Entrevista

Antonio Moral: «Soy el doble de Kenny Rogers, en Nueva York me piden autógrafos»

Antonio Moral, gestor cultural (Foto: Javier Fernández-Largo)
Antonio Moral, gestor cultural (Foto: Javier Fernández-Largo)larazon

Tres horas de conversación dan para bastante. Quedamos para desayunar y él, ciento ochenta minutos después, se marcha a toda prisa porque no llega a una comida. Como siempre. Sabe mil anécdotas, como la de don José, el aficionado al que nunca se le caía la ceniza en los toros. Y habla de Aix-en-Provence, de pintura y de las fotografías que hace (estupendas, doy fe). Antonio Moral, natural, y a mucha honra, de Puebla de Almenara, en Cuenca, es un hombre excesivo: en altura, en gestos, en el tono de su voz, en su inmensa capacidad de trabajo. Generoso es el calificativo que le dedican quienes han compartido horas de trabajo a su lado. Su carrera como gestor impresiona: Festival Mozart de La Coruña, Festival de Música Religiosa de Cuenca, revista «Scherzo», dirección artística del Teatro Real y un centro que le hicieron a imagen y semejanza: Centro Nacional de Difusión de la Música (que en tono de broma llamábamos Centro Nuevo De Moral y que ahora, cuando abandona el cargo, ha rebautizado con la sorna que le adorna como Centro Nacional de Difusión del Mus) y al que dice adiós para dedicarse a vivir. Le echaremos inmensamente de menos.

P. No me creo que se jubile.

R. Jubilarme no es irme a mi casa, pero es una opción.

P. ¿Se va cansado?

R. Un proyecto como la dirección del CNDM consume mucha energía y te deja ko. Y uno se resiente. No sé si volvería a coger un trabajo como éste. Muy bien me lo tendrían que pintar para que me embarcara en una aventura así. Yo ya no estoy para cruzar el Atlántico, sino más bien para un Formentera-Ibiza con el viento a favor (risas).

P. ¿Cómo le engañaron para ser director del Centro Nacional de Difusión Musical?.

R. Lo primero que hice fue preguntarme ¿qué hace un chico como yo en un sitio como éste? Y después pensé en el reto de poder enfrentarme a algo distinto a todo lo que antes había hecho. Iba a trabajar en un proyecto que se alejaba de lo que se estaba ofreciendo: potenciar el patrimonio musical español, el Barroco, Renacimiento, las músicas antiguas..., que me parecía estupendo, pero junto a eso quería poner en valor músicas de raíz popular como son el jazz y el flamenco. Y te diré que después de ocho años los ciclos de jazz y flamenco son los de mayor demanda de abonos.

P. Vamos que ha abierto puertas, ventanas, contraventanas...

R. Sí, lo hemos hecho y hemos dado paso a músicas que no estaban en el Auditorio Nacional de forma habitual. Y público, por ejemplo, como el del jazz y el flamenco y el habitual del Auditorio Nacional se han trasvasado.

P. Milagro habemus.

R. No creo en los milagros, no los hay, se producen después de mucho trabajo. El verdadero milagro es hallar un equipo capaz de desarrollar un proyecto. Y ese equipo ha existido. El hall del Auditorio, con sus suelos limpios, aséptico, se ha transformado porque los fariseos han entrado en el templo (risas).

P. Y han tomado hasta vermut.

R. Ya lo creo. Y han llenado el vestíbulo abajo y arriba, se han tomado algo de picar y han abarrotado la sala para escuchar un concierto de órgano. ¡De órgano! Hemos conseguido convertir un lugar frío en otro cercano al que vienen las familias con total normalidad. Y cuando el concierto acaba no se va nadie hasta las 14:30 más o menos. Y hablan relajadamente con el artista. Alguno me decía que se habían sentido como si fueran estrellas de la ópera. Y me emociona.

P. Y no les piden autógrafos de milagro.

R. Sí, sí. Les ven la cara, porque jamás se les ve de frente, solo de espaldas. Y ellos mismos alucinan porque el concierto menos popular, sí, se ha convertido en el más popular. Hoy estamos acostumbrados a la imagen, y aquí tienes que concentrarte precisamente en lo que no ves. La clave está en la pantalla y volvemos de nuevo al tema de la imagen. Es un ciclo que, además, genera dinero. Jamás me pude imaginar que se llenara, que tuviéramos que ir abriendo zonas porque el público no cabía. Solo por esto ha merecido la pena estar al frente de este centro.

