Elecciones andaluzas

Cultura también privatiza

La Razón
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En los Gobiernos de coalición se integran distintas corrientes de opinión que hacen difícil, a la larga, la cohabitación de los partidos. En Andalucía, el bipartito se esfuerza en mostrarse como un Ejecutivo «único» y «cohesionado», «con una sola voz», pero sus políticas erráticas muestran todo lo contrario. Uno de los ejemplos más claros lo constituye la manera de entender la colaboración público-privada en las distintas consejerías. En la anterior legislatura, la Junta apostó este tipo de colaboración para impulsar las infraestructuras. El resultado fue un fracaso absoluto, pero el mensaje a medio plazo era claro: las grandes empresas podrían encontrar un socio fiable en la Administración andaluza para realizar sus inversiones. Todo eso se acabó con la llegada de Elena Cortés a la Consejería de Fomento y Vivienda, ya que un sector de IU rechaza este modelo. Ahora, la Consejería de Cultura ha presentado la colaboración público-privada como la fórmula mágica para salvar el Centro Andaluz de Teatro, condenado a su desaparición por una gestión deficiente tanto de los recursos técnicos como artísticos. La vía que explorará el departamento de Luciano Alonso es interesante y puede dinamizar el sector si se hace de manera rigurosa. Se trata de aplicar la sensatez. La coproducción es una fórmula inteligente y criminalizar al sector privado, como en ocasiones se hace desde la Administración andaluza, una postura reaccionaria. La demagogia instaurada en la Junta de Andalucía hace que lo que vale para determinados consejeros no se considere oportuno para otros. La falta de criterio es sinónimo de gobernar a impulsos. Y en Andalucía, estamos abonados a ello.