A la mesa
Vino mercenario
El vino, el amor y la vida tienen precio. Se trata únicamente de saber que el precio que se pone por cada uno de los placeres o complicidades se puede pagar. Y cuando se trata como es el caso de un tinto sin crianza que reposa siete meses en ánforas, y tiene pasaporte gallego, la cosa promete. Variedades autóctonas, con la brancellao como estandarte un ejemplar raro, fronterizo y casi clandestino. Poco cuerpo, frutas ligeras y con una descarada querencia hacia lo cítrico. Tanto que desconcierta al bebedor, al catador y a quien intenta escribir de vinos biodinámicos en tiempos raros. Tinto turbio con impurezas, con descarada pasión por lo natural pero básicamente una orgía de felicidad y de libertad de notas de cata. Antes de toda esta fiesta si uno examina el cuerpo del delito tiene uva entera, pisado suave, maceración de veintiséis días en barrica abierta y la consabida fermentación con levaduras autóctonas. Nadie dijo que Riveiro solo nos ofreciera blancos, golosos para quien tiene la cartera para atiborrarse de percebes. Porque un tinto mercenario que corresponde al reclamo de los que todavía creen que el vino es objeto de deseo. Tan complejo como el paso de las estaciones que ahora se llama verano. Bodega: Ribera del Duero. Precio: 13,30 euros. D.O.: Sin D.O.
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