Casa Real
Una clara para el Rey y un Perrier para Doña Letizia
El pasado sábado se reunieron con una pareja de amigos en el bar Charing Cross del Paseo del Pintor Rosales, en Madrid
El pasado sábado se reunieron con una pareja de amigos en el bar Charing Cross del Paseo del Pintor Rosales, en Madrid.
Mientras que Doña Sofía asistía en Roma a la cena que el embajador español ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Saénz de Buruaga, ofrecía a la delegación española que había participado por la tarde en la ceremonia de canonización de la Madre Teresa de Calcuta, que la Reina emérita encabezaba, el Rey Felipe y su esposa también cenaban, pero en Madrid y en privado, con una pareja de amigos. Dado el calor que hacía el sábado en la capital, decidieron quedar tarde por una zona cercana al palacio de La Zarzuela. El barrio más próximo, exceptuando El Pardo, es Argüelles-Moncloa. Y hasta allí se fueron conduciendo su coche y con una escolta muy discreta; nada de perros olisqueando bolsos y esquinas o policías saliendo del subsuelo.
Pasada la medianoche se acercaron a un pub de los de toda la vida, esos con sillones de escay, barra de madera y camareros que hablan de usted. El bar Charing Cross en Pintor Rosales, 32, fue el escogido. Quizá por el sofoco que hacía o para evitar llamar la atención prefirieron quedarse dentro del local, donde eran los únicos clientes.
Nada de fotos, por favor
Allí estuvieron los cuatro solos conversando en la barra, mientras en el exterior les esperaban dos guardaespaldas sentados en la mesa más cercana a la puerta. Una pareja de estos, que aguardaba en la acera, trató de contener a un par de fotógrafos que querían inmortalizar la salida de los Reyes del pub. Hubo momentos de tensión, hasta que finalmente los escoltas les permitieron intentar captar lo que pudieran, pero a distancia.
Esta vez los fotógrafos no eran los oficiales de la Casa Real, como ocurrió la noche del 23 de agosto, cuando los Reyes salieron a cenar a una marisquería nada más regresar de sus vacaciones privadas. En esta ocasión no tenían ninguna intención de que se supiese que estaban disfrutando de un rato tranquilo en un local de la ciudad.
Llegaron con mucha sed y Don Felipe se bebió un par de claras de cerveza bien fresquitas y Doña Letizia, para aplacar la deshidratación, pidió primero una botella de agua con gas. Exactamente, un botellín de Perrier con hielo y una rodajita de limón. Luego, se decantó por un poleo, que es lo mejor para hacer bien la digestión. Los cuatro picaron unos cacahuetes, kikos y gominolas, pero no probaron la famosa tortilla de patatas del local, ni tampoco los cócteles que prepara Julián, una institución en la zona porque lleva más de 30 años detrás de la barra del Charing Cross, el pub favorito de la familia de la modelo Eugenia Silva, donde celebran todas sus cuitas con unos buenos Bloody Mary.
A las dos de la madrugada los Reyes abandonaron el pub. A esa hora cierra el Charing Cross y no quisieron que el personal prolongase su jornada laboral. Antes de irse, Doña Letizia bajó al servicio y, luego, iniciaron la ceremonia de despedida. Primero salió el Rey, que lucía vaqueros y camisa con las mangas remangadas, y después su esposa, que llevaba el pelo lacio y suelto, un blusón holgado, falda corta negra, sandalias planas y un bolso tamaño XXL. Los dos se fueron andando por la acera en busca de su coche. Una vez que habían abandonado el lugar, la pareja de amigos salió del local en la otra dirección.
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