Música
Hipsters de los sesenta
El «hippismo» luchó por derribar tantos tabúes como se le pusieran delante, sin embargo, la belleza les dejó tan fascinados como al resto. El/la guapo/a era tendencia... Que se lo digan a Morrison
El «hippismo» luchó por derribar tantos tabúes como se le pusieran delante, sin embargo, la belleza les dejó tan fascinados como
al resto. El/la guapo/a era tendencia... Que se lo digan a Morrison.
Detente, muchacho, cuando veas salir en televisión a esos jóvenes guapísimos en programas absolutamente insustanciales. No menosprecies su importancia. El efecto de una buena carrocería en los demás es más determinante de lo que imaginamos. Y si no lo crees, que te lo diga (desde el más allá) Jim Morrison, cantante del grupo The Doors, que triunfó en el verano de 1967 gracias a su apostura.
Es curioso cómo el verano del amor, tan dado a derribar tabúes a través de la contracultura, fue incapaz de disolver la férrea soldadura con la que, desde la antigüedad clásica, viajan amor y belleza. Los hippies atacaron con éxito la segregación racial, la opresión sexual, el militarismo, las convenciones sociales, pero la belleza les batió en todos los terrenos y les dejó tan fascinados como a las muchedumbres de todos los tiempos. No se vio nunca en el 67 ningún póster de dos obesos amartelados como imagen de amor y eso es muy significativo.
Jim Morrison fue hijo de militar y pasó su infancia de cuartel en cuartel. Físicamente era un bombón. No tenía que opositar al apareamiento –como el resto de los mortales– porque las señoras caían sobre él en cascada. Patti Smith, Nico, muchas de las figuras posteriores del rock, le persiguieron para disfrutar de su atractivo. Se mudó a San Francisco para ser artista y nunca tuvo que buscar apartamento porque vivía en casas de amigas. En el campus californiano, estudió cine y se interesó seriamente por la poesía, mostrándose capaz de usar un buen catálogo de palabras de más de cuatro sílabas. El paso de escribir poesía a formar parte de un grupo de rock fue natural, dado el espíritu de la época. Lo facilitó el sentido rítmico que tenían sus palabras para cerrar el verso, algo parecido a lo que probablemente le hubiera pasado a Gloria Fuertes de haber estado allí, tener una modulada voz de barítono y mejor presencia física.
Fundó The Doors con otros músicos de la zona y explicaba que habían sacado el nombre de un verso de William Blake, recogido en un ensayo de Aldous Huxley. Los éxitos llegaron más a través de canciones ajenas que de las propias improvisaciones poéticas de Morrison porque pertenecía a la misma generación de estudiantes de cine americanos que Francis Ford Coppola y buscaba más la respetabilidad intelectual que la comercial. La imantada personalidad física de Jim funcionó en público. Hacía suyos todos los lemas de protesta hippies y los emitía con desusada franqueza desde el escenario. En menos de dos años acumuló un montón de juicios por escándalo público, obscenidad e insulto a las fuerzas del orden. Huyendo de esa presión se hizo una escapadita a Europa y las cosas se complicaron por su tendencia a la juerga. Una mañana en París amaneció muerto de sobredosis con solo 27 años. En 2014, Marianne Faithfull (ex-novia de Jagger) contó que un amigo suyo le había vendido una heroína de tanta pureza que su efecto fue demasiado fuerte, incluso para un físico tan notable como el de Jim.
Los flancos sórdidos, contradictorios, desorientados, de la breve biografía de Morrison quedan redimidos en su totalidad por un rasgo importantísimo que le hace justicia. Hay suficientes testimonios y episodios que así lo atestiguan sobre que Morrison tenía un carácter moral de una integridad desusada. Algo pleno, compacto, sin fisuras. Consideraba que The Doors eran su familia, con la que estaba trabajando un proyecto poético y rechazó jugosas ofertas millonarias para emprender una carrera individual. También, cuando los anuncios empezaron a centrarse demasiado en su gallardía física, se negó a afeitarse, peinarse y llegaba a las sesiones de fotos desaliñado con el objetivo de que el público se centrara solo en la obra. Un carácter veraz, en suma. Rara verdad poética.
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