Almería
Dana en el fin de Andalucía
La muerte de un inmigrante al quedar atrapado su coche en un túnel en Pulpí ha despertado escaso interés en la prensa para indagar en él
La muerte de un inmigrante al quedar atrapado su coche en un túnel en Pulpí ha despertado escaso interés en la prensa para indagar en él
Un varón de origen subsahariano de mediana edad. Apenas han trascendido más datos de la víctima mortal que quedó atrapada en su coche en un túnel de Almería a causa del temporal que azotó el Levante español (DANA se llama al parecer esta putada que nos mandan los tiempos). El tercer muerto de siete. No decimos con esto que por ser subsahariano -y quizás uno de tantos miles de desplazados anónimos que se desloman bajo ese mar infinito de plásticos para que usted y yo podamos comer todo el año berenjenas y tomates- haya habido escaso o nulo interés de la prensa en indagar quién fue este señor y por qué recaló en esta tierra. Pero sí decimos, sin temor a equivocarnos, que este hecho viene a confirmar algo que sostenemos a este lado del mapa desde hace tiempo: Almería está lejos hasta para las noticias, menos cuando toca que las televisiones hagan caja y cuenten con regodeo y saltándose el deseo expreso de unos padres dolientes todos los detalles de un crimen infame, «el juicio contra Ana Julia Quezada».
Pero no nos desviemos, ni de conversación ni de ruta, flaneábamos por la provincia de Almería para ir a parar al municipio donde Andalucía pierde su nombre, Pulpí, que ha sido a su pesar una de las zonas más castigadas por la gota fría, concretamente 158,6 litros por metro cuadrado. Sus poco más de nueve mil habitantes tienen más a mano echar la tarde en la vecina Águilas (Murcia) que acercarse a hacer gestiones a la capital. Por eso, de las promesas que hacen los políticos de la capital –y aún más lejos, los nuevos popes de la Junta ¡en Sevilla!- los vecinos muestran estos días sus buenas dosis de escepticismo, dicho sea esto en uno de los bastiones del PP andaluz.
Todavía no hay un informe definitivo pero las estimaciones del sector agrícola cifran en unas 1.500 las hectáreas agrícolas arrasadas por la furia del tiempo. «Ruina, todo está hecho una ruina. Aquí se ha llevado por delante el tomate, el calabacín y ha echado abajo todos los plásticos. O se ponen las pilas quienes nos gobiernan o a ver de qué vamos a vivir tantos como dependemos del campo», concluye un parroquiano en El burladero, un clásico de la restauración local frente a las vías del tren.
Por eso, tratando de ser algo más rápidos en la gestión de los efectos del temporal que con la crisis de la listeriosis (que aún colea y que tiene al sector cárnico de uñas), Moreno Bonilla y sus chicos se calzaron las botas de agua para meterse en el barro y tranquilizar al personal.
El gesto ha sido en principio bien recibido por el sector agrícola y ganadero pero, insisten, que no se quede en eso, necesitan concreciones para lo que ha pasado ahora y planes efectivos a futuro para que el campo sea un atractivo y no una rémora, precisamente en estos tiempos del relato de la España vaciada. «En el campo almeriense hay de todo: están las grandes empresas hortofrutícolas que dan muchos puestos de trabajo, pero también las pequeñas explotaciones familiares, que tienen una economía de supervivencia, el campo es duro, los hijos ya no quieren hacerse cargo... y duele ver cómo se va perdiendo todo por lo que has luchado en la vida. Y ya luego si el cielo te manda esto...», explica con las manos hacia arriba Manuel, vecino de la comarca, «pensionista y a ratos en la huerta» se presenta raudo cuando preguntamos por su tarea actual.
Pulpí le debe mucho a la tierra: también entrar en ese repertorio de la cosa más «freak ever seen» que es el Libro Guinness de los Records. Un día como hoy de hace 12 años, al Ayuntamiento pulpileño y a la Asociación de Comerciantes y Empresarios les dio por hacer realidad el sueño de todo vegano («hay gente pa’ tó», que dijo el maestro Rafael El Gallo): una ensalada de casi 7.000 kilos de lechuga procedentes de la provincia donde se siembra el 80 por ciento de la hoja verde que se consume en toda Europa. «Fue una cosa muy simpática, los vecinos nos los pasamos muy bien, vinieron muchas teles», comenta Josefa, a la que nos encontramos camino de la peluquería.
Pero Pulpí no quiere fiarlo todo al campo sino vivir también de eso tan español del sol y playa. De ahí que lleve años trabajando por colocar su costa a la altura de los grandes hitos turísticos de Almería. Hablamos de las playas de los Cocederos, de Calataray, de Las Palmeras y, sobre todo, de San Juan de los Terreros donde, tras una década de trabajos, este verano se ha abierto al público la geoda –cueva de cristales- más grande de Europa y segunda del mundo. Nueva plusmarca.
Este pueblo almeriense cuenta con otro récord, aunque éste no está en el libro Guinness sino en nuestra mente cansada de pamemas: ser la cuna de José Guirao, ministro del Gobierno que nos llevó a repetir las cuartas elecciones generales en cuatro años. Y lo que nos queda.
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