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Naty Abascal: «Sé arreglar hasta los plomillos de la luz»

Su arquitectura perfecta de metro ochenta y ese perfil aguileño la convirtieron en la primera española que triunfó en las pasarelas internacionales. Después de 54 años dedicada a la moda de los 75 que cumplirá el 2 de abril, grandes personalidades del sector reclaman un homenaje para Abascal que ella ni por asomo pediría.

Naty Abascal: «Sé arreglar hasta los plomillos de la luz»
Naty Abascal: «Sé arreglar hasta los plomillos de la luz»larazon

Su arquitectura perfecta de metro ochenta y ese perfil aguileño la convirtieron en la primera española que triunfó en las pasarelas internacionales. Después de 54 años dedicada a la moda de los 75 que cumplirá el 2 de abril, grandes personalidades del sector reclaman un homenaje para Abascal que ella ni por asomo pediría.

Quizá si Elio Berhanyer no le hubiese propuesto desfilar en Nueva York, ahora Naty Abascal podría ser decoradora, pero su arquitectura perfecta de metro ochenta y ese perfil aguileño la convirtieron en la primera española que triunfó en las pasarelas internacionales. Gracias a que ha sido una esponja y ha sabido rodearse de los mejores, sigue reinventándose todos los días. Aunque tenga la capacidad innata de comunicarse en cinco idiomas a más revoluciones por minuto que la media humana, su cerebro todavía puede ir más rápido, de ahí su peculiar forma de hablar que, unida a una prodigiosa memoria de elefante, provocó que me tomara medio tranquilizante antes de hablar con ella. Por respeto ante alguien a quien me ha costado mucho entrevistar siendo cero vanidosa y sabiendo que desde estas páginas queremos pedir –sin su permiso– que el mundo de la moda le ofrezca un homenaje por su contribución a una industria en la que lleva implicada 54 años de los 75 que cumplirá el 2 de abril desde aquella mítica portada de «Harper’s Bazaar» con fotografías de Richard Avedon. «Me eligió porque quería gente que tuviera la nariz grande», dice.

–¿La oportunidad se la dio Berhanyer?

–Elio nos comentó a mi hermana gemela y a mí que tenía que hacer un desfile en la Feria Mundial de Nueva York y que si queríamos desfilar para él. Era el año 64 y no conocíamos esa ciudad, ni habíamos desfilado nunca, pero pensamos que sería divertido pasar una semana allí. Ahí empezó todo: en Nueva York y con Berhanyer.

–Y entra en la agencia de modelos más importante del mundo, la Ford.

–Me cogieron porque hice unas fotos con Richard Avedon, que vino a Barcelona y a Ibiza para realizar un reportaje de 15 páginas, y cuando salió el número de «Harper’s Baazar» americano en diciembre de 1964, toda la gente preguntaba quiénes eran esas dos niñas. Había una agencia, la de Eileen Ford, la mejor de todas. La propia Eileen me llamó y me ofreció trabajar para ellos. Como me cogieron los mejores fotógrafos y las mejores marcas, me quedé muchos años en Nueva York trabajando.

–¿Y es cuando la pinta Dalí?

–Dalí era un genio y un talento y amigo mío antes de trabajar con él. Un día me eligió para hacer un anuncio del Alka-Seltzer. Él me pintó el cuerpo sobre un mono de un tejido que no dejaba traspasar la pintura. Cuando acabamos de hacer aquel anuncio, me dijo: «Naty, vámonos a almorzar al restaurante francés La Grenouelle, de Nueva York». Así empecé a salir a comer con Dalí todos los domingos. Aquello me abrió las puertas para conocer a pintores y escultores de la talla de Andy Warhol. Fue una oportunidad única de poder escuchar a unos artistas que tenían mucho que ofrecer. Lo que más me gusta en esta vida es aprender, y como amante de la belleza que soy, fue una auténtica escuela para mí.

–De la época neoyorquina con Dalí o Warhol, ¿qué guarda?

–Todos esos recuerdos y lo que aprendí junto a ellos, que me ha permitido admirar con una gran sensibilidad lo diferente y descubrir que ahí está el verdadero arte.

–¿Cuántos trajes guarda?

