró «el limoneroÌ machadiano y que cobijará los envidiados premios Escaparate el próximo viernes. A última hora añaden a Rappel como «premio extra» y el vidente, o lo que sea, prepara «una sorpresa que os tirará por el suelo», me adelantó en el intermedio de «Billy Elliot», que no me gustó en su estreno londinense ni posteriormente en el montaje neoyorquino. En eso y ante una Massiel cáustica y adelgazada, el televisivamente inagotable auténtico galán que seduce desde «La ruleta de la suerte», Jorge Fernández, y Manuel Galiana coincidí con el vizconde de Miralcázar. Joaquín Alvárez es el mayor experto en musicales americanos que tiene España ahora, ya lo dijimos, con sus escenarios copados lo mismo por «El rey león» que ahora con «La familia Addams» musicada. En otro género, ansío la reaparición barcelonesa de Pedro Ruiz, que tal como anda esto tendrá material de sobra para su nuevo y apalizante «show». El humor como escapatoria, al menos eso. Creo que Puigdemont y la cursilona Forcadell serán dianas a las que disparará cólera y critica.
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