Cecilia García
Susanna Griso: «¿Entrevistar a un jugador de fútbol? Te lo regalo»
Marinera en tierra, curiosa e inquieta, no se sabe si la actualidad la persigue o es a la inversa. Por ahora, se han dado una tregua hasta finales de agosto, cuando regrese a «Espejo público»
Marinera en tierra, curiosa e inquieta, no se sabe si la actualidad la persigue o es a la inversa. Por ahora, se han dado una tregua hasta finales de agosto, cuando regrese a «Espejo público».
No puede evitarlo, la genética es así. A no ser que se sea Gasol, Juan Carlos Navarro o cualquier jugador de baloncesto que se les ocurra, Susanna Griso les mirará por encima del hombro. No es vanidad, es por cuestión de altura, la suya. Así que lo mejor es sentarse, porque si algo tiene claro la periodista es que siempre hay que mirar a los ojos de su interlocutor, aunque no pueda por menos que, de tanto en tanto, echar un vistazo al móvil y disculparse por atender una llamada que puede darle la clave informativa del día siguiente. Da la sensación de que vale más por lo que calla que por lo que dice. Ahora, en vacaciones, tiene la vista puesta en el mar y en la actualidad, a la que le gustaría que le diese un respiro, aunque la verdad es que es ella la que no se lo permite.
–¿Tiene querencia por el Mediterráneo?
–Absoluta. Para mí es sinónimo de vacaciones. Por eso, en algún momento del año tengo que acercarme a verlo. Imagínate un mes de enero, que llevas varios días sin ver el sol y que estás estresada por el trabajo; visitar el Mediterráneo es uno de los ejercicios terapéuticos que más me pueden gustar y no lo digo por la playa. Dormirme acunada por el mar me relaja mucho.
–¿Es de hamaca o no le importa mancharse de arena?
–A mí la arena me aburre bastante. Nunca he sido demasiado «lagarta», entiéndame: de ponerme en la toalla a tomar el sol. Estoy casi siempre en el agua, soy más acuática.
–Después de lo que ha dicho Maduro de usted, imagino que las vacaciones no las pasará en Venezuela, ¿no?
–Tal y como está comportándose el régimen no creo que sea muy bienvenida. He pasado algunas vacaciones porque tuve a un hermano viviendo en el país muchos años. Mis padres también han trabajado allí en el momento en el que se produjo la crisis del sector textil aquí en España. Mi progenitor perdió la fábrica a la que había consagrado su vida y que había sido de su madre y de su abuelo y estuvo asesorando a empresarios venezolanos. Mi madre pasó larguísimas temporadas con él cuando yo era una niña. Quiero mucho a Venezuela; me siento muy vinculada a sus ciudadanos desde el punto de vista emocional. Tengo una sobrina que se llama Araya, como una península venezolana.
–¿Le afecta mucho la situación que están viviendo los venezolanos?
–Ellos han elegido «Espejo público» como su programa de referencia, por lo que nos sentimos muy responsables de la información que damos y de ser su altavoz. Hace unas semanas Felipe González visitó el programa solo para hablar de Venezuela porque es consciente de que nos ven y yo tengo mucho intercambio de información a través de las redes sociales. ¿Qué Maduro se ha mofado de mí? Me importa poco. Es muy habitual que arremeta contra los periodistas que hacemos nuestro trabajo y no le bailamos el agua. Pero eso no es lo importante. Lo vital son las víctimas de la represión: los hombres y mujeres que han muerto en las calles protestando pacíficamente y que han sido asesinados a sangre fría por sus guardias. Están viviendo una situación crítica y se acentúa cada día que pasa.
–Últimamente en las entrevistas subrayan mucho su segundo apellido: Raventós. En pocas palabras, le están diciendo que es descendiente de la familia propietaria de Codorniu... Detrás de tantos datos, en el fondo creo que, sin decírselo, le están llamando pija.
–Supongo, pero yo nunca suelo utilizar Raventós. Estoy muy orgullosa de mi madre, ella nunca quiso renunciar a sus apellidos. No ha sido «señora de» y lo llevo con mucho orgullo. Sin embargo, siempre digo Susanna Griso y me ahorro tener que explicar mi relación con la familia propietaria del cava. No por nada, es que son lazos más sentimentales y personales que empresariales. Yo no soy accionista de Codorniu, ni me ha dado nada desde el punto de vista económico. Sí que recuerdo que durante un tiempo, cuando era niña, las fiestas familiares se celebraban allí. Mi abuelo materno preservaba mucho las costumbres. Era muy austero. Cuando nos invitaba teníamos que ser sumamente puntuales. Jugábamos a escondernos en las bodegas. Pero ya está. Son recuerdos de cuando era pequeña. Sin más.
–Insisto con lo de pija...
–Te puedo asegurar que a mí nadie me ha regalado nada. En esta vida me lo he tenido que currar todo. Ni mis orígenes ni mis parientes me lo han puesto más fácil. He estudiado y trabajado.
–Citaba a su abuelo, del que dice que era muy exigente. ¿Impone mucha disciplina a sus hijos?
