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Aurelia Chillemi: «La danza comunitaria es una herramienta de prevención primaria para la salud»

Aurelia Chillemi (Foto: UPO)
Aurelia Chillemi (Foto: UPO)larazon

Aurelia Chillemi es bailarina, coreógrafa y psicóloga. Profesora de la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires (Argentina), participa en la Universidad Pablo de Olavide hoy jueves y mañana viernes en el VI Encuentro Mil Formas de Mirar y Hacer: Artes, Universidad y Dinamización Sociocultural en Barrios. Además de la ponencia “Bailarines toda la vida. Danza Comunitaria”, Chillemi desarrolla el taller teórico vivencial “Danza Comunitaria. El Arte como herramienta de inclusión social” en el Espacio Cultural El Entramado de la UPO.

-Hablar de la danza como un elemento de expresión artística comunitaria parece bastante lógico. Sin embargo, no se encuentran fácilmente iniciativas como la suya.

-Porque es bastante complicado en danza y no he encontrado antecedentes. Lo inicié como un proyecto de expresión corporal-danza abierto a la comunidad. Fue una propuesta del Rectorado al Departamento de Artes del Movimiento y presenté un proyecto a Extensión Universitaria que proponía articular la danza con bailarines profesionales, estudiantes de danza y vecinos del barrio que por primera vez se acercaran a la danza. Siempre me gustó trabajar con el desafío de incluir personas que pertenecen al campo de la danza y a otras que no tienen conocimientos de la misma, desde niños hasta adultos, hasta conformar un elenco. Por otra parte, el espacio tenía que ser no convencional y terminamos en la fábrica de Grisinópolis, que había sido recuperada por los obreros como espacio cultural en plena crisis del año 2001 en Argentina. Al hacerlo así, surgió algo completamente ajeno a lo que yo conocía, especialmente en la afluencia de gente, porque se generó una gran convocatoria, incluso con familias enteras. Esto se volvió una dinámica que no hay escuela que te diga cómo planificar, no es lo mismo que trabajar la diversidad con grupos cerrados. Por lo tanto, me llevó a crear una metodología diferente para un grupo abierto: no toda la gente venía a todos los ensayos y había que lidiar con el enojo de la gente de danza. Yo sentí que no se podía sancionar a nadie, que la gente que no viniera era por cosas de la vida y, así, un día me encontré diciéndoles que tenían que pensar que además de formar parte de un elenco, formaban parte de un proyecto social. Y cuando dije eso, me tranquilicé y todo empezó a funcionar.

-¿En qué se diferencia la danza comunitaria de otras expresiones artísticas similares?

-Investigando, participando en congresos, compartiendo con otros colegas, especialmente de teatro comunitario, me di cuenta que son nuestros hermanos mayores. Sin embargo, este teatro viene de la década de los ochenta y tiene trayectoria de años. Por otra parte, no es lo mismo la danza comunitaria que la social, que va destinada a una población con necesidades especiales. A danza comunitaria, puede venir cualquiera. En el teatro comunitario, tenemos el recurso de la palabra al aprender un texto o una canción. Sin embargo, el lenguaje del cuerpo es muy complejo, es puro símbolo y la danza comunitaria abreva de la expresión corporal-danza y el teatro comunitario. No es una técnica dura de danza con secuencias, sino que se trabaja con técnicas como la sensopercepción, la improvisación y la composición coreográfica, pero se llega por un camino de búsqueda en el que se va construyendo un lenguaje de movimiento que parte más de la propia interioridad. Por este motivo, sería imposible llevar la danza comunitaria a tanta gente si no fuese por la expresión corporal.

-Usted muestra en este encuentro el trabajo que hace en su comunidad. ¿Cómo lo desarrollan?

-El taller que realizamos es vivencial pero hacemos dos rondas de reflexión. Primero damos un taller de expresión corporal-danza donde se trabajan contenidos que tengan que ver con la coreografía que estamos haciendo y ahí la gente expresa cómo se sintió. Luego entramos en la creación colectiva o el ensayo y hacemos otra ronda de reflexión donde se vuelve a comentar. Todo esto es lo que va cargando de contenido la obra, no lo pongo yo desde afuera. Mi trabajo es dar las consignas y organizar para que haya una secuencia.

