Ministerio de Justicia
Chocolatada de la nueva izquierda
La pena de televisión de José Antonio Griñán, que para él es también pena del alma, fue sin duda una de las secuencias de la jornada. Los juzgados de Sevilla fueron ayer el epicentro del juicio por los ERE, un procedimiento que ofrece la imagen de dos ex presidentes de la Junta de Andalucía declarando en los juzgados. Al margen de la importancia del juicio sobre el presunto caso de corrupción que afectó a la región en la primera década del siglo, esas imágenes en el juzgado no son sino el síntoma de la normalidad del Estado de Derecho. La mejor prueba de que en España hay una separación de poderes es que, en los últimos 40 años, han declarado frente a los jueces miembros de la Familia Real, alcaldes, ministros, consejeros y presidentes de todos los colores. Sin embargo, la izquierda más adolescente, que se jacta de coquetear más o menos retóricamente con una bailonga violencia de baja intensidad, considera que España ha terminado de revelarse como un régimen neofranquista del que conviene exiliarse o contra el que es necesario actuar. Mientras encuentran en el mapamundi sus paraísos democráticos, labor siempre más ardua que dar cuenta de sus paraísos artificiales, estos posmodernos de restorán de diseño y revista satinada lamentan que el conflicto catalán, ay, pudo ser la única palanca para provocar en España los cambios. Es preocupante comprobar el nivel de cacao del personal, gente con voz pública y altavoz mediático. De aquellos cacaos, estas chocolatadas que han terminado de anegar las mentes de estos polluelos de corral y pilluelos de guardería. Acción o exilio. Es el mismo canto al peligro y la temeridad con el que Marinetti proclamó en «Le Figaro» el futurismo, pero esta izquierda quiere revoluciones «light», sin consecuencias, como la comida de su gastrobar pijo.
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