–Creo más en la autodisciplina que en la disciplina. Por culpa de mi horario laboral soy una persona muy organizada y rígida. Pero a mis vástagos siempre les digo que ser disciplinado depende de ellos. En mi casa nunca me controlaron los horarios, ni me han dicho que estudie más o menos. Tampoco me preguntaban cómo me habían salido los exámenes. Era una cuestión de confianza. Y no me ha ido mal. A mis hijos les he dado bastante «carrete» para que se responsabilicen de sus asuntos. Eso sí, nunca les pierdo de vista.
–¿Sus hijos ya se manejan con el móvil?
–Sí, es inevitable. En la adolescencia viven pegados a él. Pero, ¿qué les vamos a decir? Los adultos no predicamos con el ejemplo. Nos hemos convertido –algunos más, algunos menos– en unos adictos a las nuevas tecnologías, por lo que tenemos poca autoridad moral para decirles algo.
–Ahora hay una aplicación por la que puede conocer su ubicación, dónde están en cada momento.
–Pues no es para mí. Me molesta mucho ese punto de control que tienen los teléfonos inteligentes y las tabletas. Desde luego no pienso estar espiando dónde están mis hijos o estar teledirigiéndolos. Soy incapaz. Ya estamos demasiado monitorizados en la vida para acabar siendo esclavos del GPS del móvil. Me rebelo contra eso.
–Como madre y con los ataques terroristas que estamos sufriendo, ¿les enviaría a estudiar al extranjero?
–No se puede actuar y planificar tu vida con miedo, no podemos permitir que nos coaccionen, aunque entiendo que los temores son muy personales y cada uno los vive a su manera. Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo interior para no darles juego, porque se puede sufrir un ataque en cualquier sitio. Es una realidad con la que tenemos que convivir.
–Me comentan que viaja todo lo que puede, ¿cuáles son sus preferencias?
–La lista es muy larga porque soy muy curiosa y me encanta conocer la cultura de otros países. Siempre manejo dos o tres opciones y dudo mucho, aunque este año estaré cerca de España. Reconozco que lo que me tira más últimamente es Asia, pero también tengo muchas ganas de conocer los países de África. El problema es el de siempre: las temperaturas no acompañan en verano, que es cuando yo puedo hacer un viaje largo.
–Le someto a una de las encuestas más típicas del verano: ¿con que político se iría a tomar una cerveza?
–Es fácil porque la política me interesa mucho y siempre tengo curiosidad por saber lo que ocurre entre bambalinas. Además, los políticos son más interesantes cuando no están ante las cámaras. Así que, y no lo digo para quedar bien con ellos, me iría con todos. El presidente del Gobierno me parece muy interesante en un «off the record» porque no tiene nada que ver con la imagen encorsetada que puede dar en una entrevista, ya que mide mucho sus palabras. Pero te puedo decir lo mismo con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Con Rajoy no me tomaría una caña, prefiero un whisky. Los dos relajados, sin estar pendiente de la agenda porque tenga un acto después y se tenga que ir corriendo. En el caso del líder del PSOE, si se tiene en cuenta su periplo en los últimos años creo que una caña sabría a poco, mejor tomar varias porque tendrá mucho que decir.
–Esta temporada fichó a Fran Rivera y me consta que le ha sorprendido mucho.
–Sí, porque es una persona que tiene mucho recorrido. Fue una opción que llamó la atención cuando se hizo pública. Lo que más me agrada es que no le importa ser políticamente incorrecto. Esta es su última temporada en activo, por lo que me imagino que se reinventará. Es empresario y tiene muchas inquietudes, pero no descarto que parte de su actividad pase por la televisión.
–¿Y Cayetano Martínez de Irujo?
–Visitar un plató regularmente ha sido un esfuerzo personal para él porque ha tenido una actitud muy crítica con los medios. Se sentía víctima de determinada Prensa, pero creo que ha dado un gran paso al participar en una mesa política y opinar de una forma muy franca sobre la actualidad, aunque algunos hayan sido temas muy espinosos. Y no me gustaría olvidar que es una persona muy comprometida desde el punto de vista social, sobre todo con los refugiados.
–Sé que ha tenido algún encontronazo con algunos periodistas por sus pulsiones machistas.
–Con compañeros del programa no, pero sí que hay una generación que están más chapados a la antigua y que tienen todavía un comportamiento... Yo no lo llamaría machista, pero sí paternalista con las mujeres.
–Usted es del Barça.
–Sí y nunca lo he escondido.
–¿Qué pasará la próxima temporada?
–No me atrevo a aventurar nada (cuando se hizo esta entrevista no se sabía que Neymar se había ido al PSG). Soy una culé atípica: me apunto a los éxitos pero no sufro por los fracasos. En algún momento he tenido un gran disgusto, pero llevo con paciencia las derrotas. Veremos lo que dura el cambio de ciclo.
–¿No le gustaría tener un cara a cara con Messi y Ronaldo?
– He entrevistado a muchos deportistas y es muy desagradecido. Tienen más conchas que un galápago y están superprotegidos por lo que puedan decir. A eso hay que sumar que sufren una presión tremenda por el entorno mediático y futbolístico. Así que, ¿entrevistar a un futbolista? Te lo regalo. En este momento no me apetece nada.
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