Por otra parte, en la Universidad tenemos la cátedra abierta que me pidió la gestión en el año 2006 para que creara los contenidos teóricos de lo que yo hacía con danza comunitaria. Se instaló cátedra abierta de manera que pueden asistir los alumnos de la Licenciatura en Composición, el profesorado y los vecinos que quieran cursarla. A los alumnos les sirve como materia aprobada y los vecinos consiguen una certificación de la Universidad. Desde 2010, en el Departamento de Artes del Movimiento, hay una carrera de postgrado en Danza Movimientoterapia donde yo doy la línea de investigación en Danza Movimientoterapia Comunitaria. Mi gran esperanza es que esto quede de manera que los alumnos puedan reconocerse como actores sociales. La danza es elitista y su gente se considera narcisista porque está atravesada por un imaginario de éxito, belleza y juventud. Sin embargo, nosotros estamos rompiendo con todos esos códigos.

-Iniciativas como la suya democratizan la cultura. ¿Por qué cree que hemos llegado a este momento en que la cultura no es accesible en los barrios, por ejemplo?

-Hay que poder tener acceso a la cultura. Nosotros consideramos la danza como un derecho social porque los pueblos originarios danzaron siempre, en todas las culturas estuvo la danza y la música. Luego entró en la academia, pero ¿quién no tiene la fibra de la danza si lo vemos en los niños antes incluso de dar los primeros pasos? La gente se emociona en nuestros encuentros porque es como recuperar un lenguaje perdido, nuestro primer lenguaje. Es la primera forma de comunicación del ser humano, así construye el mundo a partir de las sensaciones y las vivencias corporales. Después, este vínculo se va perdiendo y todo nos lo cuentan desde la palabra. Tenemos una obra que se llama “La oscuridad” dedicada a los desaparecidos en la dictadura militar en Argentina y, en el elenco, un adolescente comentó una vez que le habían contado la dictadura en la clases de Historia pero que ahora, que había bailado, es que se daba cuenta de lo tremendo que fue. Así se hace significativo el conocimiento, atravesándolo con una experiencia vivencial, no solamente pasando por lo racional.

-El Arte es una herramienta de desarrollo social que mejora la calidad de vida de las personas. Sin embargo, ¿hasta qué punto tenemos conciencia de ello?

-Muy poquita porque la misma sociedad te lleva a perderla. Si piensas en los niños, que tienen libertad para aprender jugando cuando están en el jardín de infante, cuando entran en la Primaria ya están sentaditos. Se acorta toda la musculatura posterior de las piernas y si se levanta, es un niño que trae problemas. Después están las pantallas digitales, un progreso social que nos lleva a que el cuerpo esté cada vez más quieto y automatizado. Antes hacíamos muchos trabajos artesanales, ahora aprietas un botón y el trabajo está hecho, por lo que el cuerpo va perdiendo sensibilidad y se va anquilosando. Los niños tienen hoy problemas de obesidad porque tienen poca actividad corporal, juegan en red con amigos que no conocen y todo eso enferma a la sociedad. Tenemos un cuerpo, no somos un cuerpo. Porque si no, sería un cuerpo mecanizado, automatizado, sin registro de la alarma somática. El cuerpo te dice que hay que parar y eso no se registra, lo que trae consecuencias para la salud. Hay muchas cuestiones que son enfermas para la sociedad pero que están naturalizadas, como ocurrió con el tabaco. Realmente creo que lo que hacemos aquí con nuestro cuerpo es una herramienta de prevención primaria para nuestra salud.

-¿Qué pretende conseguir con los participantes de sus talleres?

-Que lo disfruten, que se encuentren con la danza y que entiendan esta posibilidad que todos tenemos dentro. A veces, dos personas que danzan juntas expresan que estuvieron como si se conocieran de toda la vida. Es un conocimiento que se da a través de lo más profundo que somos: seres humanos, sin importar el origen. Los resultados se repiten de uno a otro foro en Venezuela, Ecuador, Paraguay, Uruguay... y desde la Universidad se está proponiendo que no se pueda ir a hacer trabajo en los barrios sin cursar la materia de Danza Comunitaria. En Estados Unidos, la investigadora Victoria Fortuna, que estuvo dos años con nosotros, abrió Danza Comunitaria en la Universidad de Portland. En España, Mercedes Pacheco, introdujo el proyecto en el profesorado de danza pero no se ha podido implementar aún.

-Este encuentro parece haber resultado el marco perfecto para mostrar su trabajo.

-Es maravilloso porque nuestros trabajos son todos hermanos. Hay un sentido común hacia el bienestar social y la defensa de los Derechos Humanos.