P. Usted es un hombre de hablar también con el público.

R. Te dan muchas claves.

P. Deja el Centro en lo más alto.

R. En ocho años hemos pasado de 388 abonos a 4.605. Se ha incrementado el número en un 186 por ciento. Hemos tenido 381 estrenos absolutos y 174 han sido por encargo.

P. Seguro que con los datos en la mano le habrán pedido que no se fuera.

R. Me lo pideron sí, pero en febrero yo ya había decidido que no seguiría al frente. Y tengo mis razones de peso: ocho años son muchos, y dos legislaturas. En este tipo de trabajo has de estar un tiempo porque no puedes estar inventando de manera permanente toda la vida. Las dos últimas temporadas, por ejemplo, me ha costado mucho por el propio nivel de exigencia. Pero de los sitios hay que irse sin dar una espantada.

P. Hemos pasado del jamón serrano al de bellota, no me diga que no.

R. Pues sí. Y por eso necesitas una regeneración. Te das cuenta de que tú eres víctima de tu propio desafío. Tus expectativas son tu peor enemigo.

P. ¿Y va a saber vivir sin sobresaltos?.

R. Estoy descubriendo por primera vez la tranquilidad. Y me gusta. Me gusta mucho.

P. Se lo tengo que preguntar: ¿no le han dicho que es igualito que Kenny Rogers?

R. (Risas) En Nueva York unas cuantas veces. Me pedían autógrafos. Notaba que entraba, por ejemplo, en un restaurante, y la gente se paraba y me empezaba a mirar. Me pasó también en Chicago, en Boston y hasta en un pueblecito de Nevada. Soy el doble de Kenny Rogers.

P. ¿Y firmó alguno?

R. No, nunca.

P. Seguro que alguien pensaría que le estaba engañando.

R. Sí, en un avión a una chica la tuve que enseñar el pasaporte. Y ni aun así. Por más que yo le decía: «Soy Antonio Moral, de Puebla de Almenara, en Cuenca, España», nada, no se convencía. Y también me confundían con Sergio el de Estíbaliz.

P. ¿Se puede vertebrar un país con la música?

R. Completamente. Seis años ha costado poder trabajar desde el CNDM con Cataluña, pero es una gran satisfacción. Ha sido muy complicado porque no quieren trabajar con el Estado Español.

P. ¿Lo peor de estos ocho años?.

R. La burocracia.

P. Transparencia cien por cien, deduzco.

R. Soy absolutamente partidario de un código anticorrupción cuando manejas dinero público. Los controles han de existir sí, otra cosa es la burocracia que se genera. Y aquí es a veces tan surrealista que nadie podría creerlo.

P. Usted estuvo a punto de dirigir el Palacio de la Música.

R. Iba a irme en 2011, pues se abriría en 2013, pero la crisis lo dejó parado. Se hizo un proyecto para convertir el Palacio de la Música en la otra sala de música de Madrid para que fuera como el Carnegie Hall, un lugar histórico frente a otro más moderno, como es el Auditorio Nacional. Me sorprende que a la alcaldesa no le haya interesado, estando en plena Gran Vía y pudiendo formar parte del proyecto de recuperación de una arteria tan importante de Madrid. Sería sensacional que volviera a ser lo que fue en los sesenta, tiene una acústica excepcional. No nos deberíamos olvidar de que está ahí. Ahora es el momento.

P. ¿Y si le llamaran para dirigirlo?.

R. A mí ya se me pasó el momento para liderar un proyecto de esas características. Necesitas un horizonte mínimo de 5 a 8 años. Y yo ya no lo tengo ni lo quiero.

P. Cuál ha sido su mejor partida de mus.

R. La que se gana en ese momento. Me gusta ganar en mi pueblo. El mus es de gente farolera y me ha servido mucho para la gestión artística. ¿O ha sido al contrario?

P. ¿Sigue siendo fiel a la vespa blanca?.

R. Ahora es azul. Tengo la misma moto, la misma mujer y la misma casa. Y he jugado diferentes partidas de mus. En el fondo soy un tipo clásico y un conservador.

P. Después de viajar de festival en festival por Europa, ¿dónde va a parar?.

R. Me voy a Galicia y a la Puebla a seguir impartiendo clases de mus en el Casino. Y después pasaré un tiempo en Nueva York.

P. ¿Qué cargo le hubiera gustado que le ofrecieran, señor Moral?.

R. Director general de Paradores Nacionales.

Qué lleva en la maleta

Cuando sale de viaje, que es con bastante frecuencia, se lleva un trolley «y meto lo que quepa. No facturo desde hace más de diez años. Llevo lo estrictamente necesario y una bolsita azul para guardar las cosas que compro». Jamás mete en la maleta nada que no vaya a utilizar.

Práctico que es Antonio Moral