Atenas

¿Seguirán llamándose príncipes de Grecia?

¿Seguirán llamándose príncipes de Grecia?
¿Seguirán llamándose príncipes de Grecia?larazon

El día «H», en el que la casta griega tembló porque se les acababa el bipartidismo, Pablo de Grecia, desde su chaise longue blanca de su elegante casa del siglo XVIII en el barrio de Chelsea frente al río Támesis, opinaba y amonestaba «urbi et orbi» a través de su Twitter: «Venizelos, con una falta de responsabilidad típica en él y en su partido, culpó a G.Papandreu de la pérdida de tres escaños». A continuación, venía la sorpresa: «Es la primera vez, desde la dictadura de los años setenta, que Nueva Democracia y Pasok, reducen sus escaños a favor del nuevo líder. Las encuestas dan ahora el 35-39% a Syriza, ahora es el tercer partido». Pablo, ni se pronuncia a favor ni en contra, pero a Venizelos le llama irresponsable y, de cara a las elecciones, se había posicionado claramente por Stavros Dimas –«necesitamos estabilidad, esperemos que el Parlamento elija al ex comisario europeo, Stavros Dimas, como presidente el 27 de diciembre»–. Su deseo no pudo ser. Semanas más tarde de haber lanzado a las redes su duda: «¿Puede Alexis Tsipras liderar al partido Syriza hacia el poder en Grecia?», las urnas se lo aclaraban: sí, y casi por mayoría.

Ni Nueva Democracia ni ningún partido político griego y mucho menos el nuevo Gobierno, han pensado en una restauración monárquica en Grecia como una solución para salir de su larga crisis social, política y económica. Oficialmente en la delegación diplomática griega en España contestan tajantemente que «no es un asunto de conversación entre los partidos políticos, teniendo en cuenta que el pueblo griego decidió de modo definitivo con el referéndum de 1974». Tema debatido y zanjado.

Pero, ¿cómo se lo toma la antigua familia real griega, cómo les afecta y cómo apunta su futuro ahora que habían iniciado un proceso de acercamiento al país de sus orígenes, después de décadas sin poder pisar suelo heleno? De momento, tienen un enorme problema que salvar: cómo se apellidan. Constantino y su familia utilizan el topónimo «de Grecia» y así funcionan por el mundo. Para los griegos, sin embargo, son la familia Glücksburg y si quieren registrarse como ciudadanos de ese país, han de hacerlo con ese apellido y no con el gentilicio toponímico Grecia. No ser ciudadanos griegos no les impide viajar, residir y moverse por el mundo, porque también disponen de la doble ciudadanía inglesa y danesa. Todos ellos, hasta los nietos, son príncipes de Grecia y de Dinamarca. Salvado este escollo y con el rey Constantino delicado de salud, es su hijo el príncipe heredero Pablo el que lleva ahora el testigo del linaje. Desde hace más de un año, el que fue durante diez rey de los griegos vive en su país casi retirado del mundanal ruido en la bellísima península del Peloponeso, en Porto Heli, a tres horas en coche de Atenas. Como su nombre indica es un cielo. Una bahía enfrente de dos islas, la de Spetses, donde se casó el tercer hijo de Constantino, Nicolás, con la venezolana Tatiana Blanik, y la isla privada de los Niarchos. Sus vecinos son las acaudaladas familias Mavroleon, Vardinoiannis y Niarchos. Es el lugar perfecto para jubilarse con dinero, donde los planes se reducen a visitar a los vecinos en su casa o en su barco o trasladarse a una taberna de Spetses a comer pescado y beber café frappé. Se trata del Sotogrande en versión griega. Vida familiar y mucho deporte, en la playa artificial privada de las casas, sobre el polvo blanco de mármol que se traen de las canteras griegas o con arena del Caribe. Ahí tiene también casa Guillermo de Holanda. Todo inmensamente caro pero muy discreto, hasta que la mujer de Tom Hanks, que es griega, decide pasearse por Spetses y les altera durante unos días con unos «paparazzi».

Retirado Constantino en ese paraíso, el que ejerce el liderazgo es Pablo. De momento, lo que sí sabemos es que el día después de ganar Alexis Tsipras las elecciones griegas, al príncipe heredero le ha sorprendido que el primer ministro haya jurado su cargo sin presencia religiosa: «Es la primera vez que un primer ministro toma posesión sin presencia religiosa». A un mes de la aplastante victoria lanzaba al aire la pregunta: «¿Puede Tsipras, líder del partido Syriza, llegar al poder en Grecia?». Pues sí, y era una realidad para la que muchos ya se estaban preparando desde hacía meses, por ejemplo, Victoria de Borbón, casada con un acaudalado naviero griego, que decidió hace más de un año salir de Atenas e instalarse en Londres. Esta semana hemos visto derrumbarse la bolsa griega con el dinero que aún quedaba en el país saliendo masivamente hacia Luxemburgo y similares. Pablo se crió con la idea de que todavía existía una posibilidad de volver a reinar, pero su hijo Constantino se está educando sin esa presión. Aunque la posibilidad de ser rey sea tan remota y el heredero del heredero es más un «jasp» (joven aunque sobradadamente preparado) que un «royal», este no le impide opinar sobre el país en el que nació en 1967. Los griegos, según los expertos consultados y el informe sobre los comicios realizado por la consultoría Llorente y Cuenca, no asocian a la monarquía con un periodo agradable. Si a ninguno de sus vecinos en Porto Heli, ni a las familias griegas que frecuentan en el exilio les gusta Syriza, es previsible pensar que a ellos tampoco. De hecho, Pablo, que es financiero, afirmaba el día de Reyes: «Una salida griega del euro hace que aumenten los temores a un contagio fiscal».

Lo que sí les queda es cultivar los recuerdos y su historia. El año pasado tuvieron lugar dos acontecimientos importantes que reunieron a toda la familia griega y eso incluye a los daneses y españoles. Los dos tuvieron lugar en Grecia: el 50º aniversario del fallecimiento del rey Pablo de Grecia y las bodas de oro de Constantino y Ana María, que posaron con sus hijos, yerno y nueras con el Partenón, un fondo que es el símbolo de Grecia. Esa foto la convirtieron en felicitación de estas últimas Navidades, cuando aún el Podemos griego no había llegado al poder.