Escritores

Un año de amor de novela

En mayo celebrarán su primer aniversario, cuando Mario apareció providencial, y como un ángel caído del cielo encendió la sólo aparente frialdad de una Preysler volcánica

Debut transatlántico. Previo pago, Isabel y Mario protagonizaron su primera y cuidada portada en la fiesta de Porcelanosa en Nueva York
Debut transatlántico. Previo pago, Isabel y Mario protagonizaron su primera y cuidada portada en la fiesta de Porcelanosa en Nueva Yorklarazon

De entrada, mi respeto a su autoconvencionalismo y valentía deshaciendo una, parece que asfixiante, unión conyugal de medio siglo. Se necesitan agallas para emocionarse con 80 años revitalizantes. Isabel siempre ha ido de bombazo en bombazo. Sus amores nunca han sido frívolo petardeo, aunque hayan parecido oportunistas. De todo hubo, pero medido, controlado y calculado. La cabeza imponiéndose al corazón desde que, muy joven y recién llegada de Filipinas, se casó embarazada por Julio. Por eso Chábeli nació en Lisboa, quitando a Preysler de en medio para no avergonzar a la burguesa familia Iglesias. Charo de la Cueva nunca perdonó tal maña considerada ligereza. No la disculpó ni por joven, tachándola de «seductora infame» en vez de incauta seducida. Fue cuando la mamá de Julio despectivamente la bautizó «la china».

Luego ella se resarció enamorando a un grande de España como el marqués de Griñón, que hoy a los 80 se reenamoró con la misma fuerza del Nobel. Tienen el corazón contento y revolucionado. De Falcó nació el encanto hoy opacado de Tamarita. La Preysler se aburrió con él de lo lindo y, en eso, se prendó de Miguel Boyer, entonces superministro. Mona Jiménez celestineó el romance alimentado por sus lentejas semanales, cita muy vip. Nadie faltaba y se peleaba por degustarla y allí parieron una crisis gubernamental con la renuncia al cargo y el divorcio consiguiente del político, bastante menos apuesto que el cantante. Tampoco tenía el chic noble del aristócrata. Boyer la implicó en la expropiación de Rumasa y se contó que allí empezó su fortuna.

Ya hace justo un año, que festejan en mayo, apareció providencialmente Vargas Llosa, cual ángel caído del cielo. Milagroso en su apuesta facha, encendió la sólo aparente frialdad –ya saben cómo engañan las apariencias– de una Preysler volcánica, según sus íntimos. Lo demás ya lo saben y quizá padecen, aunque muchos cuestionemos por su edad tal ardor que arrolló convencionalismos, generó repetidas envidias y muchos cabreos indisimulados. La tildaron de insaciable al dejarse llevar por los sentimientos, mientras la consideraban contumaz calculadora. Rompió esquemas creyendo que sería arrebato impropio de su experiencia, ¡qué no sabrá ella! Pero ahí siguen encandilando y prendados sin soltarse de la mano, tal José Luis Coll le pedía a Tip. Su amor desplazó al de María Teresa Campos y Bigote Arrocet, hasta entonces pareja preferida sin las ataduras de un matrimonio de 50 años y tres hijos crecidos. Romper con su prima Patricia obligó al novelista a exiliarse temporalmente al madrileño NH Eurobuilding, donde ocupó un apartamento de 1.000 euros diarios incluyendo rebaja. Paripé antes de instalarse en la emblemática Villa Meona, donde penó Boyer durante dos años. Isabel lo cuidó solícita y cuesta creer que ella simultaneara tales desvelos con proyectos sobre el escritor, supuesto que ya forma parte de la leyenda antirromántica. Como también ven malicia en que Tamara repita que su casa es «el campamento de Mario» y que no asistiera al jaleado 80º cumpleaños, al tiempo que la nueva situación doméstica precipitó que Ana Boyer conviviese con Fernando Verdasco. Me aseguran que no podía aguantar más, aunque el chalé tenga nueve baños y se hablasen con mando a distancia. Fue ocasión única para largarse dando un portazo y dejar el campo libre a las comprensivas expresiones de una pareja que cada día ocupa portadas tras su presentación formal en el cumpleaños portugués de Joao y Tita Muñoz, amigos de siempre de Isabel. Luego, trote incesante, lo mismo en su debut transatlántico inaugurando la Porcelanosa neoyorquina, previo pago, o asistiendo a los Goya, ella vestida con destellos, diseño del indio Naeem Kahn.

Acaso hartos de verse como noticia periódica, Isabel y Mario el martes no recogieron el premio naranja especial como pareja del año, camino de serlo también del siglo. Un respiro para ellos y también para nosotros. Uff. Supone una tregua aliviadora pero sólo pasajera, que retomará actualidad en este primer aniversario tan feliz donde los malvados sólo ven la culminación de una atracción de años. Se remontan a 25 atrás, cuando Nati Mistral estrenó «La chunga» e Isabel se vio por primera y última vez en un teatro. Ellos sabrán por qué lo dicen. Disparan imaginaciones. Hablan de una búsqueda y una espera maquiavélica, fruto de una pasión que no tiene edad. La felicidad tiene un nombre, «el de Isabel Preysler», reconoció, aseguró y remarcó Mario. Es palabra de Nobel y hay que creerla.