Universidad

Casta universitaria

Cuando se denuncia la endogamia universitaria, una lacra que contribuye como ninguna otra a mantener nuestro nivel académico en bajuras de catacumba, se olvida que ésta, a veces, se da en el sentido literal. En la Universidad de Cádiz –dejaremos para otro momento el debate sobre la conveniencia de que cada provincia mantenga una universidad pública o dos–, conviven matrimonios de profesores como el de Ángel Delvalls y señora, recientemente detenidos por segunda vez por (presuntamente) malversar fondos destinados a la investigación. La actriz gaditana Ana López Segovia lo explica a la perfección, desopilante y bellísima, en el exordio de uno de sus montajes: «La recaudación de esta noche estará destinada íntegramente a fines benéficos porque con ella vamos a pagar las hipotecas de nosotras tres». Lo otro tiene menos gracia, y no sólo denuncia la inmoralidad de quienes se construyeron un chalet en la exclusiva urbanización portuense de Vistahermosa, sino que cuestiona también los mecanismos de control de la UCA, que ahora da por desfalcado un millón pero que libró durante bastante tiempo dinero procedente de Europa para un proyecto sin resultado alguno. «Contaminación de sistemas acuáticos· se titulaba un trabajo que ha resultado estar compuesto por varios tacos de folios en blanco porque iba a sufragarse con unos caudales finalmente gastados en ladrillo, sanitarios y argamasa. Llama la atención, sin embargo, la severidad de las autoridades para con esta pareja y la leve amonestación, ni imaginemos siquiera cinco minutos en el cuartelillo, que merecieron Iñigo Errejón y su mentor en la Universidad de Málaga por unos hechos muy parecidos: embolsarse la dotación de una beca sin abrir un libro. «La casta», aullaban con fingido escándalo estos caraduras. La casta eran ellos.