Moda
Vicky Martín Berrocal: «Estoy ‘‘agotá’’ de tirar de mí todo el día»
Empezó con sus diseños ligados al flamenco y ahora su meta es hacer moda para el mundo.
Acaba de cumplir los 10 años como empresaria y los 42 biológicos. No es mujer de mitades, o hace las cosas a lo grande «o no las hago, soy muy perfeccionista y exigente en todo, hasta en el amor. Me ha costado mucho llegar hasta aquí. La gente creyó que era un capricho pero yo lo tenía claro, desde pequeña sabía lo que quería y lo que no». Una clarividencia que ahora le da miedo ver cómo se repite con su hija Alba. Como no quería parecerse a nada de lo que existía en el mercado, le costó encontrar su hueco, «porque arranqué desde el traje de flamenca y ahora tengo muchas líneas abiertas, complementos, fiesta, novia, noche y esta pequeña colección cápsula para Violeta de Mango, compuesta por seis trajes de cóctel diseñados por mí». Se confiesa lectora de La Razón y éstas son sus últimas reflexiones sobre la década que lleva al frente de su negocio.
–¿Quién le ha ayudado a cumplir el sueño de ser diseñadora?
–A mí las únicas que me han ayudado son las mujeres; ellas me han hecho llegar hasta aquí. En mi caso, quejarse es de locos porque soy una privilegiada, aunque me vea y me las desee para sacar adelante a mi empresa, no puedo quejarme. Pago 20 nóminas, sin ayudas, ni subvenciones. Más de la mitad de mi vida como empresaria ha sido en tiempos de crisis y aquí estamos. Yo no soy de quejarme.
–¿Y la meta dónde la coloca?
–Mi meta es hacer moda para el mundo. He estado varias temporadas en los escaparates de Harrod’s en Londres. He vestido a Uma Thurman para un calendario internacional, he desfilado en Bogotá, ahora diseñé para Mango y mis trajes los ha fotografiado Annie Leibovitz.
–¿Qué es lo que no le pueden comprar con dinero?
–El amor, aunque me pongas el mundo a mis pies o me lleves a la luna no me dejo comprar. El amor y los trajes que cierran mis desfiles, esos no se venden. Sé que mis costes son altos porque todo lo hago en España, aquí pago mis nóminas e impuestos, pero gracias a esta colección cápsula de Violeta, las mujeres a las que les gusta lo que hago pueden acceder a mis trajes.
–¿Cuántas lágrimas derramó el día de su regreso a la pasarela para celebrar sus 10 años en la moda?
–Soy tremendamente sensible y lo vivo todo intensamente y de esa forma desmesurada que duele tanto. He llorado antes, durante y después seguiré llorando. Todavía estoy intentando masticarlo. Ha sido un desgaste emocional, creativo y físico. Date cuenta de que estoy sola, todo lo hago yo. Es como si desfilara por primera vez, llevaba tres años en silencio. El hecho de poder vomitar ese desfile que marca mis diez años, en los que me han pasado cosas buenas y malas, ha sido un ejercicio durísimo y ahí lo eché todo. En estos últimos diez años pasan muchas cosas y en instantes se va la vida. Diseñar flamenca me enloquece y luego ha venido todo lo demás. Confiaba en mí y sé a dónde quiero llegar y lo que he conseguido en este tiempo es mucho más de lo imaginado.
–¿Sabía que antes de lanzar Violeta, los responsables pensaban en usted como icono de la marca?
–No tenía ni idea, nadie me lo había dicho. Me identifico con Violeta porque llevo años defendiendo a esa mujer con curvas. Yo ya era Violeta con 20 años. Se puede ser un pibón con una 46, es cuestión de actitud y de creérselo. Hay enfermedades con una 34, no sólo con una 48. Me gusta una Sofía Loren porque no hay una mujer más mujer en el mundo, lo es a lo bestia. No es una cuestión de más o de menos, me molesta hablar de tallas. He conocido señoras con una 50 que yo he tenido que girarme y decir: «¿Cómo se puede ser tan sensual?». Escúchame, hermana, cuando vas por el mundo con esa actitud, te lo comes.
–¿Cuáles son los principios para diseñar ropa para mujeres con curvas?
–Hay unos fundamentales. Por ejemplo, la manga tres cuartos, porque el codo suele dar problemas o el largo de los vestidos, justo por debajo de la rodilla, esa es una de las zonas más complicadas del cuerpo de la mujer. Si hay algo que tengo claro es que el largo tiene que ir por debajo de la rodilla y en los trajes de noche, odio el largo corto, el que se vea el zapato, me gusta el largo, largo.
–Por cierto, ¿no bebe tila para moderar ese ímpetu que tiene?
–Estoy «agotá» de tirar de mí todo el día; hasta viendo la tele la cabeza me sigue dando vueltas. ¿Tú sabes lo cansino que es eso? A mí me ha costado muchos problemas mi carácter porque me muestro como soy y digo lo que quiero. Me da igual que sea para bien, que para mal. No me lo he planteado porque, si no, no sería yo. Así fui siempre, con veinte era más rebelde, pero con 42 me he calmado. Esta soy yo, así me levanto y así me acuesto, pero duermo en paz todas las noches de mi vida porque lo vomito todo. No me callo nada por este carácter que tengo. Mi padre me decía: «Tú no tienes corazón, tienes una casa de huéspedes». Reconozco mis errores, sé quién soy y me exijo mucho, pero también exijo en todo y a todos.
–Coincidir con usted de compras puede ser una experiencia...
–Yo estoy en mi tienda y oigo a una señora y bajo en tres «zancás» y me pongo a cogerle un bajo o lo que sea y entro en una tienda y no puedo evitar intervenir entre las mujeres que están eligiendo una prenda.
–¿Esa seguridad se la transmite a su hija adolescente?
–Yo a mi hija desde siempre le digo: «Alba, querer es poder» y se lo repito machaconamente. Es una niña que tiene carácter y mucha personalidad. Sabe lo que no quiere, es alucinante, le pregunto cosas y te mira y lo tiene tan claro que me asusta. Eso también me pasaba a mí con su edad. Yo recuerdo decir de esa agua no beberé y no bebí.
–Amar y no ser correspondido tiene que ser difícil.
–He aprendido a ser paciente y a amar a cambio de nada. Cuando te enamoras y surgen las emociones, lo que uno busca es ser correspondida, eso es lo normal, pero hay veces que hasta la vida no te deja embarcarte en historias y puedes vivir el amor desde otro sitio, que también ilusiona, pero lo vives en esa distancia. Por supuesto no hay contacto físico, aunque a estas alturas creo que enamorarse es sentir, ya no hace falta ese contacto.
–Los Dolce & Gabbana han suscitado el debate del vientre de alquiler. ¿Usted lo haría?
–Yo no. Yo estoy bien con Alba, que tiene 15 años, ella ya tiene hermanos. Si alguna vez me enamoro perdidamente y surge regalar la vida, lo mismo lo que tenga que hacer lo haré, pero ahora no entra en mis planes. Para hacer eso, tiene que ser por algo muy grande.
–¿Y la irrupción de nuevos partidos políticos qué le parece?
–No me creo «ná». Escucho tantas cosas que no me gustan... La política no entra dentro de mis planes, entiendo que es importantísimo y creo que en este país tiene que haber un cambio, pero eso no sé si se consigue alternando de partido, no creo que ese sea lo que hace falta, es más el que haya alguien en quien confiar y que sea verdad, pero eso es complicadísimo.
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