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José Luis Gil: «Parece que el teatro es un ocio prescindible, como jugar al bingo»

José Luis Gil / Actor. La voz en español de Buzz Lightyear, que ahora interpreta en el teatro al protagonista de «Si la cosa funciona», de Woody Allen, defiende el doblaje –«nos ponemos demasiado guays cuando decimos que sólo vale la versión original»– y compagina las tablas con la televisión

José Luis Gil
José Luis Gillarazon

José Luis Gil, la voz en español de Buzz Lightyear, que ahora interpreta en el teatro al protagonista de «Si la cosa funciona», de Woody Allen, defiende el doblaje y compagina las tablas con la televisión

José Luis Gil (Zaragoza, 1957) lleva el oficio de actor en los tuétanos. Comenzó pronto, con apenas 11 años, y conoce como pocos las fontanerías del oficio. Leyenda del doblaje (hablamos, entre mil producciones, de la voz en español de Buzz Lightyear y de Marlin, el padre de Nemo), alcanza la fama gracias a sus papeles en las series «La que se avecina» y «Aquí no hay quien viva». Su interpretación del protagonista de «Si la cosa funciona», adaptación de la obra de Woody Allen, es uno de los grandes acontecimientos teatrales de la temporada.

–¿Cómo se compagina el teatro y la televisión sin volverse loco?

–No estoy muy seguro respecto a lo de no estar loco. Hay un punto de locura cuando te embarcas en las dos cosas a la vez, pero a veces no queda más remedio. «La que se avecina» lleva 9 años y hay que compatibilizarla con mis ganas de hacer teatro, que es donde me siento más cómodo como actor. Es complicado. Depende mucho de la buena disposición de las productoras para que asuman el proyecto paralelo. Y luego está la cuestión física. Pero bueno, miel sobre hojuelas: no hay nada mejor para un actor que compatibilizar una serie de éxito y una obra de teatro.

–Representa estos días en el teatro Maravillas «Si la cosa funciona», de Woody Allen. Alguna vez le escuché que comparte bastantes de las ideas del Allen. En su última película uno de sus personajes dice: «La vida es una comedia escrita por un sádico». ¿Qué opina?

–Las frases corren el peligro de ser eso, brillantes, afortunadas, y poco más. Pero es un buen resumen de la vida. A veces lo parece y la comparto, como con el 90% de las cosas que dice el personaje de Allen que interpreto.

–¿Somos los españoles injustos con nosotros mismos? Es que de la política a las series de televisión, todo lo que hacemos, y consumimos, nos parece mal.

–Somos injustos en la vida, a todos los niveles, cuando nos ponemos autocríticos y cuando buscamos excusas para todo. El ser humano es muy imperfecto, y tiende a rescatarse cada cinco segundos. Cada uno tiene su pequeña o gran verdad y con ella funcionamos. Tampoco hay que obcecarse. Cuando no se coincide, no se coincide y punto. Tan respetable es una cosa como la otra.

–Hace poco Stephen King decía que la fama es asfixiante. Hace 30 años que no puede salir a la calle sin ser reconocido y abordado, y lo pasa mal.

–Evidentemente la fama te cambia todo, comenzando por tu manera de enfocar las cosas. Lo mío es a pequeña escala, pero, incluso así, tienes necesidad de privacidad, que sé yo, de pasear sin que nadie te mire. Es peligrosa. Puede obligarte a vivir en una burbuja en cuyas paredes rebotas todo el rato. Y necesitas oxigenarte.

–Los actores precisan ejercer de esponjas, poner el oído, escuchar a los otros, e imagino que es más difícil sintiéndose observado.

–Totalmente. Renuncias a la capacidad de observar porque te sientes observado. En nuestro trabajo es muy bonito, y a veces muy importante, recoger cosas que has escuchado, cosas sencillas, cotidianas, para luego recrearlas, incluso de forma inconsciente, en un escenario. Intento seguir haciéndolo, pero reconozco que la popularidad lo ha limitado a un porcentaje muy pequeño.

–Usted, que viene de la tradición del doblaje, con una escuela magnífica en España, siempre lo ha defendido. Pero, ¿el doblaje no nos priva de una parte esencial del trabajo del actor?

–¿Qué es mejor? ¿Que cierto tipo de público renuncie a ciertos productos por incapacidad? Hay colectivos, por ejemplo, que tienen problemas para leer, no sólo para entender el inglés. Nos ponemos demasiado guays cuando decimos que sólo vale la versión original. Es mentira que la mayoría la entienda. Hay que saber mucho inglés, pero mucho, para determinadas series y películas. Aparte, los argumentos en contra cada vez tienen menos sentido porque uno puede ver la versión original con mucha facilidad, subtitulada, sin subtitular, etc. Finalmente, la idea del doblaje viene de las grandes distribuidoras americanas, que son las que imponen que sus películas se doblen para que lleguen al mayor público posible. Si ellos decidieran no doblar, se acabó.

–Como anécdota le diré que una de las grandes series de todos los tiempos, «The Wire», tuvo problemas en EE UU con una parte de la audiencia, incapaz de comprender la forma de hablar de los chicos de barrio que la protagonizaban.

