Hollywood

Harry Dreyfuss, otra víctima del «todopoderoso Spacey»

«Sabía que podía acariciarme estando mi padre en la misma habitación y que no tendría agallas para decir nada. Y no lo hice. Tenía 18 años, le admiraba y era el jefe de mi padre», acusa

Harry Dreyfuss
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«Sabía que podía acariciarme estando mi padre en la misma habitación y que no tendría agallas para decir nada. Y no lo hice. Tenía 18 años, le admiraba y era el jefe de mi padre», acusa.

Era 2008 y él dirigía a mi padre, Richard Dreyfuss, en una obra llamada “Complicit” en el Old Vic de Londres. Ambos fuimos a su apartamento para repasar unas frases. En el transcurso de unos 20 segundos, centímetro a centímetro, Kevin arrastró su mano desde mi muslo hacia su entrepierna. Dejé de leer el guión y mis ojos se abrieron de par en par. Levanté la cabeza y lo encaré. Mirándole a los ojos, sacudí la cabeza lo más que pude. Estaba tratando de advertirle sin alertar a mi padre, absorto en el guión. Pensé que estaba protegiendo a todos. Estaba protegiendo la carrera de mi padre. Estaba protegiendo a Kevin, a quien seguramente mi padre habría intentado golpear. Me estaba protegiendo a mí mismo porque pensé que algún día me gustaría trabajar con este hombre. Kevin no tuvo reacción y mantuvo su mano allí». Así cuenta Harry Dreyfuss su experiencia con el apodado «depredador de Hollywood» a «BuzzFeedNews», el mismo medio que el 29 de octubre publicó la historia del actor Anthony Rapp, el primero que denunció el abuso sexual del que fue objeto por parte de Spacey cuando tenía 14 años. Tras Rapp fueron otros los que elevaron la voz, a los que se une ahora Harry Dreyfuss.

Su mente tímida y adolescente le llevó a archivar lo sucedido bajo la categoría de anécdota y narrarla durante sus años universitarios: «Contar la historia en tono de broma (“¡Kevin Spacey se interesó por mí!, ¡Es famoso! ¡Ja, ja!”) poder reírme de ello, me aseguraba que no fui una víctima. Esa fue mi manera de eliminar el asunto. Cuando las personas a las que se lo contaba rehusaban reír e insistían en que había pasado por algo profundamente erróneo, siempre intentaba minimizarlo para que pudieran ver el lado divertido», dice quien no se lo contó a su padre hasta «cuatro o cinco años después del incidente, asegurándole que no era un gran problema y que me sentiría mortificado si hacía algo al respecto».

Pero ahora, nueve años después, y a medida que las acusaciones contra Harvey Weinstein se agolpaban dando lugar a la campaña «#MeToo», su manera de procesarlo ha derivado de lo banal a lo útil. «He comprendido lo importante que es agregar mi voz a las personas que exigen un mundo en el que a los hombres poderosos ya no se les permita sentirse seguros para hacer esto o algo mucho peor. En retrospectiva, lo que me repugna de Kevin fue lo seguro que se sentía. Sabía que podía acariciarme en una habitación con mi padre y que no diría una palabra. Sabía que no tendría las agallas. Y no lo hice. Tampoco puedo soportar la disculpa de Kevin. El hecho de que sea gay no es lo importante. Más bien es que no no respeta el consentimiento».

Su testimonio ha tenido el mayor respaldo de su padre, quien ha través de las redes ha expresado: «Amo a mi hijo más de los que podría explicar con palabras. Estoy tan increíblemente orgulloso de él en estos momentos...».