Prevención
300.000 andaluces sufren alergias alimentarias que pueden costar la vida
Esta patología afecta al 7 por ciento de los niños. El SAS dispone de 57 especialistas concentrados en los grandes hospitales
Sufrir un choque anafiláctico por la ingesta de un alimento es un riesgo que corren en torno a 300.000 andaluces. La prevalencia de alergias alimentarias es cada vez mayor y se estima que entre un3 y un 4% de ciudadanos las padecen, según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic). En niños, la incidencia es mayor y alcanza hasta al 7%, aunque determinadas intolerancias desaparecen con la edad. La atención sanitaria es por ello una de las principales preocupaciones de los afectados y sus familias ante las dificultades para recibir un diagnóstico adecuado. La Asociación Andaluza de Alergia a Alimentos «Avanzax» plantea como primer paso que la Junta establezca «un plan estructural de formación. Entendemos que hay una situación económica difícil pero tenemos que mejorar los canales sobre todo con niños, para que se derive al especialista y se les estudie correctamente», explica su presidenta, Encarnación Cortés.
En Andalucía, son 57 los alergólogos que asisten en la sanidad pública, según un estudio realizado el año pasado por Seaic. La recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es desde 1980 que haya uno por cada 50.000 habitantes; una tasa que prácticamente se triplica en nuestra comunidad.
Alergias no está incluida en el decreto de garantía de plazos de respuesta en consultas de asistencia especializada y pruebas diagnósticas del Servicio Andaluz de Salud (SAS) –que limita a 60 días el tiempo transcurrido para la primera derivación– y tras esa primera cita los plazos se dilatan hasta un año para acudir a revisión. Un problema de plantilla acuciado por el aumento de casos, que se han duplicado en una década.
Los especialistas suelen estar exclusivamente en los hospitales centrales. En Málaga, por ejemplo, solo el Carlos Haya dispone de una unidad especializada, donde se atienden todo tipo de alergias, no solo alimenticias. «Como mínimo, debería haber un especialista en cada hospital comarcal, cosa que ahora mismo no ocurre», asegura Rafael Pamies, alergólogo del hospital de La Línea de la Concepción –el único comarcal junto al Punta de Europa de Algeciras que sí dispone de un facultativo– y miembro de la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex (Aepnaa). Eso supondría aumentar en al menos 17 facultativos la plantilla, un 30% más. «Lo habitual es que se desarrollen múltiples, cada vez más complejas. Se vuelve locas a las familias porque cada médico tiene un criterio diferente y lo ideal sería permitir un tratamiento integral por parte de los alergólogos, que ahorraría tiempo y costes. Es un problema serio que las autoridades sanitarias tienen que atajar», defiende Pamies.
La especialidad de alergología pediátrica ni siquiera existe. Según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica entre un 10 y un 28 por ciento de las reacciones anafilácticas alimentarias suceden en el entorno escolar. La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (Seicap) ha emprendido una campaña nacional para reclamar la existencia de autoinyectores de adrenalina en lugares públicos, entre ellos los colegios. Los centros escolares andaluces solo disponen de ellos en el caso de que lo tenga prescrito un alumno y es el médico –rotatorio, no hay personal sanitario permanente– quien informa al profesorado que tiene contacto con dicho alumno sobre su correcta aplicación. «Sería una medida de protección adecuada porque nos encontramos al menos uno o dos niños alérgicos por aula y muchos que no están diagnosticados», alerta el especialista malagueño, que cada día atiende en su consulta a entre 20 y 25 pacientes tanto adultos como infantiles. «En Atención Primaria están muy presionados para no exceder un gasto, eso puede explicar que no se recete la adrenalina, que tiene un coste muy elevado». El precio de cada jeringuilla precargada oscila entre 42 y 53 euros.
Según el protocolo de continuidad asistencial en patología alergológica del SAS, una de cada tres consultas de urgencias por anafilaxia generalizada se debe a sensibilidad a alimentos. El teléfono de la Junta Salud Responde recibió 4.800 consultas el año pasado entre abril y junio sobre alergias generales.
Con el diagnóstico empiezan las dificultades diarias. Mirar las etiquetas de cada producto antes de su consumo se convierte en una rutina. Avanzax denuncia que el abuso en los etiquetados de la fórmula «puede contener trazas» restringe sus posibilidades. «Es otra forma de reconocer que no se está cumpliendo con la normativa europea porque muchas veces no las contienen, pero así se evitan complicaciones», asegura la presidenta de Avanzax. Ser alérgico supone también un gasto extra al tener que adquirir alimentos especiales. «No existen estudios que lo cuantifiquen porque varía en función de las alergias, y si hay una o múltiples, pero es evidente que la calidad de vida se deteriora», lamenta. Salir a comer fuera de casa es otro de los «retos». «Nos encontramos situaciones de alto riesgo porque no se da una información correcta. En los restaurantes se aventuran a indicar que tienen cartas de alérgenos y en la mayoría de las casos el control de trazabilidad no es adecuado», se queja Cortés, que reclama mayor celo por parte de la Junta en sus inspecciones. El intento acaba en fracaso en no pocas ocasiones ante la negativa de los bares a asumir cualquier responsabilidad. «No pedimos que se cocine para nosotros sin ningún alérgeno, pero sí que se depure al máximo su manipulación. El nuevo reglamento aprobado en diciembre de 2014 está siendo reflejo de la falta de formación en ámbitos como la hostelería y la restauración. Se debe aportar una seguridad al consumidor que ahora mismo no existe por ejemplo en las cartas de los menús», explica. Preguntar al cocinero por la elaboración detallada de los platos o pedir el clásico filete a la plancha suelen ser las soluciones. Otra es acudir con su propia comida y dar las oportunas explicaciones al establecimiento.
Para Avanzax, resulta contradictorio que precisamente los medicamentos escapen a esa restrictiva normativa. «No se etiquetan los excipientes y sustancias como la proteína de la leche pueden estar presentes. Eso genera miedo en los pacientes. Al no existir una legislación al respecto, se pone en riesgo la salud pública», denuncia Cortés. Las vacunas víricas infantiles cultivadas en embriones de pollo, por ejemplo, pueden presentar proteína de huevo, algo que muchas familias desconocen.
Los alimentos más frecuentes que provocan alergias en los niños son el huevo y la leche de vaca, seguidos de los pescados, que es la patología más persistente y muy frecuente en adultos, según Aepnaa. En la población en general, las frutas son el primer alimento causante de alergia, seguidas de los frutos secos, los mariscos y los pescados.
La Comisión Europea registró en 2013 una declaración sobre el reconocimiento de la carga que representan las enfermedades alérgicas: más de 17 millones de europeos sufren alergias alimentarias o graves que conllevan un riesgo de ataques agudos o anafilaxia potencialmente mortales.
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