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La responsabilidad de una herencia cultural

La residencia madrileña de la familia Alba, el Palacio de Liria, es uno de los más emblemáticos, pero también de los más costosos, entre otros motivos, por la reconstrucción que tuvo que hacerse tras incendiarse en 1936
La residencia madrileña de la familia Alba, el Palacio de Liria, es uno de los más emblemáticos, pero también de los más costosos, entre otros motivos, por la reconstrucción que tuvo que hacerse tras incendiarse en 1936larazon

Muchos ven sólo la faceta agradable de heredar un enorme patrimonio histórico-artístico, pero no tantos comprenden o valoran, en su amplio y profundo significado, la difícil responsabilidad que tal herencia coloca sobre los hombros de los herederos. Esta semana cenaba con mi amiga María Rosa Álvarez-Calderón Larco, nieta de Rafael Larco, fundador del extraordinario Museo Larco, en Lima. Siendo un museo privado, la familia ha tenido siempre que luchar denodadamente para mantener intacta la enorme colección de más de 44.000 piezas y para exponerla al público de un modo ejemplar. En julio próximo, 200 de ellas serán expuestas en Caixa Forum en Madrid, después de pasar por Barcelona.

De igual modo, no hace mucho conversaba con el Duque de Huéscar sobre la exposición de parte de la colección de la Casa de Alba recientemente mostrada en el Palacio de Cibeles y que de abril a agosto de 2015 estará en el Meadows Museum de Dallas –notable institución norteamericana dedicada al estudio de arte español- bajo el título «Treasures from the House of Alba: 500 Years of Art and Collecting». El inminente XIX Duque de Alba era y es consciente de la necesidad de exponer esas obras.

Ese peregrinar de piezas de grandes colecciones privadas, como las de la Casa de Alba, tiene dos objetivos fundamentales. Por un lado, compartir con el mundo las obras de los grandes maestros, piezas únicas e irrepetibles que la Casa –y la última y XVIII Duquesa de Alba muy notablemente– se ha preocupado por mantener, restaurar y conservar para las generaciones futuras. Por otro, procurar imprescindibles ingresos a las arcas ducales para sufragar el mantenimiento de esa herencia cultural. Lógicamente, cuánto mayor cantidad e importancia tienen las obras de una colección, más fondos se requieren para su conservación. E, indudablemente, la Colección de la Casa de Alba es una de las más importantes de Europa.

Otro modo de obtener ingresos es subastando determinadas piezas. Así lo hicieron en 2013 los Alba en Christie’s con muebles diseñados por el gran Rateau para el XVII Duque de Alba para su boda con la Marquesa de San Vicente del Barco. Superaron los seis millones de euros. A muchos les parecerá enorme la cantidad. Poco es para lo que cuesta y costará en años venideros mantener palacios, castillos, cuadros, libros, documentos,... de la que en todo el mundo es considerada la más famosa familia de la nobleza española.

No a todos les gustaría que durante varios meses al año los mejores cuadros de su casa estuvieran en un museo o en una sala de exposiciones, dejando vacías las paredes de su hogar e impidiendo el propio disfrute estético de esas obras. Pero tener también es compartir. Y compartir arte es un modo sublime de facilitar al otro la elevación y el goce espiritual. Cuando además ese compartir se convierte en necesidad ¿quién podrá juzgarlo?