Lucas Haurie
De romería a Gibraltar
A medio camino entre la patrulla vecinal y la marcha verde que le montó ese taimado de Hassan II a un Franco agonizante, los pescadores de la Bahía de Algeciras se personarán mañana en las aguas en disputa entre Gibraltar y España con la pretensión de retirar los bloques de hormigón de la discordia. Joseph Fouché, un mago de la estrategia, dejó escrito que en política es «mucho peor un error que un crimen». Es justamente en el pantanoso terreno de la equivocación en el que se adentraría el Gobierno si permite la romería de la flotilla, puesto que la Royal Navy carece por completo de sentido de la contemporización y se estarían comprando papeletas para que el conflicto diplomático degenerase en algo peor. A lo peor, es lo que buscan ciertos cabezas de huevo de algún ministerio, a tenor de cómo están contribuyendo a generar un nada sano clima de anglofobia, y ni pensar quiero que a estos aprendices de brujo los espabile el cañonazo de una patrullera británica. En las relaciones exteriores hay una regla de oro: los órdagos deben llevarse hasta las últimas consecuencias, arte en el que son duchos en el Reino Unido. ¿Quién dará la orden de intervenir a la Guardia Civil si los aduaneros gibraltareños abordan una nave en aguas que consideramos territoriales españolas? Cuidado, que darse puñetazos en el pecho al modo de un orangután patriotero suele preludiar la fractura de una costilla o, en el mejor de los cosas, un ridículo espantoso. Nadie desea el agravamiento de una crisis con un aliado y socio comercial de primer orden, o sea, que menos envalentonarse.
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