–Maravillosa, claro, y que por cierto aquí sufrió un doblaje horroroso que yo denuncié en las redes. No conocía a ninguno de los que doblaban, ni dónde se había hecho. No sé si los actores eran malos o si disponían de muy poco tiempo. Uno de los doblajes más nefastos que he oído en mi vida. Y fui uno de los que lo denunció, porque me daba vergüenza ajena como profesional del doblaje. Si doblamos, doblemos bien.

–También ha comentado que oponerse al doblaje es un poco como estar en contra de que traduzcan a Shakespeare.

–Yo tengo al menos cinco traducciones distintas de Shakespeare al castellano, de autores muy prestigiosos, y ni siquiera coinciden en la frase más elemental. Ser o no ser, he ahí el problema, he ahí el dilema, he ahí la cuestión. Vamos a ver. ¿Problema, dilema, cuestión? Con lo que al final concluyes que no se puede aspirar más que a un acercamiento.

–El teatro, con su IVA al 21%, ¿es un artículo de lujo?

–Se trata de un error de base. No quiero pensar que sea un ataque malintencionado, pero sí parece que es un ocio prescindible, como echar unos cartones al bingo. Se equivocan. Comprar un libro, ir al teatro, etc., siempre deja poso. Es un desprecio que se hacen a sí mismos quienes legislan. Si consideran que la cultura es un entretenimiento ligero, un pasatiempo, algo prescindible, imagino que eso es lo que representa para ellos. Encima no han recaudado más. Seguramente igual o menos. Más no.

–¿Malos tiempos para la lírica?

–La mayoría de los actores, que somos autónomos, ni siquiera aparecemos en las listas del paro. No salimos a manifestarnos todos los días con una camiseta de un determinado color. Quizá porque tenemos algo de buscavidas y queremos seguir viviendo de lo que nos gusta, de nuestra vocación, haciendo lo que sea. Además, tampoco necesitamos tanto apoyo. De hecho, de las instituciones resulta siempre un poco sospechoso. Lo único que pido es que no maltraten. Que no nos maltraten. Han limitado tanto el margen de ganancia del empresario que mucha gente ha perdido su trabajo. Hay mucha falta de voluntad. Mi conclusión es que no les interesa el sector.

–Cuando se encuentra con jóvenes que quieren ser actores, ¿les anima a seguir su vocación?

–Nadie te asegura nada, da igual que estudies periodismo o que aspires a ser abogado. Siempre les digo que, si tienen vocación, que lo intenten. No pueden quedarse con eso dentro. Que te dé de comer un trabajo que te gusta hace que los malos ratos sean regulares, que los regulares sean buenos y que los buenos sean la leche. Merece la pena intentarlo. Otra cosa es que te salga. Pero no quedarse toda la vida con la idea de que tenían que haberlo intentado, esté la profesión como esté, porque cuando es bonita, pienso, es maravillosa.

–Hablando de vocación, ¿cómo nació la suya?

–Yo empecé de niño, y eso hace que sea un poco distinto. Fue todo casual, de la mano de mi hermana mayor, que pensaba que tenía condiciones. Me subí por primera vez a un escenario con 11 años, en el Teatro Español, en Madrid, hice programas de televisión infantiles, y, poco a poco, aunque seas muy pequeño, vas encontrando cosas que notas que son especiales. Y luego en esa época ponían en televisión aquellos maravillosos Estudios 1. El culebrón de por la tarde eran «Los tres mosqueteros», o «David Copperfield», que es lo primero que hice de niño. Ahí fue donde empecé a ver a grandes actores, como Julio Núñez haciendo Segismundo en «La vida es sueño», o Cyrano de Bergerac, que descubrí con doce años y pensé que alguna vez me gustaría hacerlo. Tuve la suerte, mucha seguramente, de que he podido dedicarme a la interpretación toda mi vida, en distintas facetas, en doblaje, en televisión, encima de un escenario o haciendo humor. Y compaginando cosas. He sido un afortunado, un privilegiado.

–¿Algún proyecto soñado?

–Sí, Cyrano. Ahora que ya tengo una edad, y que se trata de un personaje físicamente complicado, necesitas unas mínimas facultades físicas para afrontarlo con garantías. No creo que me queden muchos años para intentarlo. Otras cosas sí; Cyrano, no. Si en algún momento cuadrara, e imagino que tendría que ser con una productora privada, me gustaría, y de momento lo he recuperado, veremos si sale durante los próximos meses, como mucho en dos años, no más. Sería un proyecto bonito. Pero si no sale tampoco pasa nada. No quiero más frustraciones en mi vida.

¿Mar o montaña?

Siendo realistas no se puede hablar de vacaciones en el gremio actoral, ya sea en el caso de un intérprete solicitado (para quien arañar tiempo de ocio entre proyectos se hace complicado) como un actor de «clase media», quienes aprovechan los numerosos espectáculos teatrales y las giras propias de esta estación para ganarse el dinero y el aprecio. Pero el aragonés José Luis Gil tiene claro que en su descanso la montaña cuenta más que la playa.