–Nunca los he contado y no los tengo ni guardados ni ordenados. Me encantaría tener una casa grande para que estuvieran mejor clasificados. Tengo un desorden ordenado en mi cabeza. Los organizo como puedo: los de noche aquí, los de día allí... Pero efectivamente he de reconocer que poseo obras únicas, no solo por su valor artístico, sino por el valor sentimental que representan las personas que los diseñaron. Como el último traje de Alta Costura de Valentino de 2007, o uno de 1987 que firmaba Oscar de la Renta.

–Usted ha tratado con los originales, Givenchy, De la Renta o Valentino. ¿Los sustitutos están a la altura?

–Es una pregunta difícil de contestar porque hay unos que me gustan más que otros. Balenciaga era una maravilla. Givenchy fue un icono que acaba de fallecer, pero vendió su marca. Lagerfeld es fantástico en Chanel y sus puestas en escena, grandiosas. A Oscar lo adoraba, me ayudó mucho, fue el primer grande que conocí, y lo admiro muchísimo porque tenía una creatividad innata. Le echo de menos. Valentino es el buen gusto, el refinamiento, el glamour, la belleza en todas sus facetas...

–¿El «low cost» puede convivir con la artesanía?

–Nadie valora lo bueno como antes. Hay diseñadores que cosen a mano que pocos valoran y no venden como deberían. Por desgracia, muchos oficios se están perdiendo. Ya no hay glamour, ahora todo el mundo viste igual, hay poca gente con clase. Hay una cosa que se llama clase y que naces con ella; la forma como te mueves o la manera de estar, eso se tiene innato. Lo que puedes educar es el estilo, y las marcas te ayudan, pero no la clase.

–¿Nunca le tentó crear su propia firma?

–No, porque siempre he tenido que trabajar tanto que no tenía tiempo para dedicarme a eso. Tuve que sacar adelante a dos hijos yo sola, así que prefería trabajar en una cosa que me diera un dinero fijo para poder pagar los estudios y no dedicarme a algo que no sabía si tendría futuro o no.

–Imagínese que deciden cortar la Gran Vía para hacerle un homenaje como a Valentino el centro de Roma, ¿sería excesivo?

–No me lo imagino para nada, soy muy realista. No tengo la importancia en la moda ni la trayectoria de Valentino. Yo todavía estoy aprendiendo, soy humilde en mi trabajo y carezco de la vanidad que se necesita para un homenaje de esas características. Tengo mi familia, mis amigos, mi trabajo, no hago daño a nadie y ayudo a todo el mundo. He aprendido mucho con toda la gente estupenda con la que he trabajado y estoy orgullosa de todos los años que he pasado con ellos. Aprovecho aquí para darles las gracias. No quiero nada más, os lo agradezco mucho, simplemente soy una curranta que me paso el día ayudando y no me meto con nadie. No quiero homenajes y el día de mi cumpleaños será un día más, así que no quiero nada.

–¿De quién aprendió más?

–De Oscar de la Renta y de Valentino. Trabajé muchísimo con ellos y con Valentino sigo aprendiendo porque es inteligentísimo y cultísimo. Tengo inquietud por todo y más, por las nuevas tecnologías y la rapidez de los actuales medios de comunicación. En mi opinión, debes aprenderlo todo, no puedes quedarte en un sofá a que te lo hagan. Soy una todoterreno, sé hasta arreglar los plomillos de la luz y me da rabia cuando no puedo solucionar las cosas de electricidad porque ahora hay unas bombillas muy raras.

–¿Es consciente de lo que valen sus conocimientos sobre moda?

–Las inquietudes de ahora y de antes son completamente diferentes y eso se traduce en un concepto distinto de moda. Viven de lo digital, todo es tecnología, y eso hace que en muchos casos solo se preocupen por los básicos. Nos falta memoria y el pasado lo identifican con lo obsoleto, con lo prehistórico. Me preocupa que todos caigamos en el «low cost». La artesanía ha pasado a un segundo plano, se ha perdido sensibilidad, excepto Largefeld, que sigue manteniendo los oficios, conservando al mismo sombrerero, el mismo zapatero... Tiene un mérito increíble. Yo sigo buscando cosas que me emocionen.

–¿Acepta que la adjetive como fantástica?

–No, fantástica no, pero sí soy como una moto, porque la cabeza me va muy rápido y tengo memoria de elefante.