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California: Pepe Colubi, un año de tópicos americanos

Las casas, el «high school», el surf y la comida basura. Todo le pareció sacado de una película

La estética, incluso la calidad de la imagen, también traen recuerdos de aquellos maravillosos años 80 / Foto de Pepe Colubi
La estética, incluso la calidad de la imagen, también traen recuerdos de aquellos maravillosos años 80 / Foto de Pepe Colubilarazon

Las casas, el «high school», el surf y la comida basura. Todo le pareció sacado de una película.

Humorista, escritor, periodista y guionista, actualmente participa en el programa Ilustres Ignorantes, que emite el canal #0 de Movistar+ y con el que recorre España de punta a punta durante todo el año. Quizá por ese traqueteo constante y la consecuente falta de tiempo, se remonta al año 83 para relatarnos un viaje que conserva en la memoria como irrepetible: un año de estudios en Estados Unidos. «Fui a hacer COU a California, a San José. Estudié, aprobé por los pelos y me lo pasé genial. Era un pardillo total que iba con todos los prejuicios a favor y, más o menos, se cumplieron. Era como lo que había visto en las películas: la high school, las taquillas, el fútbol americano, los cambios de clase... Todo lo que había visto en la serie «Salvados por la campana» era real. Los tópicos se cumplían, como el rollito del surf.

Yo intenté hacerlo, pero casi me muero. No tenía ni idea y me metí en un sitio demasiado peligroso. Salí por los pelos y una y no más». Una vez en la zona, obviamente aprovechó para hacer turismo: «Como pintoresco y especialmente turístico recuerdo San Francisco, porque tiene escenarios muy reconocibles. Santa Cruz también es una maravilla, pura playa, una zona muy bohemia e intelectual. Aunque mi año fue más cafre que intelectual, la verdad. Me veía metido en un decorado de una serie de televisión todo el tiempo. Yo era como Paco Martínez Soria. Estuve viviendo con una familia americana y me encantó la experiencia. Se come basura riquísima. Ahora ya está todo muy instaurado en España, pero en aquella época descubrí todo el abanico de franquicias cerdas que te ofrecía la vida y aquello era gloria bendita. Cada equis semanas, por ejemplo, llegaba a casa un repartidor con un saco gigante de bollería congelada.

Mi familia tenía el típico congelador arcón, también como los que aparecen en las películas, y allí metían todo. Hombre, a veces la señora se estiraba y hacía rollos de canela o algo más especial, pero no son de grandes guisos, al menos en esa casa. Barbacoas como las tenemos instaladas en la memoria audiovisual, con ese padre dando la turra mientras prepara la carne, no las viví. Pero los demás tópicos sí se cumplen. Las casas, con el pequeño césped y una acera estrecha, mucha calzada para aparcar los coches, esa entrada principal... ¡Ah!, y me tocó vivir un terremoto». ¿Reacción? «Pues un poco de tonto. Estaba en clase, sentado en primera fila y no vi lo que hacían el resto de mis compañeros, que inmediatamente se pusieron debajo de la mesa. Así que me quedé ahí sentadito, trotando en la silla con cara de flipado. Fue un 6,3 si no recuerdo mal. Pero allí están muy acostumbrados y no fue a más. El alucinado era yo». Viajes de juventud que no repetiría: «Me da pereza por mi vagancia congénita. No paro de viajar por España por trabajo y es un destino que ni me planteo. Prefiero repetir otros porque me lo pasé genial, como Brasil o Costa de Marfil, que fue muy iniciático. Fueron experiencias brutales».