Sevilla
Casariche, el pueblo sevillano de izquierdas que no quiere inmigrantes
En el municipio sevillano se repiten los robos a manos de un grupo de rumanos que allanan viviendas. La Guardia Civil salvó al delincuente con su detención del linchamiento de los vecinos
En el municipio sevillano se repiten los robos a manos de un grupo de rumanos que allanan viviendas. La Guardia Civil salvó al delincuente con su detención del linchamiento de los vecinos.
En Sevilla, donde dos sucesos se convierten en tradición, empieza a ser recurrente el disturbio social en la Sierra Sur en tiempos de Reyes Magos. Si 2018 comenzó en Pedrera con un pogromo en toda regla, cuando una discusión de tráfico llevada demasiado lejos entre unos aborígenes y unos inmigrantes rumanos degeneró en graves incidentes, el pasado día 6 ocurrió en la vecina Casariche que otro gitano llegado desde los Cárpatos estuvo a pique de ser linchado por un grupo de airados lugareños que lo acorraló en la casa del párroco. Tras ser sorprendido allanando una vivienda con intención de robar, hubo de acogerse a sagrado y pedir el auxilio de la Guardia Civil, que lo salvó deteniéndolo. Al día siguiente, lunes, todo Casariche se echó –pacíficamente– a la calle para pedir seguridad... la que falta en este otrora tranquilo pueblo de seis mil habitantes desde la instalación allí de una comunidad poco deseable. «Hay una familia de Senegal y otras de diferentes puntos de África que llevan años aquí y jamás ha habido problemas con ellos. Ahora esta ola de rumanos que llega a España, no quiero decir que sean todos, pero son los que vienen armando jaleo, intentos de robo, intimidación a las niñas... En Estepa, que está a doce kilómetros de aquí, han agredido a un hombre en un bar que está a punto de perder un ojo». No habla un casaricheño cualquiera, sino José Manuel Romero, el dueño de la casa en la se colaron dos intrusos el Día de la Epifanía a la caída del sol. «Intentaron meterse en mi domicilio, rompieron la reja y los cristales de la ventana de la cochera. Días antes, había visto en la pared pisadas que no correspondían a nadie de la familia. Seguro que vinieron a inspeccionar el terreno para entrar otro día». Estaba en la vivienda su mujer, Lidia, y sus hijos de 9 y 5 años, por lo que mandó una petición de auxilio por mensaje de móvil que corrió como la pólvora por todo el pueblo. Casi una semana después, el ambiente en Casariche se puede calificar como de calma tensa: «Las familias inmigrantes que viven aquí están integradas, tienen los chiquillos en la escuela y trabajan en la granja de pavos. El problema siempre es con los rumanos», dice Miguel resaltando, como todos sus vecinos, que no quiere «dar la imagen de que ésta es una comarca racista. Aquí siempre ha venido a trabajar gente de todas partes porque somos una comunidad agrícola, pero con estas personas, y tampoco quiero decir que sean todos, la cosa viene tensa desde hace bastante tiempo». Casariche, como Pedrera, es un pueblo en el que cuatro de cada cinco votantes se decantan por opciones de izquierdas. El pasado 2 de diciembre, en las elecciones autonómicas, PSOE y Podemos sumaron el 80,3% de los sufragios. En el ayuntamiento de la localidad, de trece concejales, se sientan siete socialistas y seis comunistas. La derecha más rotunda es irrelevante aquí (110 papeletas cosechó Vox hace un mes, más una Falange Española de las JONS) y, por consiguiente, nadie enarbola un discurso de rechazo a la inmigración descontrolada... pero ciertos argumentos aparecen por generación espontánea, como si estuvieran ahí deseando que alguien sacase rédito de ellos. «Yo siempre he votado a la izquierda, es que hace dos años ni siquiera me planteaba otra opción. En las municipales de mayo, voy a escuchar muy bien qué dice cada candidato sobre la seguridad antes de decidirme. Hay señores que sabemos que están cometiendo continuamente pequeños delitos, a los que conocen perfectamente la Policía Local y la Guardia Civil, y a los que uno se encuentra en la cola del centro de salud de Estepa cuando donde debería estar es en el calabozo». R no quiere que aparezca su nombre en la prensa porque trabaja de cara al público “y el ayuntamiento sabe de qué pie cojea cada cual, pero «claro que digo lo que muchos vecinos piensan y no se atreven a decir». Basilio Carrión, el alcalde socialista de Casariche, se desvive desde el domingo por hacer llamamientos a la calma que han fructificado, según él, porque «en realidad, el único momento de tensión fue el Día de Reyes por la noche.
El lunes, tras la concentración, todo volvió a la normalidad. Fue algo reivindicativo y no hubo ningún conato de violencia. Los asaltantes están empadronados en Estepa y uno de ellos, el que escapó, ya tuvo hace unos días –el 4 de diciembre– problemas en una pelea registrada en un bar de allí». Carrión discrepa de sus convecinos al considerar que «las pocas familias rumanas que viven aquí están adaptadas. No se encuentran en un barrio concreto sino en viviendas en alquiler distribuidas por el pueblo. Son pocos y la mayoría son temporeros, van y vienen. No tengo conocimiento que ninguna se haya ido, lo mismo si ha sido así es porque lo tenían pensado, porque ya digo que van y vienen». Sí reconoce, no obstante, que «hace poco hubo un tirón de un bolso por parte de un ciudadano de origen rumano. Además, Estepa está cerca y allí ha habido problemas con la comunidad rumana, a lo que se une que los medios publican noticias en contra de la inmigración». En cualquier caso, el edil quiere significar que «en ningún momento hubo nada parecido a un linchamiento, como se ha contado, aunque sí insultos o alguna amenaza, y los vecinos pedían verle la cara al detenido. Hubo tensión por lo vivido, porque la gente colaboró para que los asaltantes no escaparan, pero no hubo intento de agresión». Carrión, además, trata de explicar que no caben medidas extraordinarias «contra ciudadanos de la UE. A uno de los asaltantes, la Guardia Civil lo detuvo en su día y lo extraditaron. Pero tras cumplir condena, volvió».
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