Puede que hoy parezcan un capricho excéntrico, pero las chanclas con plataforma tienen una historia que se remonta mucho más allá del auge Y2K. Inspiradas en las geta japonesas -unas sandalias tradicionales de madera con base elevada-, las flip-flops con plataforma fueron reinterpretadas por la industria occidental como una fusión entre comodidad y varios centímetros de altura.

En los años 90 y principios de los 2000, marcas como Rocket Dog, Skechers o Steve Madden las convirtieron en un fenómeno pop. Las vimos en alfombras rojas, videoclips y, sobre todo, en adolescentes que las combinaban con pantalones cargo, tops de lentejuelas o camisetas ajustadas de colores neón. Britney Spears, Hilary Duff o Paris Hilton las lucían con absoluta naturalidad.

Pero como ocurre con todo en la moda, lo que alguna vez dio cringe vuelve con aire de culto. Este verano, las flip-flops con plataforma reaparecen, no como accesorio kitsch, sino como símbolo de estilo. En las pasarelas de Miu Miu, Sportmax y Alaïa vimos versiones refinadas, sobrias, incluso elegantes. Coach presentó un modelo de casi 10 cm de alto y ERL lanzó uno de 8 pulgadas por más de 1.200 dólares, coronando su regreso como objeto de deseo.

Lo interesante de esta nueva ola no es solo la silueta, sino cómo se está llevando: con faldas lápiz, vestidos minimalistas, abrigos largos y prendas que antes nunca habrían compartido espacio con una chancla de goma. El truco es tratarla como si fuera un zapato de lujo… aunque te recuerde a tus vacaciones en 2003.

Celebridades como Nicola Peltz, Jennifer Lawrence o Zoë Kravitz ya han demostrado que sí es posible hacerlas ver sofisticadas.

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